lunes, 25 de noviembre de 2013

La corriente

           Música azul y verde, Georgia O'Keeffe (1919)

Si cierras la puerta con tanto aspaviento
levantas corriente
y vuelan las cosas que reposan tranquilas
posándose en sitios que no les pertenecen.
La mesa en el pasillo
            la alfombra en la alacena
                      el jarrón en el jardín.
Y al regresar nada es cercano.
Es insólito, disparatado e impropio.
Volviste con premura y                   a ordenar.
                                        no dio 
                                                 tiempo

Vega Cerezo
(La sirena dormida, 2010)

viernes, 22 de noviembre de 2013

En el tiempo que me vi

Romeo en el lecho de muerte de Julieta, Johann Heinrich Füssli (1809)

En el tiempo que me vi
más alegre y placentero,
encontré con un palmero
que me habló y dijo así:
–¿Dónde vas, el caballero?
¿Dónde vas, triste de ti?
Muerta es tu linda amiga,
muerta es, que yo la vi;
las andas en que ella iba
de luto las vi cubrir,
duques, condes la lloraban
todos por amor de ti;
dueñas, damas y doncellas
llorando dicen así:
–¡Oh triste del caballero
que tal dama pierde aquí!

Anónimo
(Siglo XV)

domingo, 17 de noviembre de 2013

Jardín de nuevo, IV

 

                                  Acme y Septimio, Frederic Leighton (h. 1868)

Si ella me ofreciera de su boca nuevamente
la manzana del árbol de la vida
y como ayer brillaran los ojos de la sierpe
por detrás de su corteza encarnada
igual mordería por besarla aunque supiera
el misterio del edénico exilio,
la vergüenza que cubre los sueños más hermosos
y la sed de los jardines perdidos.


Si ella me llamara ven amor desde las torres
del templo de las nubes subiría;
si a brazo no pudiera lo haría a santidad,
buscando muerte lenta y buenas obras
para que al fin me nacieran dos alas de oro
en la espalda cargada de milagros
y volar y hacer pudiera de aire nuestro nido,
el nuevo paraíso de los labios.


Si ella me llamara Salomón y rey yo fuera
y postradas de hinojos ante mí
princesas concubinas, mancebos querubines
cantaran ven al tálamo florido
a todos negaría mi cuerpo, que es el suyo,
y a la casa pequeña volvería
mordiendo una vez más lo que escapa a Salomón:
la manzana del árbol de la vida.


Álvaro Tato
(Hexateuco, 2000)

viernes, 8 de noviembre de 2013

To Autumn

                  Bosque en otoño, Walter Moras (1856-1925)
 I
 Season of mists and mellow fruitfulness,
Close bosom-friend of the maturing sun,
Conspiring with him how to load and bless
With fruit the vines that round the thatch-eves run;
To bend with apples the mossed cottage-trees,
And fill all fruit with ripeness to the core;
To swell the gourd, and plump the hazel shells
With a sweet kernel; to set budding more,
And still more, later flowers for the bees,
Until they think warm days will never cease,
For Summer has o'er-brimmed their clammy cells.

II
Who hath not seen thee oft amid thy store?
Sometimes whoever seeks abroad may find
Thee sitting careless on a granary floor,
Thy hair soft-lifted by the winnowing wind;
Or on a half-reaped furrow sound asleep,
Drowsed with the fume of poppies, while thy hook
Spares the next swath and all its twined flowers;
And sometimes like a gleaner thou dost keep
Steady thy laden head across a brook;
Or by a cider-press, with patient look,
Thou watchest the last oozings hours by hours.

III
Where are the songs of Spring? Ay, where are they?
Think not of them, thou hast thy music too,–
While barred clouds bloom the soft-dying day,
And touch the stubble-plains with rosy hue;
Then in a wailful choir the small gnats mourn
Among the river sallows, borne aloft
Or sinking as the light wind lives or dies;
And full-grown lambs loud bleat from hilly bourn;
Hedge-crickets sing; and now with treble soft
The red-breast whistles from a garden-croft;
And gathering swallows twitter in the skies.

John Keasts
(To Autumn, 1819)

I
Época de neblinas, de fértiles sazones,
Compañera entrañable del sol casi maduro,
Conspirando con él cómo llenar las viñas
Que escalan por las bardas con bendición de frutos
O encorvar con manzanas los árboles del huerto.
Eres tú quien los frutos sazonas hondamente,
Hinches la calabaza, la cáscara morena
Llenas con dulce almendra, y tan diversos brotes
De flores ya tardías regalas a la abeja,
Que los cálidos días supone interminables,
Desbordando el verano de sus celdas viscosas.

II
¿Quién no te ha contemplado ceñido de abundancia?
Aquel que en torno mira hallarte suele
Sentado con descuido en los graneros,
Tu pelo levantado al viento que lo aventa,
O en surco aún no segado dormir profundamente,
Ebrio de adormideras, en tanto tu hoz respeta
La próxima gavilla de flores enlazadas.
Otras, como un espigador, mantienes fijamente
Tu cabeza inclinada encima de un arroyo,
O con ojos pacientes en el lagar contemplas
La cidra hora tras hora correr en gotas últimas.

III
¿Adónde con sus cantos se fue la primavera?
Mas no los recordemos, que en ti música hay.
Cuando florece en nubes el día declinante
Cubriendo los rastrojos de un matiz sonrosado,
Un coro lastimero de cínifes se duele
Entre orillas de sauces, que erguidos o doblados
Siguen al viento leve según renace o muere.
Hay corderos que balan por su otero nativo
Mientras cantan los grillos, y luego, blandamente,
El petirrojo silba cerca de alguna huerta
O trinan por el cielo bandos de golondrina.

(Al otoño)

[Traducción al castellano de Luis Cernuda]

martes, 5 de noviembre de 2013

Adolescente fui en días idénticos a nubes

          Pérgola en Amalfi, Carl Frederik Aagaard (h. 1880)
 
Adolescente fui en días idénticos a nubes,
Cosa grácil, visible por penumbra y reflejo,
Y extraño es, si ese recuerdo busco,
Que tanto, tanto duela sobre el cuerpo de hoy.
 
Perder placer es triste
Como la dulce lámpara sobre el lento nocturno;
Aquel fui, aquel fui, aquel he sido;
Era la ignorancia mi sombra.
 
Ni gozo ni pena; fui niño
Prisionero entre muros cambiantes;
Historias como cuerpos, cristales como cielos,
Sueño luego, un sueño más alto que la vida.
 
Cuando la muerte quiera
Una verdad quitar de entre mis manos,
Las hallará vacías, como en la adolescencia
Ardientes de deseo, tendidas hacia el aire.
 
Luis Cernuda
(Donde habite el olvido, 1932-1933)

domingo, 3 de noviembre de 2013

El otoño cruzaba

                          En el Saco, Albert Bierstadt (1830-1902)

El otoño cruzaba
las colinas de débiles
temblores. Cada
hoja caída
estremecía toda una montaña.

Leve rumor de luces y de brisas
rodaba por el valle, se acercaba.
Los pájaros dejaban bruscamente
temblorosas las ramas
cayéndose hacia el cielo, arrebatados
por una fuerza extraña.
Las carnosas ortigas
se apretaban
como un rebaño
inquieto. Levantaban del agua
su cabeza, los juncos.
Las verdinegras zarzas
se crecían.
Imperceptibles, más delgadas
por la tensa postura de su espera,
las hierbas, anhelantes…

                                            Tú llegabas,
y una amarilla paz de hojas caídas
reponía el silencio a tus espaldas.

Ángel González
(Áspero mundo, 1956)
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