Paisaje forestal, Peder Mørk Mønsted (1908)
E-nas verdes ervas
vi anda-las cervas,
meu amigo.
E-nos verdes prados
vi os cervos bravos,
meu amigo.
E con sabor d'elas
lavei mias garcetas,
meu amigo.
E con sabor d'elos
lavei meus cabelos,
meu amigo.
Des que los lavei,
d’ouro los liei,
meu amigo.
Des que las lavara,
d’ouro las liara,
meu amigo.
D’ouro los liei,
e vos asperei,
meu amigo.
D’ouro las liara
e vos asperara,
meu amigo.
Pero Meogo
(Siglos XIII-XIV)
Versión al castellano de Un poema cada día
En las verdes hierbas
vi andar las ciervas,
amigo mío.
En los verdes prados,
vi los ciervos bravos,
amigo mío.
Y con placer de ellas
lavé mis guedejas,
amigo mío.
Y con placer de ellos
lavé mis cabellos,
amigo mío.
Cuando los lavé,
de oro los lié,
amigo mío.
Cuando las lavara,
de oro las liara,
amigo mío.
De oro los lié,
y os esperé,
amigo mío.
De oro las liara,
y os esperara,
amigo mío.
Aquí está el poema diario que utilizamos para ir fortaleciendo la inteligencia y la sensibilidad de nuestros alumnos. Si alguien encuentra un bálsamo o un revulsivo en esta diaria medicina, bienvenido sea.
viernes, 28 de noviembre de 2014
miércoles, 26 de noviembre de 2014
Gar, ¿qué fareyo?
Mujer de Bagdad, William Clarke Wontner (1900)
Gar, ¿qué fareyo?,
¿cómo vivreyo?
Est' al-habib espero,
por él murreyo.
Anónimo
(siglo XI)
Versión al castellano de Un poema cada día
Dime, ¿qué haré?,
¿cómo viviré?
A este amado espero,
por él moriré.
Gar, ¿qué fareyo?,
¿cómo vivreyo?
Est' al-habib espero,
por él murreyo.
Anónimo
(siglo XI)
Versión al castellano de Un poema cada día
Dime, ¿qué haré?,
¿cómo viviré?
A este amado espero,
por él moriré.
domingo, 23 de noviembre de 2014
Soy Rocinante, el famo-
Don Quijote, Honoré Daumier (h. 1868)
Soy Rocinante, el famo-,
bisnieto del gran Babie-:
por pecados de flaque-,
fui a poder de un don Quijo-;
parejas corrí a lo flo-,
mas por uña de caba-
no se me escapó ceba-,
que esto saqué a Lazari-,
cuando, para hurtar el vi-
al ciego, le di la pa-.
Miguel de Cervantes
(El ingenioso hidalgo Don Quijote de La Mancha, 1605)
Cervantes introduce, tras el prólogo de la primera parte del Quijote, una serie de poemas de tono burlesco, parodia de los que solían aparecer al comienzo de las novelas de caballerías para elogiar a sus protagonistas. Este, escrito con versos de cabo roto y alusivo a Rocinante, va precedido de la siguiente leyenda: "Del Donoso, poeta entreverado, a Rocinante".
Soy Rocinante, el famo-,
bisnieto del gran Babie-:
por pecados de flaque-,
fui a poder de un don Quijo-;
parejas corrí a lo flo-,
mas por uña de caba-
no se me escapó ceba-,
que esto saqué a Lazari-,
cuando, para hurtar el vi-
al ciego, le di la pa-.
Miguel de Cervantes
(El ingenioso hidalgo Don Quijote de La Mancha, 1605)
Cervantes introduce, tras el prólogo de la primera parte del Quijote, una serie de poemas de tono burlesco, parodia de los que solían aparecer al comienzo de las novelas de caballerías para elogiar a sus protagonistas. Este, escrito con versos de cabo roto y alusivo a Rocinante, va precedido de la siguiente leyenda: "Del Donoso, poeta entreverado, a Rocinante".
miércoles, 19 de noviembre de 2014
Te has despertado pronto
Te has despertado pronto. Es noviembre. Esta noche
dormiste mal. Y ahora, aturdido, buscas
en la mesilla de tu cuarto, a tientas,
tabaco y fuego. Enciendes un cigarrillo, y miras
el reloj. Hace frío en este hotel. El alba
no llega todavía. Estás cansado. Llueve.
Y aquí, en la oscuridad desapacible
de este cuarto alquilado, muy a solas
contigo mismo, piensas en tu vida.
Eloy Sánchez Rosillo
(Autorretratos, 1989)
martes, 11 de noviembre de 2014
¡Ah! No es cierto, ángel de amor
Paisaje marino a la luz de la luna, Giuseppe Canella el Joven (1837-1913)
DON JUAN. ¡Ah! ¿No es cierto, ángel de amor,
que en esta apartada orilla
más pura la luna brilla
y se respira mejor?
Esta aura que vaga llena
de los sencillos olores
de las campesinas flores
que brota esa orilla amena;
esa agua limpia y serena
que atraviesa sin temor
la barca del pescador
que espera cantando el día,
¿no es cierto, paloma mía,
que están respirando amor?
Esa armonía que el viento
recoge entre esos millares
de floridos olivares
que agita con manso aliento;
ese dulcísimo acento
con que trina el ruiseñor
de sus copas morador
llamando al cercano día,
¿no es verdad, gacela mía,
que están respirando amor?
Y estas palabras que están
filtrando insensiblemente
tu corazón, ya pendiente
de los labios de don Juan,
y cuyas ideas van
inflamando en su interior
un fuego germinador
no encendido todavía,
¿no es verdad, estrella mía,
que están respirando amor?
Y esas dos líquidas perlas
que se desprenden tranquilas
de tus radiantes pupilas
convidándome a beberlas,
evaporarse, a no verlas,
de sí mismas al calor;
y ese encendido color
que en tu semblante no había,
¿no es verdad, hermosa mía,
que están respirando amor?
¡Oh, sí!, bellísima Inés,
espejo y luz de mis ojos,
escucharme sin enojos,
como lo haces, amor es:
mira aquí a tus plantas, pues,
todo el altivo rigor
de este corazón traidor
que rendirse no creía,
adorando, vida mía,
la esclavitud de tu amor.
José Zorrilla
(Don Juan Tenorio, 1844)
DON JUAN. ¡Ah! ¿No es cierto, ángel de amor,
que en esta apartada orilla
más pura la luna brilla
y se respira mejor?
Esta aura que vaga llena
de los sencillos olores
de las campesinas flores
que brota esa orilla amena;
esa agua limpia y serena
que atraviesa sin temor
la barca del pescador
que espera cantando el día,
¿no es cierto, paloma mía,
que están respirando amor?
Esa armonía que el viento
recoge entre esos millares
de floridos olivares
que agita con manso aliento;
ese dulcísimo acento
con que trina el ruiseñor
de sus copas morador
llamando al cercano día,
¿no es verdad, gacela mía,
que están respirando amor?
Y estas palabras que están
filtrando insensiblemente
tu corazón, ya pendiente
de los labios de don Juan,
y cuyas ideas van
inflamando en su interior
un fuego germinador
no encendido todavía,
¿no es verdad, estrella mía,
que están respirando amor?
Y esas dos líquidas perlas
que se desprenden tranquilas
de tus radiantes pupilas
convidándome a beberlas,
evaporarse, a no verlas,
de sí mismas al calor;
y ese encendido color
que en tu semblante no había,
¿no es verdad, hermosa mía,
que están respirando amor?
¡Oh, sí!, bellísima Inés,
espejo y luz de mis ojos,
escucharme sin enojos,
como lo haces, amor es:
mira aquí a tus plantas, pues,
todo el altivo rigor
de este corazón traidor
que rendirse no creía,
adorando, vida mía,
la esclavitud de tu amor.
José Zorrilla
(Don Juan Tenorio, 1844)
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