lunes, 30 de abril de 2012

Solo un amor

                     Alejandra Pizarnik

Mi amor se amplía.
Es un paracaídas perfecto.
Es un clic que se exhala y
......su pecho se hace inmenso.
Mi amor no ruge
..............no clama
..............no ruega
..............no ríe.
Su cuerpo es un ojo.
Su piel un mapamundi.
Mis palabras perforan la
.....última señal de su nombre.
Mis besos son anguilas que él
.....se ufana en dejar resbalar.
Mis caricias un chorro reminiscente de
...música sobre fuentes de Roma.
Nadie pudo huir aún de su territorio
.....anímico.
No hay rutas ni pliegues ni insectos. 
Todo es tan terso que mis lágrimas se
.....sublevan.
Mi creación es una mojigatería junto a
.....su rubio carromato.
En estos momentos el tintero alza vuelo y
.....enfila hacia linderos inacabables de
.....mosquitos haciendo el amor.
Suena el fatídico sonido. Ya no vuelo.
Es mi amor que se amplía.
Alejandra Pizarnik
(La tierra más ajena, 1955)

viernes, 27 de abril de 2012

Elegía VI

                L'Hermitage à Pontoise, Camille Pissarro (1830-1903)

Te amé a los quince años. Tú tenías mi edad.
Te amé en la sierra verde bajo un sol de domingo,
cuando al volver de misa paseaba tu familia
por la larga avenida de viejos eucaliptos.

Te amé bajo los pinos de agujas amarillas,
sobre la tierra ocre perfumada de menta.
Te amé sobre las rocas tapizadas de musgo,
sobre los prados verdes y las crujientes eras.

Te amé. Te amé. Es cuanto puedo decir ahora,
mas no recuerdo cuándo empezamos a amarnos.
Todo empezó lo mismo que un claro día de junio.
Sobre la tierra en flor teníamos quince años.

¿Sería, sin embargo, otoño, primavera
o invierno? Ay, quién sabe cuál era la estación.
¿Te acuerdas tú? La Vida era un rosal al viento...
Ven y dime en qué tiempo empezó nuestro amor.

¿Qué importa que los años nos hayan separado,
qué importa si el recuerdo es lo mismo que un valle
por el cual caminamos cantando, sonriendo
y cogiendo sus flores de perfume inefable?

Oh amada cuyo nombre lejano y melancólico
mi corazón agita como el viento a los bosques,
ven y dime aquel tiempo de pinos murmurantes,
de arroyos, de montañas, de nubes y de amores.

Ven y dime que tú también me amaste entonces
en la sierra, en los pinos y en los negros ocasos.
Oh, dime que me amaste cuando sobre la tierra
ardiente y amarilla teníamos quince años.

Ricardo Molina
(Elegías de Sandua, 1948)

jueves, 19 de abril de 2012

Alla luna

       Ensueño, Joan Brull Vinyoles (1863-1912)

 O graziosa luna, io mi rammento
che, or volge l'anno, sovra questo colle
io venia pien d'angoscia a rimirarti:
e tu pendevi allor su quella selva
siccome or fai, che tutta la rischiari.
Ma nebuloso e tremulo dal pianto
che mi sorgea sul ciglio, alle mie luci
il tuo volto apparia, che travagliosa
era mia vita: ed è, né cangia stile,
o mia diletta luna. E pur mi giova
la ricordanza, e il noverar l'etate
del mio dolore. Oh come grato occorre
nel tempo giovanil, quando ancor lungo
la speme e breve ha la memoria il corso,
il rimembrar delle passate cose,
ancor che triste, e che l'affanno duri!

Giacomo Leopardi
(Canti, 1831)

Versión en castellano

....................A LA LUNA

¡Oh tú, graciosa luna!, yo recuerdo
que, hace ahora un año, sobre este collado,
angustiado venía a contemplarte.
Y tú te alzabas sobre aquella selva
como ahora, que toda la iluminas.
Pero confuso y trémulo, del llanto
que anegaba mis ojos, a mi vista
tu rostro se mostraba; pues penosa
era mi vida, y lo es, que no ha cambiado,
¡oh amada luna! Pero me complace
el recuerdo, y el repasar las fechas
de mi dolor. ¡Qué grato es, en el tiempo
juvenil, cuando es largo aún el curso
de la esperanza, y breve la memoria,
de las pasadas cosas el recuerdo,
aunque sea triste y aunque el ansia dure!

(Cantos, 1831)

[Traducción de Rafael Morales]

domingo, 15 de abril de 2012

Los veranos

               Puesta de sol en Étretat, Claude Monet (1840-1926)

                                                                        A Carmen Marí

¡Fueron largos y ardientes los veranos!
Estábamos desnudos junto al mar,
y el mar aún más desnudo. Con los ojos,
y en unos cuerpos ágiles, hacíamos
la más dichosa posesión del mundo.

Nos sonaban las voces encendidas de luna,
y era la vida cálida y violenta,
ingratos con el sueño transcurríamos.
El ritmo tan oscuro de las olas
nos abrasaba eternos, y éramos solo tiempo.
Se borraban los astros en el amanecer
y, con la luz que fría regresaba,
furioso y delicado se iniciaba el amor.

Hoy parece un engaño que fuésemos felices
al modo inmerecido de los dioses.
¡Qué extraña y breve fue la juventud!

Francisco Brines
(El otoño de las rosas, 1986)

sábado, 7 de abril de 2012

A orillas del East River

            East River Park, William Glackens (1870-1938) 

........................................ I
En esta encrucijada,
flagelada por vientos de dos ríos
que despeinan la calle y la avenida,
pisoteada su negrura por gaviotas de luz,
descienden las palabras a mi mano,
picotean los granos de rocío,
buscan entre mis dedos las migajas de lágrimas.

Siempre aspiré a que mis palabras,
las que llevo al papel,
continuasen llorando
–de pena, de felicidad, de desesperanza,
al fin, todo es lo mismo–,
porque yo las había llorado antes;
antes de que desembocasen en el papel blanquísimo,
en el papel deshabitado, que es el morir.
Dejarían en él los ecos asordados, empañados,
de lo que tuvo vida.
Alguien advertiría la humedad de las lágrimas,
lloraría por seres que jamás conoció,
que acaso no es posible que existieran
aunque estuvieron vivos
en el recuerdo o en la imaginación.
Lloraríamos todos por los desconocidos,
los –para mí– difuminados
en la magia del tiempo.

Contra las estructuras
de metal y de vidrio nocturno
rebotan las palabras aún sin forma,
consagradas en el torbellino helado,
y no me hacen llorar.
Yo ya no sé llorar. ¡Y mira que he llorado!

José Hierro
(Cuaderno de Nueva York, 1998)

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