jueves, 31 de enero de 2013

Antífona

    Odalisca con pandereta, Léon-François Comerre (1850-1916)

    Ven, reina de los besos, flor de la orgía,
amante sin amores, sonrisa loca...
Ven, que yo sé la pena de tu alegría
y el rezo de amargura que hay en tu boca. 


    Yo no te ofrezco amores que tú no quieres;
conozco tu secreto, virgen impura;
amor es enemigo de los placeres
en que los dos ahogamos nuestra amargura. 


    Amarnos...¡Ya no es tiempo de que me ames!
A ti y a mí nos llevan olas sin leyes.
¡Somos a un mismo tiempo santos e infames,
somos a un mismo tiempo pobres y reyes! 


    ¡Bah! Yo sé que los mismos que nos adoran,
en el fondo nos guardan igual desprecio.
Y justas son las voces que nos desdoran...
Lo que vendemos ambos no tiene precio. 


    Así los dos, tú amores, yo poesía,
damos por oro a un mundo que despreciamos...
¡Tú, tu cuerpo de diosa; yo, el alma mía...!
Ven y reiremos juntos mientras lloramos. 


    Joven quiere en nosotros Naturaleza
hacer, entre poemas y bacanales,
el imperial regalo de la belleza,
luz, a la oscura senda de los mortales. 


    ¡Ah! Levanta la frente, flor siempreviva,
que das encanto, aroma, placer, colores...
Diles con esa fresca boca lasciva...
¡que no son de este mundo nuestros amores! 


    Igual camino en suerte nos ha cabido.
Un ansia igual nos lleva, que no se agota,
hasta que se confundan en el olvido
tu hermosura podrida, mi lira rota. 


    Crucemos nuestra calle de la amargura,
levantadas las frentes, juntas las manos...
¡Ven tú conmigo, reina de la hermosura;
hetairas y poetas somos hermanos!


Manuel Machado
(Alma, 1902)

jueves, 24 de enero de 2013

El viaje definitivo

            Emparrado, Ignacio Pinazo Camarlench (1849-1916)

     ...Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros
cantando;
y se quedará mi huerto, con su verde árbol,
y con su pozo blanco.

    Todas las tardes, el cielo será azul y plácido;
y tocarán, como esta tarde están tocando,
las campanas del campanario. 

    Se morirán aquellos que me amaron;
y el pueblo se hará nuevo cada año;
y en el rincón aquel de mi huerto florido y encalado,
mi espíritu errará, nostáljico... 

    Y yo me iré; y estaré solo, sin hogar, sin árbol
verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y plácido...
Y se quedarán los pájaros cantando.


Juan Ramón Jiménez
(Segunda antolojía poética, 1922) 

sábado, 19 de enero de 2013

Desde el umbral del sueño me llamaron

             Jardingane (Algorta), Jaime Morera Galicia (1854-1927)

    Desde el umbral de un sueño me llamaron... 
Era la buena voz, la voz querida. 
    -Dime: ¿vendrás conmigo a ver el alma?.... 
Llegó a mi corazón una caricia. 
    -Contigo siempre....Y avancé en mi sueño 
por una larga, escueta galería, 
sintiendo el roce de la veste pura 
y el palpitar suave de la mano amiga.

Antonio Machado
(Soledades, galerías y otros poemas, 1907)

miércoles, 16 de enero de 2013

Mon rêve familier

   Ophelia, Arthur Hughes (1832-1915)

Je fais souvent ce rêve étrange et pénétrant
D'une femme inconnue, et que j'aime, et qui m'aime,
Et qui n'est, chaque fois, ni tout à fait la même
Ni tout à fait une autre, et m'aime et me comprend.

Car elle me comprend, et mon coeur, transparent
Pour elle seule, hélas! cesse d'être un problème,
Pour elle seule, et les moiteurs de mon front blême,
Elle seule les sait rafraîchir en pleurant.

Est-elle brune, blonde ou rousse? –Je l'ignore.
Son nom? Je me souviens qu'il est doux et sonore
Comme ceux des aimés que la Vie exila.

Son regard est pareil au regard des statues,
Et, pour sa voix, lointaine, et calme, et grave, elle a
L'inflexion des voix chères qui se sont tues.


Paul Verlaine
(Poèmes saturniens, 1866) 

Versión al castellano de Un poema cada día

Mi sueño familiar

Tengo a menudo un sueño extraño, penetrante
con una mujer ignota, que amo, y me ama.
Y no es, cada vez, ni del todo la misma
ni del todo distinta, y me ama y comprende.

Me comprende, y mi corazón, transparente
para ella sola, ¡ay!, deja de ser un problema,
para ella sola, y el sudor de mi pálida frente,
Solo ella lo sabe refrescar cuando llora.

¿Es morena, rubia o pelirroja? –Lo ignoro.
¿Su nombre? Me acuerdo de que es dulce y sonoro
como los de amados que la Vida exilió.

Su mirada es como la de las estatuas,
y, en su voz, lejana, calma y grave, tiene
la inflexión de caras voces apagadas.

(Poemas saturnianos)

jueves, 10 de enero de 2013

Era un aire suave

              Baile delante de una fuente, Nicolas Lancret (1690-1743)

    Era un aire suave, de pausados giros:
el hada Harmonía ritmaba sus vuelos,
e iban frases vagas y tenues suspiros
entre los sollozos de los violoncelos. 

    Sobre la terraza, junto a los ramajes,
diríase un trémolo de liras eolias
cuando acariciaban los sedosos trajes,
sobre el tallo erguidas, las blancas magnolias. 

    La marquesa Eulalia risas y desvíos
daba a un tiempo mismo para dos rivales:
el vizconde rubio de los desafíos
y el abate joven de los madrigales.
   Cerca, coronado con hojas de viña,
reía en su máscara Término barbudo,
y, como un efebo que fuese una niña,
mostraba una Diana su mármol desnudo. 

    Y bajo un boscaje del amor palestra,
sobre rico zócalo al modo de Jonia,
con un candelabro prendido en la diestra
volaba el Mercurio de Juan de Bolonia. 

    La orquesta perlaba sus mágicas notas;
un coro de sones alados se oía;
galantes pavanas, fugaces gavotas
cantaban los dulces violines de Hungría. 

    Al oír las quejas de sus caballeros,
ríe, ríe, ríe la divina Eulalia,
pues son su tesoro las flechas de Eros,
el cinto de Cipria, la rueca de Onfalia. 

    ¡Ay de quien sus mieles y frases recoja!
¡Ay de quien del canto de su amor se fíe!
Con sus ojos lindos y su boca roja,
la divina Eulalia ríe, ríe, ríe. 

    Tiene azules ojos, es maligna y bella;
cuando mira, vierte viva luz extraña;
se asoma a sus húmedas pupilas de estrella
el alma del rubio cristal de Champaña. 

    Es noche de fiesta, y el baile de trajes
ostenta su gloria de triunfos mundanos.
La divina Eulalia, vestida de encajes,
una flor destroza con sus tersas manos. 

    El teclado armónico de su risa fina
a la alegre música de un pájaro iguala,
con los staccati de una bailarina
y las locas fugas de una colegiala. 

    ¡Amoroso pájaro que trinos exhala
bajo el ala a veces ocultando el pico;
que desdenes rudos lanza bajo el ala,
bajo el ala aleve del leve abanico! 

    Cuando a medianoche sus notas arranque
y en arpegios áureos gima Filomela,
y el ebúrneo cisne, sobre el quieto estanque
como blanca góndola imprima su estela, 

    la marquesa alegre llegará al boscaje,
boscaje que cubre la amable glorieta
donde han de estrecharla los brazos de un paje,
que, siendo su paje, será su poeta. 

    Al compás de un canto de artista de Italia
que en la brisa errante la orquesta deslíe,
junto a los rivales, la divina Eulalia,
la divina Eulalia, ríe, ríe, ríe. 

    ¿Fue acaso en el tiempo del rey Luis de Francia,
sol con corte de astros, en campos de azur,
cuando los alcázares llenó de fragancia
la regia y pomposa rosa Pompadour? 

    ¿Fue cuando la bella su falda cogía
con dedos de ninfa, bailando el minué,
y de los compases el ritmo seguía,
sobre el tacón rojo, lindo y leve el pie? 

    ¿O cuando pastoras de floridos valles
ornaban con cintas sus albos corderos
y oían, divinas Tirsis de Versalles,
las declaraciones de sus caballeros? 

    ¿Fue en ese buen tiempo de duques pastores,
de amantes princesas y tiernos galanes,
cuando entre sonrisas y perlas y flores
iban las casacas de los chambelanes?  

    ¿Fue acaso en el Norte o en el Mediodía?
Yo el tiempo y el día y el país ignoro;
pero sé que Eulalia ríe todavía,
¡y es cruel y eterna su risa de oro!


Rubén Darío
(Prosas profanas, 1896)

martes, 8 de enero de 2013

Caupolicán

       Lucha de Hércules con el león de Nemea, Francisco de Zurbarán (1598-1664)
                                                                             A Henrique Hernández Miyares
    Es algo formidable que vio la vieja raza;
robusto tronco de árbol al hombro de un campeón
salvaje y aguerrido, cuya fornida maza
blandiera el brazo de Hércules, o el brazo de Sansón.

    Por casco sus cabellos, su pecho por coraza,
pudiera tal guerrero, de Arauco en la región,
lancero de los bosques, Nemrod que todo caza,
desjarretar un toro, o estrangular un león.

    Anduvo, anduvo, anduvo. Le vio la luz del día,
le vio la tarde pálida, le vio la noche fría,
y siempre el tronco de árbol a cuestas del titán.

    «¡El Toqui, el Toqui!», clama la conmovida casta.
Anduvo, anduvo, anduvo. La Aurora dijo: «Basta»,
e irguióse la alta frente del gran Caupolicán.


Rubén Darío
(Azul, 1888)

viernes, 4 de enero de 2013

Rêvé pour l'hiver

                 El beso, Henri de Toulouse-Lautrec (1864-1901)
                                                                                                                                     À Elle
 L'hiver nous irons dans un petit wagon rose
                         Avec des coussins bleus.
Nous serons bien. Un nid de baisers fous repose
                         Dans chaque coin moelleux.
Tu fermeras l'oeil, pour ne point voir, par la glace,
                      Grimacer les ombres des soirs,
Ces monstruosités hargneuses, populace
                      De démons noirs et de loups noirs.

Puis tu te sentiras la joue égratignée...
Un petit baiser, comme une folle araignée,
                     Te courra par le cou...

Et tu me diras: "Cherche!" en inclinant la tête,
–Et nous prendrons du temps à trouver cette bête
                    Qui voyage beaucoup...

Arthur Rimbaud
(En Wagon, le 7 octobre 1870)

Versión al castellano de Un poema cada día

                Ideal para el invierno
                                                                                              A Ella
 En el invierno, iremos en un pequeño vagón rosa
                         con cojines azules.
Nos sentiremos bien. Un nido de besos locos descansa
                         en cada rincón mullido.
Cerrarás los ojos, para no ver, por el cristal,
                      gesticular las sombras de la tarde,
esas monstruosidades coléricas, populacho
                      de demonios negros y de lobos negros.

Luego te sentirás la mejilla arañada...
Un pequeño beso, como una loca araña,
                      te correrá por el cuello...

Y me dirás: "¡Busca!", inclinando la cabeza,
–y nos llevará tiempo encontrar a esta bestia
                    que viaja mucho...
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