lunes, 29 de abril de 2013

Si nosotros viviéramos

 El alma de la rosa, John William Waterhouse (1908)

Si nosotros viviéramos
lo que la rosa, con su intensidad,
el profundo perfume de los cuerpos
sería mucho más.

¡Ay, breve vida intensa
de un día de rosales secular,
pasaste por la casa
igual, igual, igual
que un meteoro herido, perfumado
de hermosura y verdad!

La huella que has dejado es un abismo
con ruinas de rosal
donde un perfume que no cesa hace
que vayan nuestros cuerpos más allá.


Miguel Hernández
(Cancionero y romancero de ausencias, 1938-1941)

jueves, 25 de abril de 2013

Amaranta

           Lamia, John William Waterhouse (19o9)

                                       ... calzó de viento...
                                            GÓNGORA

Rubios, pulidos senos de Amaranta,
por una lengua de lebrel limados.
Pórticos de limones desviados
por el canal que asciende a tu garganta.

Rojo, un puente de rizos se adelanta
e incendia tus marfiles ondulados.
Muerde, heridor, tus dientes desangrados,
y corvo, en vilo, al viento te levanta.

La soledad, dormida en la espesura,
calza su pie de céfiro y desciende
del olmo alto al mar de la llanura.

Su cuerpo en sombra, oscuro, se le enciende,
y gladiadora, como un ascua impura,
entre Amaranta y su amador se tiende.


Rafael Alberti
(Cal y canto, 1929)

lunes, 22 de abril de 2013

Sou um guardador de rebanhos

            Paisaje con árboles, Théodore Rousseau (c. 1844)

Sou um guardador de rebanhos.
O rebanho é os meus pensamentos
E os meus pensamentos são todos sensações.
Penso com os olhos e com os ouvidos
E com as mãos e os pés
E com o nariz e a boca.

Pensar uma flor é vê-la e cheirá-la
E comer um fruto é saber-lhe o sentido.

Por isso quando num dia de calor
Me sinto triste de gozá-lo tanto,

E me deito ao comprido na erva,
E fecho os olhos quentes,
Sinto todo o meu corpo deitado na realidade,
Sei a verdade e sou feliz.


Alberto Caeiro (heterónimo de Fernando Pessoa)
(O guardador de rebanhos, 1914)

Versión al castellano de Un poema cada día

Soy un guardador de rebaños.
El rebaño es mis pensamientos
Y mis pensamientos son todos sensaciones.
Pienso con los ojos y con los oídos
Y con las manos y los pies.
Y con la nariz y la boca.

Pensar una flor es verla y olerla
Y comer un fruto es comprenderle el sentido.

Por eso cuando en un día de calor
Me siento triste de gozarlo tanto,
Y me tiendo a lo largo en la hierba,
Y cierro los ojos calientes,
Siento todo mi cuerpo tendido en la realidad,
Sé la verdad y soy feliz.

(El guardador de rebaños)

lunes, 15 de abril de 2013

O sal da língua


                  Eugénio de Andrade, por Carlos Bottelho (2010)

Escuta, escuta: tenho ainda
uma coisa a dizer.
Não é importante, eu sei, não vai
salvar o mundo, não mudará
a vida de ninguém - mas quem
é hoje capaz de salvar o mundo
ou apenas mudar o sentido
da vida de alguém?
Escuta-me, não te demoro.
É coisa pouca, como a chuvinha
que vem vindo devagar.
São três, quatro palavras, pouco
mais. Palavras que te quero confiar,
para que não se extinga o seu lume,
o seu lume breve.
Palavras que muito amei,
que talvez ame ainda.
Elas são a casa, o sal da língua.

Eugénio de Andrade
(O sal da língua, 1999)

Versión al castellano de Un poema cada día

Escucha, escucha: tengo todavía
una cosa que decirte.
No es importante, lo sé, no va
a salvar el mundo, no cambiará
la vida de nadie -¿mas quién
es hoy capaz de salvar el mundo
o de cambiar apenas el sentido
de la vida de alguien?
Escúchame, no te entretengo.
Es poca cosa, como la llovizna
que lentamente está llegando.
Son tres, cuatro palabras, poco
más. Palabras que te quiero confiar,
para que no se extinga su luz,
su luz breve.
Palabras que mucho amé,
que tal vez ame todavía.
Ellas son la casa, la sal de la lengua.

(La sal de la lengua, 1999)

lunes, 8 de abril de 2013

Romance sonámbulo

Encina en el lago Albano, Italia, 1846, por John F. Kensett
                  Encina en el lago Albano, John F. Kensett (1846)

                                                                       A Gloria Giner
                                                                                                                 y a Fernando de los Ríos

Verde que te quiero verde. 
Verde viento. Verdes ramas. 
El barco sobre la mar
y el caballo en la montaña.
Con la sombra en la cintura
ella sueña en su baranda,
verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Verde que te quiero verde.
Bajo la luna gitana,
las cosas le están mirando
y ella no puede mirarlas.

                   * 

Verde que te quiero verde.
Grandes estrellas de escarcha,
vienen con el pez de sombra
que abre el camino del alba.
La higuera frota su viento
con la lija de sus ramas,
y el monte, gato garduño,
eriza sus pitas agrias.
¿Pero quién vendrá? ¿Y por dónde...?
Ella sigue en su baranda,
verde carne, pelo verde,
soñando en la mar amarga.

                  *

Compadre, quiero cambiar
mi caballo por su casa,
mi montura por su espejo,
mi cuchillo por su manta.
Compadre, vengo sangrando,
desde los puertos de Cabra.
Si yo pudiera, mocito,
este trato se cerraba.
Pero yo ya no soy yo.
Ni mi casa es ya mi casa.
Compadre, quiero morir
decentemente en mi cama.
De acero, si puede ser,
con las sábanas de holanda.
¿No veis la herida que tengo
desde el pecho a la garganta?
Trescientas rosas morenas
lleva tu pechera blanca.
Tu sangre rezuma y huele
alrededor de tu faja.
Pero yo ya no soy yo.
Ni mi casa es ya mi casa.
Dejadme subir al menos
hasta las altas barandas,
¡dejadme subir!, dejadme
hasta las verdes barandas.
Barandales de la luna
por donde retumba el agua.

                      *

Ya suben los dos compadres
hacia las altas barandas.
Dejando un rastro de sangre.
Dejando un rastro de lágrimas.
Temblaban en los tejados
farolillos de hojalata.
Mil panderos de cristal
herían la madrugada.

                      *

Verde que te quiero verde,
verde viento, verdes ramas.
Los dos compadres subieron.
El largo viento dejaba
en la boca un raro gusto
de hiel, de menta y de albahaca.
¡Compadre! ¿Dónde está, dime?
¿Dónde está tu niña amarga?
¡Cuántas veces te esperó!
¡Cuántas veces te esperara,
cara fresca, negro pelo,
en esta verde baranda!

                   *

Sobre el rostro del aljibe,
se mecía la gitana.
Verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Un carámbano de luna
la sostiene sobre el agua.
La noche su puso íntima
como una pequeña plaza.
Guardias civiles borrachos
en la puerta golpeaban.
Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar.
Y el caballo en la montaña.

Federico García Lorca
(Romancero gitano, 1928)
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