domingo, 27 de mayo de 2018

Las caricias

                           La estrella vespertina, Franz von Stuck (h. 1912)

¡Qué música del tacto
las caricias contigo!
¡Qué acordes tan profundos!
¡Qué escalas de ternuras,
de durezas, de goces!
Nuestro amor silencioso
y oscuro nos eleva
a las eternas noches
que separan altísimas
los astros más distantes.
¡Qué música del tacto
las caricias contigo!


Manuel Altolaguirre
(Soledades juntas, 1931)

domingo, 20 de mayo de 2018

Canción de jinete


                                   Paco Ibáñez interpreta este hermoso y trágico poema de Lorca

     En la luna negra
de los bandoleros,
cantan las espuelas.

     Caballito negro.
¿Dónde llevas tu jinete muerto?

     ...Las duras espuelas
del bandido inmóvil
que perdió las riendas.

     Caballito frío.
¡Qué perfume de flor de cuchillo!

     En la luna negra
sangraba el costado
de Sierra Morena.

     Caballito negro.
¿Dónde llevas tu jinete muerto?

     La noche espolea
sus negros ijares
clavándose estrellas.

     Caballito frío.
¡Qué perfume de flor de cuchillo!

     En la luna negra,
¡un grito! y el cuerno
largo de la hoguera.

     Caballito negro.
¿Dónde llevas tu jinete muerto?


Federico García Lorca
(Canciones, 1921-1924)

lunes, 14 de mayo de 2018

Yo vengo de un brumoso país lejano

            Jardín señorial, Santiago Rusiñol (1912)

    Yo vengo de un brumoso país lejano,
regido por un viejo monarca triste...
Mi numen solo busca lo que es arcano,
mi numen solo adora lo que no existe.
 

    Tú lloras por un sueño que está lejano,
tú aguardas un cariño que ya no existe,
se pierden tus pupilas en el arcano
como dos alas negras, y estás muy triste.

    Eres mía: nacimos de un mismo arcano
y vamos, desdeñosos de cuanto existe,
en pos de ese brumoso país lejano,
regido por un viejo monarca triste...


Amado Nervo
(Los jardines interiores, 1905)

sábado, 5 de mayo de 2018

El lunarcito

   Una nueva cesta de flores, Federico Andreotti (1847-1930)

        La noche y el día,
        ¿qué tienen de igual?
    ¿De dónde, donosa,
el lindo lunar
que sobre tu seno
se vino a posar?

   ¿Cómo, di, la nieve
lleva mancha tal?
        La noche y el día,
        ¿qué tienen de igual?
    ¿Qué tienen las sombras
con la claridad,
ni un oscuro punto
con la alba canal
    que un val de azucenas
hiende por mitad?
       La noche y el día,
       ¿qué tienen de igual?
    Premiando sus hojas,
el ciego rapaz
por juego un granate
fue entre ellas a echar;
    mirolo y riose,
y dijo vivaz:
        «La noche y el día,
        ¿qué tienen de igual?»
    En él sus saetas
se puso a probar,
mas nunca lo hallara
su punta fatal;
   y diz que picado,
se le oyó gritar:
       «La noche y el día,
       ¿qué tienen de igual?»
    Entonces su madre
la parda señal
por término puso
de gracia y beldad,
    do clama el deseo
al verse estrellar:
       «La noche y el día,
       ¿qué tienen de igual?»

   Estréllase, y mira,
y torna a mirar,
mientra el pensamiento
mil vueltas le da,
    iluso, perdido,
ansiando encontrar,
         la noche y el día
         ¿qué tienen de igual?
    Cuando tú lo cubres
de un albo cendal,
por sus leves hilos
se pugna escapar.
    ¡Señuelo del gusto!
¡Dulcísimo imán!
        La noche y el día,
        ¿qué tienen de igual?
    Turgente tu seno
se ve palpitar,
y a su blando impulso
él viene y él va;
    diciéndome mudo
con cada compás:
       «La noche y el día,
       ¿qué tienen de igual?»

   Semeja una rosa
que en medio el cristal
de un limpio arroyuelo
meciéndose está,

   clamando yo al verle
subir y bajar:
        «La noche y el día,
        ¿qué tienen de igual?»

   ¡Mi bien!, si alcanzases
la llaga mortal
que tu lunarcito
me pudo causar,
    no así preguntaras,
burlando mi mal:
         «La noche y el día,
         ¿qué tienen de igual?»


Juan Meléndez Valdés
        (1754-1817)
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