viernes, 21 de diciembre de 2012

To Fanny

 Hermosa Rosamunda, Arthur Hughes (1832-1915)

    I cry your mercy—pity—love!—aye, love! 
Merciful love that tantalizes not,
One-thoughted, never-wandering, guileless love,
Unmasked, and being seen—without a blot!

    O! let me have thee whole,—all—all—be mine!
That shape, that fairness, that sweet minor zest
Of love, your kiss,—those hands, those eyes divine,
That warm, white, lucent, million-pleasured breast,—

    Yourself—your soul—in pity give me all,
Withhold no atom’s atom or I die,
Or living on, perhaps, your wretched thrall,

    Forget, in the midst of idle misery,
Life’s purposes,—the palate of my mind
Losing its gust, and my ambition blind!

John Keats
(1795-1821)

Versión en castellano de Un poema cada día

    ¡Imploro tu compasión, piedad, amor! ¡Sí, amor!
Compasivo amor que no atormenta,
único en mi pensamiento, nunca errante, puro amor,
sin máscara, y ya descubierto, ¡sin mancilla!

    ¡Oh! ¡Déjame tenerte entera, toda, toda, sé mía!
Esa forma, esa beldad, ese dulce y pequeño gozo
de amor, tu beso; esas manos, esos ojos divinos,
ese cálido, blanco, radiante, infinitamente placentero pecho,

    a ti misma, tu alma, por piedad, dámelo todo,
no retengas ni un átomo de un átomo o muero,
o si vivo, tal vez, como tu miserable esclavo,

    ¡olvida, en medio de la ociosa desdicha,
los propósitos de la vida, el gusto de mi mente
perdido en su arrebato, y mi ciega ambición!

viernes, 14 de diciembre de 2012

Cántico espiritual (fragmento)

           Bajo los árboles, Thomas Moran (1837-1926)
     
    ¿Adónde te escondiste,
Amado, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste
habiéndome herido;
salí tras ti clamando, y eras ido.

    Pastores, los que fuerdes
allá por las majadas al otero,
si por ventura vierdes
aquel que yo más quiero,
decidle que adolezco, peno y muero.

    Buscando mis amores,
iré por esos montes y riberas;
ni cogeré las flores,
ni temeré las fieras,
y pasaré los fuertes y fronteras.

    ¡Oh bosques y espesuras
plantadas por la mano del Amado!
¡Oh prado de verduras,
de flores esmaltado!
¡Decid si por vosotros ha pasado!

    Mil gracias derramando
pasó por estos sotos con presura,
e, yéndolos mirando,
con sola su figura
vestidos los dejó de hermosura.

    ¡Ay! ¿Quién podrá sanarme?
Acaba de entregarte ya de vero.
No quieras enviarme
de hoy más ya mensajero;
que no saben decirme lo que quiero.

    Y todos cuantos vagan
de ti me van mil gracias refiriendo,
y todos más me llagan,
y déjame muriendo
un no sé qué que quedan balbuciendo.


San Juan de la Cruz

(1542-1591)

jueves, 6 de diciembre de 2012

Despedir-se

      Jardín de las Elegías. Son Moragas, Santiago Rusiñol (1861-1931)

He tret catifes i cortines,
les taules on fa temps que no menjo ni escric.
He tret els quadres i he pintat els murs
per esborrar les marques de tants anys.
He guardat alguns llibres. Sé quins són.
He destruït cartes d'amor.
Silenciosos, els amors
ara són icebergs errants del pensament.
Sense racons per a la por, la casa
m'ha despullat els ulls. Ni l'esperança
pertorbarà l'última mort.
No hi ha cap altra casa pels qui estimo.


Joan Margarit
(Misteriosament feliç, 2008)

Versión al castellano de Un poema cada día

He sacado alfombras y cortinas,
las mesas donde hace tiempo que no como ni escribo.
He sacado los cuadros y he pintado los muros
para borrar las marcas de tantos años.
He guardado algunos libros. Sé cuáles son.
He destruido cartas de amor.
Silenciosos, los amores
ahora son icebergs errantes del pensamiento.
Sin rincones para el miedo, la casa
me ha desnudado los ojos. Ni la esperanza
perturbará la última muerte.
No hay ninguna otra casa para los que amo.

domingo, 2 de diciembre de 2012

La fabulosa eternidad

         Sendero en el jardín del artista, Claude Monet (1840-1926)

Es rosa el monte tras el mudo huerto
del otoño. Los pájaros confunden
ramas, vuelos y trinos; y en el mar
se adormecen las velas solitarias.
Cuelgan de las palmeras los dorados
racimos, y los aires vienen breves
a golpear las ramas del naranjo.
Un aroma de tardíos jazmines
da a mi carne vigor, y juventud.
Los rosales son zarzas y son fuego:
se desnudan de olor. Y son sus flores
sangrientas, blancas, rosas, amarillas.
La casa esplende bajo el sol tardío;
el tiempo es una luz ya muy cansada.

Puntean las estrellas, y algún frío
baja el azul; es hosca la llegada
de los cuervos que baten el pinar.
Aquí, en este lugar, supo mi infancia
que era eterna la vida, y el engaño
da a mis ojos amor. Hoy miro el mundo
como el amante sabe, abandonado,
que quien le desdeñó le merecía.
Y todo pudo ser, pues fue vivido,
y este rumor de tiempo que yo soy
recuerda, como un sueño, que fue eterno.

Francisco Brines
(El otoño de las rosas, 1986)
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