domingo, 29 de enero de 2017

En vano el mar fatiga

            Tántalo, Gioacchino Assereto (h. 1630-1640)

    En vano el mar fatiga
la vela portuguesa, que ni el seno
de Persia ni la amiga
Maluca da árbol bueno,
que pueda hacer un ánimo sereno.

    No da reposo al pecho,
Felipe, ni la India, ni la rara
esmeralda provecho;
que más tuerce la cara
cuanto posee más el alma avara.

    Al capitán romano
la vida, y no la sed, quitó el bebido
tesoro persïano;
y Tántalo, metido
en medio de las aguas, afligido

    de sed está; y más dura
la suerte es del mezquino, que sin tasa
se cansa ansí, y endura
el oro, y la mar pasa
osado, y no osa abrir la mano escasa.

    ¿Qué vale el no tocado
tesoro, si corrompe el dulce sueño,
si estrecha el ñudo dado,
si más enturbia el ceño,
y deja en la riqueza pobre al dueño?


Fray Luis de León
(1527-1591) 

*El capitán romano: Mario Licino Craso.
  Endura: guarda, atesora.

viernes, 27 de enero de 2017

Si a vuestra voluntad yo soy de cera

    Retrato de la condesa de Grignan, Pierre Mignard (1612-1695)
 
    Si a vuestra voluntad yo soy de cera,
¿cómo se compadece que a la mía
vengáis a ser de piedra dura y fría?
De tal desigualdad, ¿qué bien se espera?

    Ley es de amor querer a quien os quiera,
y aborrecerle, ley de tiranía:
mísera fue, señora, la osadía
que os hizo establecer ley tan severa.

    Vuestros tengo riquísimos despojos,
a fuerza de mis brazos granjeados,
que vos nunca rendírmelos quisisteis;

    y pues Amor y esos divinos ojos
han sido en el delito los culpados,
romped la injusta ley que establecisteis.
 
Baltasar del Alcázar
(1530-1606)

jueves, 19 de enero de 2017

Clara Luna, que altiva y arrogante

           Diana y Endimión, Benedetto Gennari el Joven (1633-1715)

Clara Luna, que altiva y arrogante
vas haciendo reseña por el cielo
de tu hermosura que el nevado yelo
de tus cuernos la torna rutilante:

si en la memoria de tu dulce amante
no se ha muerto la gloria y el consuelo
que recibiste amando, y el recelo
con que le adormeciste en un instante,

vuelve a mirar de la miseria mía
la sinrazón; si acaso graves males
hallan blandura en tus serenos ojos.

Que ya –culpa del cielo– los veo tales,
que apartarán la amarga compañía
de estos tristes y míseros despojos.

Francisco de la Torre
(h. 1534-h. 1594)

sábado, 14 de enero de 2017

Égloga III (fragmento)

        La muerte de Adonis, Giovanni Battista Gaulli (1625)

    Climene, llena de destreza y maña,
el oro y las colores matizando,
iba de hayas una gran montaña,
de robles y de peñas varïando;
un puerco entre ellas, de braveza extraña,
estaba los colmillos aguzando
contra un mozo no menos animoso,
con su venablo en mano, que hermoso.


    Tras esto, el puerco allí se vía herido
de aquel mancebo, por su mal valiente,
y el mozo en tierra estaba ya tendido,
abierto el pecho del rabioso diente,
con el cabello de oro desparcido
barriendo el suelo miserablemente;
las rosas blancas por allí sembradas
tornaban con su sangre coloradas.


    Adonis este se mostraba que era,
según se muestra Venus dolorida,
que viendo la herida abierta y fiera,
sobre él estaba casi amortecida;
boca con boca coge la postrera
parte del aire que solia dar vida
al cuerpo por quien ella en este suelo
aborrecido tuvo al alto cielo.


Garcilaso de la Vega
(h. 1501-1536)

martes, 10 de enero de 2017

Quand'io mi volgo indietro a mirar gli anni


          Primavera (detalle), Sandro Botticelli (h. 1482)

Quand’io mi volgo indietro a mirar gli anni
ch’ànno fuggendo i miei penseri sparsi,
et spento ’l foco ove agghiacciando io arsi,
et finito il riposo pien d’affanni,

rotta la fe’ degli amorosi inganni,
et sol due parti d’ogni mio ben farsi,
l’una nel cielo et l’altra in terra starsi,
et perduto il guadagno de’ miei damni,

i’ mi riscuoto, et trovomi sí nudo,
ch’i’ porto invidia ad ogni extrema sorte:
tal cordoglio et paura ò di me stesso.

O mia stella, o Fortuna, o Fato, o Morte,
o per me sempre dolce giorno et crudo,
come m’avete in basso stato messo!


Francesco Petrarca
(Canzoniere, siglo XIV)


Cuando me paro a contemplar los años,
y veo mis pensamientos esparcidos,
y el fuego en que ardí helándome apagado,
y acabada la paz de mis afanes,

rota la fe de engaños amorosos,
dividido en dos partes mi bien todo,
una en el cielo y otra aquí en la tierra,
y perdido el provecho de mis males,

en mí vuelvo, y me encuentro tan desnudo
que envidia siento por cualquier destino:
tanto dolor y miedo de mí tengo.

¡Oh mi estrella, oh Fortuna, oh Muerte, o Hado,
oh siempre para mí dulce cruel día,
cómo en tan bajo estado me habéis puesto!

[Traducción de Jacobo Cortines]
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