miércoles, 29 de julio de 2020

Passer, deliciae meae puellae

Lesbia y su gorrión, Edward John Poynter (1907)

Passer, deliciae meae puellae,
quicum ludere, quem in sinu tenere,
cui primum digitum dare appetenti
et acres solet incitare morsus,
cum desiderio meo nitenti
carum nescio quid libet iocari,
credo, ut, cum gravis acquiescet ardor
sit solaciolum sui doloris:
tecum ludere, sicut ipsa, possem
et tristes animi levare curas
.............................................
Tam gratum est mihi quam ferunt puellae
pernici aureolum fuisse malum,
quod zonam soluit diu ligatam.

Gayo Valerio Catul0
(Siglo I a. C.)

Versión al castellano de Un poema cada día

Gorrión, delicia de mi amada,
con el que suele jugar, en el regazo tener,
al que suele dar la punta del dedo anhelante
e incitar a picaduras agudas,
cuando, ante mi encendido deseo,
no sé con qué gratas cosas le gusta bromear;
confío en que, cuando el profundo ardor se calme,
sea un consuelo para su aflicción:
¡ojalá pudiera jugar contigo, como ella,
y aliviar los tristes cuidados del alma!
............................................................
Me es tan grato como dicen que fue
a la ágil doncella la manzana de oro,
que desató su ceñidor largo tiempo atado.

jueves, 16 de julio de 2020

Lo que una ama

 Helena de Troya, Evelyn De Morgan (1898)

Dicen unos que una tropa de jinetes, otros la infantería
y otros que una escuadra de navíos, sobre la tierra
oscura es lo más bello; mas yo digo
que es lo que una ama.

Y es muy fácil hacerlo comprensible
a todos: pues aquella que tanto destacaba
en belleza entre todos los humanos, Helena,
a su muy noble esposo

dejándolo tras sí marchó a Troya embarcada
y en nada de su hija o de sus padres
amados se acordó, sino que la sedujo
–aunque ella no quisiera–

Cipris, la diosa que, indómita en su mente,
cumple muy fácilmente lo que piensa:
ahora me ha llevado a recordar 
a Anactoria, que no está junto a mí,

y de ella quisiera contemplar
su andar que inspira amor y el centelleo radiante de su rostro
antes que los carruajes de los lidios y antes que los soldados
en pie de guerra.

Safo de Mitilene
(Siglos VII-VI a. C.)

[La traducción de este poema procede del libro Safo. Poemas y testimonios, Acantilado, 2020. Edición y traducción de Aurora Luque]

lunes, 6 de julio de 2020

Cuerpo a la vista

                           Reflejo, John Reinhard Weguelin (1885)

Y las sombras se abrieron otra vez y mostraron un cuerpo:
tu pelo, otoño espeso, caída de agua solar,
tu boca y la blanca disciplina de sus dientes caníbales, prisioneros en llamas,
tu piel de pan apenas dorado y tus ojos de azúcar quemada,
sitios en donde el tiempo no transcurre,
valles que solo mis labios conocen,
desfiladero de la luna que asciende a tu garganta entre tus senos,
cascada petrificada de la nuca,
alta meseta de tu vientre,
playa sin fin de tu costado.

Tus ojos son los ojos fijos del tigre
y un minuto después son los ojos húmedos del perro.

Siempre hay abejas en tu pelo.

Tu espalda fluye tranquila bajo mis ojos
como la espalda del río a la luz del incendio.

Aguas dormidas golpean día y noche tu cintura de arcilla
y en tus costas, inmensas como los arenales de la luna,
el viento sopla por mi boca y su largo quejido cubre con sus dos alas grises
la noche de los cuerpos,
como la sombra del águila la soledad del páramo.

Las uñas de los dedos de tus pies están hechas del cristal del verano.

Entre tus piernas hay un pozo de agua dormida,
bahía donde el mar de noche se aquieta, negro caballo de espuma,
cueva al pie de la montaña que esconde un tesoro,
boca del horno donde se hacen las hostias,
sonrientes labios entreabiertos y atroces,
nupcias de la luz y la sombra, de lo visible y lo invisible
(allí espera la carne su resurrección y el día de la vida perdurable).

Patria de sangre,
única tierra que conozco y me conoce,
única patria en la que creo,
única puerta al infinito.


Octavio Paz
(Semillas para un himno, 1954)

viernes, 3 de julio de 2020

Invitación a la dicha

 Vista del Parque de los Ciervos, Carl Frederik Aagaard (1889)

    Ámame ahora que tengo los cabellos negros
y una corona de junco
y el perfume del agua y de la jara
en los brazos desnudos.

    Ámame ahora que tengo en los ojos
la suave llama de la tarde
y la gracia de la sonrisa
y la leve frescura de los manantiales.

    Ámame ahora que tengo en los labios
el fuego deslumbrante del Mediodía
y la serenidad del cielo en las mejillas.

    Ámame ahora que tengo en el cuello
el resplandor de los lirios quemados.
Ámame ahora que corre por mis hombros
el torrente divino del deseo.
Ámame ahora que tengo el pecho ebrio
como una flor de vino.

    Ahora y no luego, ahora y no mañana,
ahora que besa mi alma todo tu cuerpo
confundiendo su aliento al de mis labios.

    Bésame ahora que es primavera
y el chamariz canta y vuela en un árbol,
ahora, amor mío, que estamos en mayo
y zumban en el aire las abejas,
ahora que todo es hermoso y feliz,
ahora y no mañana,
ahora y no luego.

    Bésame los labios, el cabello, los hombros
ahora que en los huertos florecidos
es tan dulce la flor primera del granado.

    Dame todo tu amor ahora, amor mío,
¿no ves que soy en la tierra dichosa,
dulce como el árbol del paraíso?

    Ahora que soy un manantial virgen
donde cada onda es una caricia,
una colina verde
donde cada florecilla es un labio encendido,
un valle misterioso
donde cada viento es un suspiro,
un río de amores
cuya música frágil es tu nombre.

    ¿No son nuestros estos días tan bellos?
¿No es hermosa la tierra bajo el sol y la luna?
¿No habla todo de amor desde el alba a la tarde?

    ¡Ámame!
¡Ahora y no mañana; ahora y no luego!


Ricardo Molina
(Regalo de amante, 1945-1948)
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