lunes, 31 de marzo de 2014

La poesía

 
           Día de verano en Møns Klint, Carl Frederic AAgaard (1877)

Llegas, silenciosa, secreta,
y despiertas los furores, los goces,
y esta angustia
que enciende lo que toca
y engendra en cada cosa
una avidez sombría.

El mundo cede y se desploma
como metal al fuego.
Entre mis ruinas me levanto,
solo, desnudo, despojado,
sobre la roca inmensa del silencio,
como un solitario combatiente
contra invisibles huestes.

Verdad abrasadora,
¿a qué me empujas?
No quiero tu verdad,
tu insensata pregunta.
¿A qué esta lucha estéril?
No es el hombre criatura capaz de contenerte,
avidez que solo en la sed se sacia,
llama que todos los labios consume,
espíritu que no vive en ninguna forma
mas hace arder todas las formas.

Subes desde lo más hondo de mí,
desde el centro innombrable de mi ser,
ejército, marea.
Creces, tu sed me ahoga,
expulsando, tiránica,
aquello que no cede
a tu espada frenética.
Ya solo tú me habitas,
tú, sin nombre, furiosa substancia,
avidez subterránea, delirante.

Golpean mi pecho tus fantasmas,
despiertas a mi tacto,
hielas mi frente, 

abres mis ojos.

Percibo el mundo y te toco,
substancia intocable,
unidad de mi alma y de mi cuerpo,
y contemplo el combate que combato
y mis bodas de tierra.

Nublan mis ojos imágenes opuestas,
y a las mismas imágenes
otras, más profundas, las niegan,
ardiente balbuceo,
aguas que anega un agua más oculta y densa.
En su húmeda tiniebla vida y muerte,
quietud y movimiento, son lo mismo.

Insiste, vencedora,
porque tan solo existo porque existes,
y mi boca y mi lengua se formaron
para decir tan solo tu existencia
y tus secretas sílabas, palabra
impalpable y despótica,
substancia de mi alma. 


Eres tan solo un sueño,
pero en ti sueña el mundo
y su mudez habla con tus palabras.
Rozo al tocar tu pecho
la eléctrica frontera de la vida,
la tiniebla de sangre
donde pacta la boca cruel y enamorada,
ávida aún de destruir lo que ama
y revivir lo que destruye,
con el mundo, impasible
y siempre idéntico a sí mismo,
porque no se detiene en ninguna forma
ni se demora sobre lo que engendra.

Llévame, solitaria,
llévame entre los sueños,
llévame, madre mía,
despiértame del todo,
hazme soñar tu sueño,
unta mis ojos con aceite,
para que al conocerte me conozca.


Octavio Paz
(Libertad bajo palabra, 1935-1957)

jueves, 27 de marzo de 2014

El actor

 Martes de Carnaval (Pierrot y Arlequín), Paul Cézanne (1888)

Soy una casa abierta
nueva.
Y cada huésped deja
un rastro de sí mismo en las paredes.

Soy una casa abierta
llena.
Los huéspedes fugaces
dejan cada mirada distinta en las ventanas.

Soy una casa abierta
vieja.
Cada huésped esconde
un sueño diferente debajo de las camas.

Soy una casa abierta
muerta.
Y vosotros, mis huéspedes,
os lleváis hasta el marco de las puertas.

Álvaro Tato
(Cara máscara, 2007)

martes, 25 de marzo de 2014

Umbrío por la pena, casi bruno

              Escena en el Valle Yosemite, Albert Bierstadt (1830-1902)

Umbrío por la pena, casi bruno,
porque la pena tizna cuando estalla,
donde yo no me hallo no se halla
hombre más apenado que ninguno.

Sobre la pena duermo solo y uno,
pena es mi paz y pena mi batalla,
perro que ni me deja ni se calla,
siempre a su dueño fiel, pero importuno.

Cardos y penas llevo por corona,
cardos y penas siembran sus leopardos
y no me dejan bueno hueso alguno.

No podrá con la pena mi persona
rodeada de penas y de cardos:
¡cuánto penar para morirse uno!

Miguel Hernández
(El rayo que no cesa, 1936)

domingo, 23 de marzo de 2014

Guitarra

         Joven española tocando la guitarra, Pierre-Auguste Renoir (1898)

Habrá un silencio verde
todo hecho de guitarras destrenzadas

La guitarra es un pozo
con viento en vez de agua.


Gerardo Diego
(Imagen, 1922)

viernes, 21 de marzo de 2014

El Contemplado

            Bahía de Río de Janeiro, Martin Johnson Heade (1864)

De mirarte tanto y tanto,
del horizonte a la arena,
despacio,
del caracol al celaje,
brillo a brillo, pasmo a pasmo,
te he dado nombre: los ojos
te lo encontraron, mirándote.
Por las noches,
soñando que te miraba,
al abrigo de los párpados
maduró, sin yo saberlo,
este nombre tan redondo
que hoy me descendió a los labios.
Y lo dicen asombrados
de lo tarde que lo dicen.
¡Si era fatal el llamártelo!
¡Si antes de la voz, ya estaba
en el silencio tan claro!
¡Si tú has sido para mí,
desde el día
que mis ojos te estrenaron,
el Contemplado, el constante
Contemplado!


Pedro Salinas
(El Contemplado, 1946)

miércoles, 19 de marzo de 2014

Beso

              El beso en la cama (c. 1892-1893), Henri de Toulouse-Lautrec

¡Qué sola estabas por dentro!

Cuando me asomé a tus labios
un rojo túnel de sangre,
oscuro y triste, se hundía
hasta el final de tu alma.

Cuando penetró mi beso,
su calor y su luz daban
temblores y sobresaltos
a tu carne sorprendida.

Desde entonces los caminos
que conducen a tu alma
no quieres que estén desiertos.

¡Cuántas flechas, peces, pájaros,
cuántas caricias y besos!


Manuel Altolaguirre
(Soledades juntas, 1931)

domingo, 16 de marzo de 2014

Para quién escribo

         Vicente Aleixandre (Imagen de tetuan.cervantes.es)

                                                 I

    ¿Para quién escribo?, me preguntaba el cronista, el periodista
          o simplemente el curioso.

No escribo para el señor de la estirada chaqueta, ni para su

         bigote enfadado, ni siquiera para su alzado índice
         admonitorio entre las tristes ondas de música.

Tampoco para el carruaje, ni para su ocultada señora (entre 

         vidrios, como un rayo frío, el brillo de los impertinentes).

Escribo acaso para los que no me leen. Esa mujer que corre 

         por la calle como si fuera a abrir las puertas a la aurora.

O ese viejo que se aduerme en el banco de esa plaza chiquita, 

        mientras el sol poniente con amor le toma, le rodea y le 
        deslíe suavemente en sus luces.

Para todos los que no me leen, los que no se cuidan de mí, pero 

        de mí se cuidan (aunque me ignoren).

Esa niña que al pasar me mira, compañera de mi aventura, 

        viviendo en el mundo.

Y esa vieja que sentada a su puerta ha visto vida, paridora de 

        muchas vidas, y manos cansadas.

Escribo para el enamorado; para el que pasó con su angustia 

        en los ojos; para el que le oyó; para el que al pasar no 
        miró; para el que finalmente cayó cuando preguntó y no 
        le oyeron.

Para todos escribo. Para los que no me leen sobre todo escribo. 

        Uno a uno, y la muchedumbre. Y para los pechos y para 
        las bocas y para los oídos donde, sin oírme, 
está mi palabra.

Vicente Aleixandre
(En un vasto dominio, 1962)

jueves, 13 de marzo de 2014

Retornos del amor en la noche triste

                Intimidad, Ion Theodorescu-Sion (1931)

Ven, amor mío, ven, en esta noche
sola y triste de Italia. Son tus hombros
fuertes y bellos los que necesito.
Son tus preciosos brazos, la largura
maciza de tus muslos y ese arranque
de pierna, esa compacta
línea que te rodea y te suspende,
dichoso mar, abierta playa mía.
¿Cómo decirte, amor, en esta noche
solitaria de Génova, escuchando
el corazón azul del oleaje,
que eres tú la que vienes por la espuma?
Bésame, amor, en esta noche triste.
Te diré las palabras que mis labios,
de tanto amor, mi amor, no se atrevieron.
Amor mío, amor mío, es tu cabeza
de oro tendido junto a mí, su ardiente
bosque largo de otoño quien me escucha.
Óyeme, que te llamo. Vida mía,
sí, vida mía, vida mía sola.
¿De quién más, de quién más si solamente
puedo ser yo quien cante a tus oídos:
vida, vida, mi vida, vida mía?
¿Qué soy sin ti, mi amor? Dime qué fuera
sin ese fuerte y dulce muro blando
que me da luz cuando me da la sombra,
sueño, cuando se escapa de mis ojos.
Yo no puedo dormir. ¡Cuántas auroras,
oscuras, braceando en las tinieblas,
sin encontrarte, amor! ¡Cuántos amargos
golpes de sal, sin ti, contra mi boca!
¿Dónde estás? ¿Dónde estás? Dime, amor mío.
¿Me escuchas? ¿No me sientes
llegar como una lágrima llamándote,
por encima del mar, en esta noche?


Rafael Alberti
(Retornos de lo vivo lejano, 1952)

lunes, 10 de marzo de 2014

Sueños

          Las caratas Minnehaha, Albert Bierstadt (1830-1902)

Te llamé. Me llamaste.
Brotamos como ríos.
Alzáronse en el cielo
los nombres confundidos.

Te llamé. Me llamaste.
Brotamos como ríos.
Nuestros cuerpos quedaron
frente a frente, vacíos.

Te llamé. Me llamaste.
Brotamos como ríos.
Entre nuestros dos cuerpos,
¡qué inolvidable abismo!


Emilio Prados
(Cuerpo perseguido, 1927-28, publicado en 1946)

jueves, 6 de marzo de 2014

REQUIEM

Portada de El último hombre, ediciones Libertarias, 1984.


Yo soy un hombre muerto al que llaman Pertur.
En la cena de los hombres quién sabe si mi nombre
algo aún será: ceniza en la mesa
o alimento para el vino.
Los bárbaros no miran a los ojos cuando hablan.
Como una mujer al fondo del recuerdo
yo soy un hombre muerto al que llaman Pertur.

Leopoldo María Panero
(El último hombre, 1984)
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...