miércoles, 29 de enero de 2014

Noche serena

  
 
             La noche estrellada sobre el Ródano, Vincent van Gogh (1888)

    Cuando contemplo el cielo,
de innumerables luces adornado,
y miro hacia el suelo
de noche rodeado,
en sueño y en olvido sepultado,

    el amor y la pena
despiertan en mi pecho un ansia ardiente;
despiden larga vena
los ojos hechos fuente,
Loarte, y digo al fin con voz doliente:

    «Morada de grandeza,
templo de claridad y hermosura,
el alma, que a tu alteza
nació, ¿qué desventura
la tiene en esta cárcel baja, escura?

    ¿Qué mortal desatino
de la verdad aleja así el sentido,
que, de tu bien divino
olvidado, perdido
sigue la vana sombra, el bien fingido?

    El hombre está entregado
al sueño, de su suerte no cuidando,
y, con paso callado,
el cielo, vueltas dando,
las horas del vivir le va hurtando.

    ¡Oh, despertad, mortales!
¡Mirad con atención en vuestro daño!
Las almas inmortales,
hechas a bien tamaño,
¿podrán vivir de sombra y de engaño?

    ¡Ay, levantad los ojos
aquesta celestial eterna esfera! 

Burlaréis los antojos
de aquesa lisonjera
vida, con cuanto teme y cuanto espera.

    ¿Es más que un breve punto
el bajo y torpe suelo, comparado
con ese gran trasunto,
do vive mejorado
lo que es, lo que será, lo que ha pasado?

    Quien mira el gran concierto
de aquestos resplandores eternales,
su movimiento cierto,
sus pasos desiguales
y en proporción concorde tan iguales;

    la Luna cómo mueve
la plateada rueda, y va en pos della
la Luz do el saber llueve,
y la graciosa Estrella
de amor la sigue reluciente y bella;

    y cómo otro camino
prosigue el sanguinoso Marte airado,
y el Júpiter benino,
de bienes mil cercado,
serena el cielo con su rayo amado;

    —rodéase en la cumbre
Saturno, padre de los siglos de oro;
tras él la muchedumbre
del reluciente coro
su luz va repartiendo y su tesoro—:

    ¿quién es el que esto mira
y precia la bajeza de la tierra,
y no gime y suspira,
y rompe lo que encierra
el alma y destos bienes la destierra?

    Aquí vive el contento,
aquí reina la paz; aquí, asentado
en rico y alto asiento,
está el Amor sagrado,
de glorias y deleites rodeado;

    inmensa hermosura
aquí se muestra toda, y resplandece
clarísima luz pura,
que jamás anochece;
eterna primavera aquí florece.

    ¡Oh campos verdaderos!
¡Oh prados con verdad frescos y amenos!
¡Riquísimos mineros!
¡Oh deleitosos senos!
¡Repuestos valles de mil bienes llenos!»


Fray Luis de León
(1527-1591)

sábado, 25 de enero de 2014

Soneto VIII

 Retrato de Lucrezia Panciatichi, Angelo Bronzino (1503-1572)

     De aquella vista pura y excelente
salen espirtus vivos y encendidos,
y siendo por mis ojos recebidos,
me pasan hasta donde el mal se siente;
 

     éntranse en el camino fácilmente
por do los mios, de tal calor movidos,
salen fuera de mí como perdidos,
llamados de aquel bien que está presente.

     Ausente, en la memoria la imagino;
mis espirtus, pensando que la vían,
se mueven y se encienden sin medida;

     mas no hallando fácil el camino,
que los suyos entrando derretían,
revientan por salir do no hay salida.


 Garcilaso de la Vega
(h. 1501-1536)

miércoles, 22 de enero de 2014

Soneto XI

                        Hilas y las ninfas, Henrietta Rae (1859-1928)

Hermosas ninfas, que en el río metidas,
contentas habitáis en las moradas
de relucientes piedras fabricadas
y en columnas de vidrio sostenidas,


agora estéis labrando embebecidas
o tejiendo las telas delicadas,
agora unas con otras apartadas
contándoos los amores y las vidas:

dejad un rato la labor, alzando
vuestras rubias cabezas a mirarme,
y no os detendréis mucho según ando,

que o no podréis de lástima escucharme,
o convertido en agua aquí llorando,
podréis allá despacio consolarme.


Garcilaso de la Vega
(h. 1501-1536)

miércoles, 15 de enero de 2014

Una mujer y un hombre

                          El beso, Edvard Munch (1897)

Una mujer y un hombre llevados por la vida,
una mujer y un hombre cara a cara
habitan en la noche, desbordan por sus manos,
se oyen subir libres en la sombra,
sus cabezas descansan en una bella infancia
que ellos crearon juntos, plena de sol, de luz,
una mujer y un hombre atados por sus labios
llenan la noche lenta con toda su memoria,
una mujer y un hombre más bellos en el otro
ocupan su lugar en la tierra.


Juan Gelman
(Gotán, 1962)

lunes, 13 de enero de 2014

Platero

                                              Platero en bronce, obra del escultor León Ortega (1963)
 
    Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón; que no lleva huesos. Solo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro.
    Lo dejo suelto, y se va al prado, y acaricia tibiamente con su hocico, rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes y gualdas… Lo llamo dulcemente: “¿Platero?”, y viene a mí con un trotecillo alegre que parece que se ríe, en no sé qué cascabeleo ideal…
    Come cuanto le doy. Le gustan las naranjas mandarinas, las uvas moscateles, todas de ámbar, los higos morados, con su cristalina gotita de miel…
    Es tierno y mimoso igual que un niño, que una niña…; pero fuerte y seco por dentro, como de piedra. Cuando paseo sobre él, los domingos, por las últimas callejas del pueblo, los hombres del campo, vestidos de limpio y despaciosos, se quedan mirándolo:
    —Tien´asero
    Tiene acero. Acero y plata de luna, al mismo tiempo.
 
Juan Ramón Jiménez
(Platero y yo, 1914) 

Este año se celebra el centenario de la primera edición de esta deliciosa obra juanramoniana. Constaba de 63 capítulos. La edición definitiva se publicaría en 1917, con 138 capítulos en total.

sábado, 11 de enero de 2014

Romance del rey moro que perdió Alhama

        La Alcazaba y Torres Bermejas, Manuel Gómez Moreno (h. 1887)

Paseábase el rey moro
por la ciudad de Granada,
desde la puerta de Elvira
hasta la de Vivarrambla.
¡Ay de mi Alhama!

Cartas le fueron venidas
que Alhama estaba ganada;
las cartas echó en el fuego
y al mensajero matara.

¡Ay de mi Alhama! 
Descabalga de una mula
y en un caballo cabalga;
por el Zacatín arriba
subido se había al Alhambra.

¡Ay de mi Alhama! 
Como en el Alhambra estuvo,
al mismo punto mandaba
que se toquen sus trompetas,
sus añafiles de plata.
¡Ay de mi Alhama!
Y que las cajas de guerra
aprisa toquen alarma,
porque lo oigan sus moros,
los de la Vega y Granada.
¡Ay de mi Alhama!
Los moros, que el son oyeron,
que al sangriento Marte llama,
uno a uno y dos a dos,
juntado se ha gran batalla.
 
¡Ay de mi Alhama!
Allí habló un moro viejo,
de esta manera hablara:
—¿Para qué nos llamas, rey?
¿Para qué es esta llamada?
 
¡Ay de mi Alhama! 
—Habéis de saber, amigos,
una nueva desdichada,
que cristianos de braveza
ya nos han ganado Alhama.
 
¡Ay de mi Alhama! 
Allí habló un alfaquí
de barba crecida y cana:
—Bien se te emplea, buen rey,
buen rey, bien se te empleara.
 
¡Ay de mi Alhama! 
Mataste los Bencerrajes,
que eran la flor de Granada;
cogiste los tornadizos
de Córdoba la nombrada.

 ¡Ay de mi Alhama! 
Por eso mereces, rey,
una pena muy doblada:
que te pierdas tú y el reino,
y aquí se pierda Granada.

 ¡Ay de mi Alhama! 

Anónimo
(Siglo XV)

viernes, 3 de enero de 2014

Soy Sancho Panza, escude-

Ilustración para el Quijote de Ricardo Balaca (1880-1883)

Soy Sancho Panza, escude-
del manchego don Quijo-;
puse pies en polvoro-,
por vivir a lo discre-,
que el tácito Villadie-
toda su razón de esta-
cifró en una retira-,
según siente Celesti-,
libro, en mi opinión divi-
si encubriera más lo huma-.


Miguel de Cervantes
(El ingenioso hidalgo Don Quijote de La Mancha, 1605)

Cervantes introduce, tras el prólogo de la primera parte del Quijote, una serie de poemas de tono burlesco,  parodia de los que solían aparecer al comienzo de las novelas de caballerías para elogiar a sus protagonistas. Este, escrito con versos de cabo roto y alusivo a Sancho, va precedido de la siguiente leyenda: "Del Donoso, poeta entreverado, a Sancho Panza".
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