martes, 31 de mayo de 2016

Vivo sin vivir en mí

 Retratro de Santa Teresa de Jesús, Fray Juan de la Miseria (siglo XVI)

    Vivo sin vivir en mí,
y tan alta vida espero,
que muero porque no muero
.


    Vivo ya fuera de mí,
después que muero de amor,
porque vivo en el Señor,
que me quiso para sí.
Cuando el corazón le di,
puso en mí este letrero:
que muero porque no muero.


    Esta divina prisión
del amor con que yo vivo
ha hecho a Dios mi cautivo
y libre mi corazón;
y causa en mí tal pasión
ver a Dios mi prisionero,
que muero porque no muero.


    ¡Ay, qué larga es esta vida,
qué duros estos destierros,
esta cárcel, estos hierros
en que el alma está metida!
Solo esperar la salida
me causa dolor tan fiero,
que muero porque no muero.


    ¡Ay, qué vida tan amarga
do no se goza el Señor!
Porque si es dulce el amor,
no lo es la esperanza larga.
Quíteme Dios esta carga
más pesada que el acero,
que muero porque no muero.


    Solo con la confianza
vivo de que he de morir,
porque muriendo el vivir
me asegura mi esperanza.
Muerte do el vivir se alcanza,
no te tardes, que te espero,
que muero porque no muero.


    Mira que el amor es fuerte;
vida, no me seas molesta,
mira que solo te resta,
para ganarte, perderte;
venga ya la dulce muerte,
venga el morir muy ligero,
que muero porque no muero.


    Aquella vida de arriba,
que es la vida verdadera,
hasta que esta vida muera
no se goza estando viva.
Muerte, no me seas esquiva;
viva muriendo primero,
que muero porque no muero.


    Vida, ¿qué puedo yo darle
a mi Dios que vive en mí,
si no es perderte a ti,
para mejor a Él gozarle?
Quiero muriendo alcanzarle,
pues a Él solo es al que quiero.
Que muero porque no muero.
 

Santa Teresa de Jesús
(1515-1582)

domingo, 29 de mayo de 2016

A un retrato


                               La Bella, Tiziano (h. 1536)

    Tu gracia, tu valor, tu hermosura,
muestra de todo el cielo retirada,
como cosa que está sobre natura,
ni pudiera ser vista ni pintada.

     Pero yo, que en el alma tu figura
tengo en humana forma abreviada,
tal hice retratarte de pintura,
cual amor te dejó en ella estampada.

     No por soberbia vana o por memoria
de ti, ni para publicar mis males,
ni por verte más veces que te veo;

     mas por solo gozar de tanta gloria,
señora, con los ojos corporales
como con los del alma y el deseo.


Diego Hurtado de Mendoza
(h. 1503-1575)

domingo, 22 de mayo de 2016

Égloga I (fragmento)

                          Valle en la Suiza sajona, Otto Försterling (1888)

SALICIO:  Con mi llorar las piedras enternecen
               su natural dureza y la quebrantan;
               los árboles parece que se inclinan;
               las aves que me escuchan, cuando cantan,
               con diferente voz se condolecen
               y mi morir cantando me adivinan;
                       las fieras que reclinan
                       su cuerpo fatigado
                       dejan el sosegado
               sueño por escuchar mi llanto triste:
               tú sola contra mí te endureciste,
               los ojos aun siquiera no volviendo
                        a los que tú hiciste
               salir sin duelo, lágrimas, corriendo.

              Mas ya que a socorrerme aquí no vienes,
              no dejes el lugar que tanto amaste,
              que bien podrás venir de mí segura.
              Yo dejaré el lugar do me dejaste;
              ven si por solo esto te detienes.
              Ves aquí un prado lleno de verdura,
                       ves aquí una espesura,
                       ves aquí un agua clara,
                       en otro tiempo cara,
              a quien de ti con lágrimas me quejo;
             quizá aquí hallarás, pues yo me alejo,
              al que todo mi bien quitar me puede,
                       que pues el bien le dejo,
              no es mucho que el lugar también le quede.
  
Garcilaso de la Vega
(h. 1501-1536)

lunes, 16 de mayo de 2016

Rima LII

               Orilla del Mar Esmeralda, Albert Bierstadt (1878)

    Olas gigantes que os rompéis bramando
en las playas desiertas y remotas,
envuelto entre la sábana de espumas,
¡llevadme con vosotras!

    Ráfagas de huracán que arrebatáis
del alto bosque las marchitas hojas,
arrastrado en el ciego torbellino,
¡llevadme con vosotras!

    Nubes de tempestad que rompe el rayo
y en fuego ornáis las desprendidas orlas,
arrebatado entre la niebla oscura,
¡llevadme con vosotras!

    Llevadme por piedad a donde el vértigo
con la razón me arranque la memoria.
¡Por piedad! ¡Tengo miedo de quedarme
con mi dolor a solas!


Gustavo Adolfo Bécquer
(Rimas, 1871)

martes, 10 de mayo de 2016

Romance de Valdovinos

                        La bella dama sin piedad, Walter T. Crane (1865)

Por los caños de Carmona,
por do va el agua a Sevilla,
por ahí iba Valdovinos
y con él su linda amiga.
Los pies lleva por el agua
y la mano en la loriga,
con el temor de los moros
no le tuviesen espía.
Júntanse boca con boca,
nadie no los impedía.
Valdovinos, con angustia,
un suspiro dado había.
–¿Por qué suspiráis, señor,
corazón y vida mía?
O tenéis miedo a los moros,
o en Francia tenéis amiga.
–No tengo miedo a los moros,
ni en Francia tengo amiga:
mas vos, mora, y yo cristiano
hacemos muy mala vida:
comemos la carne en viernes,
lo que mi ley defendía.
Siete años había, siete,
que yo misa no la oía.
Si el emperador lo sabe
la vida me costaría.
—Por tus amores, Valdovinos,
cristiana me tornaría.
–Yo, señora, por los vuestros,
moro de la morería.


Anónimo
(Siglo XV)

viernes, 6 de mayo de 2016

Entra mayo y sale abril

                                   Primavera, Henryk Weyssenhoff (1911)

Entra mayo y sale abril:
¡tan garridico le vi venir! 


Entra mayo con sus flores,
sale abril con sus amores,
y los dulces amadores
comiencen a bien servir.


Anónimo
(Siglo XV)
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...