domingo, 28 de noviembre de 2021

Rima XIV

      Bella joven bajo un naranjo, Émile Vernon (1919)

    Te vi un punto y flotando ante mis ojos
la imagen de tus ojos se quedó,
como la mancha oscura orlada en fuego
que flota y ciega si se mira al sol.

    Adondequiera que la vista clavo
torno a ver sus pupilas llamear;
mas no te encuentro a ti, que es tu mirada,
unos ojos, los tuyos, nada más.

    De mi alcoba en el ángulo los miro
desasidos fantásticos lucir:
cuando duermo los siento que se ciernen
de par en par abiertos sobre mí.

    Yo sé que hay fuegos fatuos que en la noche
llevan al caminante a perecer:
yo me siento arrastrado por tus ojos,
pero adónde me arrastran no lo sé.

Gustavo Adolfo Bécquer
         (Rimas, 1871)

martes, 19 de octubre de 2021

Cancioncilla de la maestra herrera

La primavera extiende un verde regazo de flores, John William Watherhouse (1910)

Yo soy la pastora
de la zarzamora.
La sacerdotisa
de la yerbaluisa.
La que por antojo
se come el hinojo
y mezcla verbena
con la hierbabuena.

Yo soy la zagala
de la hierba mala:
con rito pagano
arrojo el aciano
en medio del fuego
y parto el espliego…
Y trenzo el lentisco
con el malvavisco.

Yo soy la doncella
de hierba centella:
provoco los celos
hirviendo napelos,
consigo mimosas
de las escabiosas
o desato llantos
con los amarantos.

¡Ay, la mejorana!
¿Quién ciega a la rana?
¿Quién sangra al cuclillo?
Por el culantrillo
o por el cantueso,
sé atraer el beso
de la adolescente
con nardo caliente.

Yo seré una lamia.
Sembraré la infamia,
urdiré el estrago
con sangre de drago.

Seré la lobezna
de la lechetrezna,
cebando medusas
con leche de aethusas.

Seré la sanguina
de lengua cervina,
fulva sanguisorba
que la vida sorba.
Hilaré con ruecas
de tibias resecas
la nácar lunara
de la dulcamara.

Yo soy la hechicera
de la enredadera,
de la serpentaria,
de la pasionaria,
de la cannabina
y de la sabina.
¡Y del estramonio
y engaño al demonio!

Alfonsa de la Torre
(Plazuela de las obediencias, 1969)

sábado, 16 de octubre de 2021

un ámbito conforme

              Árboles a la orilla del lagoPeder Mørk Mønsted

si ha de hacerse de nuevo el mundo
con palabras
será un mundo de vida
y muerte naturales
sin golpes
plomos
              un ámbito conforme
              sin golpes
              sin zarpazos
              sin máscaras tallándose
              con sabia transfusión de sábila
descansa
              espera
espera que se haga un gran silencio
sobre el salón silente bajo cielo
ha de esperarse aviso con campanas
o algo que anuncie el paso
             de la última paloma
             del arca milenaria

si ha de hacerse de nuevo el mundo
por palabras
             candado para el cielo de misiles
             drenaje para mares sin barcazas
             nada de acero     de invasiones
nadie provoque que ha visto los relojes
que marcan los flagelos

si ha de hacerse de nuevo el mundo
por palabras
se declara testigo
             al río estrecho
             que vela    que es guardián
             de la aún cautiva
             paloma de la paz

si ha de hacerse de nuevo
un mundo que fracase        corazón         tente
si no se hace de nuevo
qué quedará a los ojos para verse

Aida Cartagena Portalatín
(En la casa del tiempo, 1984)

miércoles, 29 de septiembre de 2021

De mis niñeces

Las cuatro estaciones: primavera, François Boucher (1755)

    Siendo yo niño tierno,
con la niña Dorila
me andaba por la selva
cogiendo florecillas,
    de que alegres guirnaldas
con gracia peregrina,
para ambos coronarnos,
su mano disponía.
    Así en niñeces tales
de juegos y delicias
pasábamos felices
las horas y los días.
    Con ellos poco a poco
la edad corrió de prisa,
y fue de la inocencia
saltando la malicia.
    Yo no sé; mas al verme
Dorila se reía,
y a mí de solo hablarla
también me daba risa.
    Luego al darle las flores
el pecho me latía,
y al ella coronarme
quedábase embebida.
    Una tarde tras esto
vimos dos tortolitas,
que con trémulos picos
se halagaban amigas
    y de gozo y deleite,
cola y alas caídas,
centellantes sus ojos,
desmayadas gemían.
    Alentonos su ejemplo,
y entre honestas caricias
nos contamos turbados
nuestras dulces fatigas;
    y en un punto cual sombra
voló de nuestra vista
la niñez, mas en torno
nos dio el Amor sus dichas.

Juan Meléndez Valdés
(1754-1817)

martes, 31 de agosto de 2021

Rose is a rose is a rose is a rose ou da denominación das especies

                Día de verano junto al mar, Hans Busse (h. 1914)

Bergk di que a historia dun texto é coma unha longa caricia.
cando Gertrude Stein contradí a Shakespeare utiliza case as 
               mesmas palabras
algo similar acontece
coa denominación das especies. 

imaxina recibir o nome dun naturalista xesuíta que se despraza
               ás Filipinas no XVII
e nin sequera repara en ti,
porque os bosques de sándalo
ou os tarsios
—esa familia de primates minúsculos con ollos de oliva—
conseguen distraelo,
tirándolle das puntas da capa cuns dedos case humanos.

algunhas neves máis tarde, entre os muros da Universidade de
              Uppsala
o príncipe dos botánicos bautízate en homenaxe a aquel que non
              te distinguiu,
mentres no leste asiático
infusionan sen descanso as túas follas,
e protexen os cabelos das rapazas ou o fío das espadas con aceite
              extraído das sementes.
té branco ou té negro, corte limpo ou ferida:
ao fin, son os procesos de oxidación os que sentencian
todo.

nosoutras, que nacemos atadas a París,
e aprendemos nas novelas de Dumas
a apreixar contra o peito un ramo de camelias coa esencia
              mínima
—para evitar a tose,
para evitarmos toda convulsión—,
vixiamos despois a súa floración
na profusa constelación de pazos galegos. 

así, a eclosión invernal é sempre un disparo,
e cada flor, cranio ou ánfora,
preámbulo dunha caída rotunda,
pétalos corrompidos pola humidade
cando tocan a terra.

esa, non o esquezas, será a nosa oración:
ao fin, son os procesos de oxidación os que sentencian
todo.

Alba Cid
(Atlas, 2019)

Versión al castellano de Un poema cada día

Rose is a rose is a rose is a rose o de la denominación de las especies

Bergk dice que la historia de un texto es como una larga caricia.
cuando Gertrude Stein contradice a Shakespeare utiliza casi las 
                 mismas palabras
algo similar acontece
con la denominación de las especies.

imagina recibir el nombre de un naturalista jesuita que se desplaza 
               a las Filipinas en el XVII
y ni siquiera repara en ti,
porque los bosques de sándalo
o los tarsios
—esa familia de primates minúsculos con ojos de oliva—
consiguen distraerlo,
tirándole de las puntas de la capa con unos dedos casi humanos.

algunas nieves más tarde, entre los muros de la Universidad de
               Uppsala
el príncipe de los botánicos te bautiza en homenaje a aquel que no
               te distinguió,
mientras en el este asiático
infusionan sin descanso tus hojas,
y protegen los cabellos de las jóvenes o el filo de las espadas con aceite
              extraído de las semillas.
té blanco o té negro, corte limpio o herida:
al final, son los procesos de oxidación los que sentencian
todo. 

nosotras, que nacemos atadas a París,
y aprendemos en las novelas de Dumas
a estrechar contra el pecho un ramo de camelias con la esencia
               mínima
—para evitar la tos,
para evitarnos toda convulsión—,
vigilamos después su floración
en la profusa constelación de pazos gallegos.

así, la eclosión invernal es siempre un disparo,
y cada flor, cráneo o ánfora,
preámbulo de una caída rotunda,
pétalos corrompidos por la humedad
cuando tocan tierra. 

esa, no lo olvides, será nuestra oración:
al final, son los procesos de oxidación los que sentencian
todo.

Alba Cid
(Atlas, 2019)

miércoles, 18 de agosto de 2021

Adivinanza de la guitarra

                   Guitarrista, Stepan Kovarik (1959)

En la redonda
encrucijada,
seis doncellas
bailan.
Tres de carne
y tres de plata.
Los sueños de ayer las buscan,
pero las tiene abrazadas
un Polifemo de oro.
¡La guitarra!

Federico García Lorca
(Poema del cante jondo, 1921)

lunes, 2 de agosto de 2021

La palabra

                   Lectura en el jardín, Henri Lebasque (1865-1937)

La palabra agotada por su uso,
su propio peso exhausto, su medida,
alza de nuevo su antigua dimensión y viene
—aspiración apenas— a mi lápiz,
tan transitoria y leve
como el amor, en la memoria
atosigada por su desmesura.

Mª Victoria Atencia

(El hueco, 2003)

jueves, 22 de julio de 2021

Si en un carcaj dorado están metidas


                      Cupido,  Giulio Cesare Procaccini (1574-1625)

    Si en un carcaj dorado están metidas,
Amor, tus flechas, bien se ve que a tiento
ciego las sacas con diverso intento
del que después se mira en las heridas.

    Quitas sin vista diferentes vidas
y como las esparces por el viento,
y el blanco no se ve del pensamiento,
por eso quieres y por eso olvidas.

    Tirando así, no hay alma que resista
las duras puntas de tus flechas fieras
porque el mundo contigo se resista.

    ¡Oh, si con vista, dulce amor, nacieras
y acertaras las almas con la vista...!
Mas no fueras amor si la tuvieras.

Lope de Vega
(1562-1635)

lunes, 19 de julio de 2021

Lloraba la niña

                           Un corazón roto, Walter Langley (1894)

Lloraba la niña
(y tenía razón)
la prolija ausencia
de su ingrato amor.
Dejola tan niña,
que apenas, creo yo,
que tenía los años
que ha que la dejó.
Llorando la ausencia
del galán traidor,
la halla la Luna
y la deja el Sol,
añadiendo siempre
pasión a pasión,
memoria a memoria,
dolor a dolor.

Llorad, corazón,
que tenéis razón.


Dícele su madre:
«Hija, por mi amor,
que se acabe el llanto,
o me acabe yo.»
Ella le responde:
«No podrá ser, no:
las causas son muchas,
los ojos son dos.
Satisfagan, madre,
tanta sinrazón,
y lágrimas lloren
en esta ocasión,
tantas como dellos
un tiempo tiró
flechas amorosas
el arquero dios.
Ya no canto, madre,
y si canto yo,
muy tristes endechas
mis canciones son,
porque el que se fue,
con lo que llevó,
se dejó el silencio,
y llevó la voz.»

Llorad, corazón,
que tenéis razón.

Luis de Góngora
(1561-1627)

lunes, 5 de julio de 2021

Yo acuerdo revelaros un secreto

Conversación discreta, Albert Raudnitz (1814-1899)

Yo acuerdo revelaros un secreto
en un soneto, Inés, bella enemiga;
mas, por buen orden que yo en esto siga,
no podrá ser en el primer cuarteto.

Venidos al segundo, yo os prometo
que no se ha de pasar sin que os lo diga;
mas estoy hecho, Inés, una hormiga:
que van fuera ocho versos del soneto.

Pues ved, Inés, qué ordena el duro hado:
que teniendo el secreto ya en la boca
y el modo de decillo preparado,

conté los versos todos y he hallado
que, por la cuenta que a un soneto toca,
ya este soneto, Inés, es acabado.

Baltasar del Alcázar
(1530-1606)

sábado, 12 de junio de 2021

Cual oro era el cabello ensortijado

Retrato de una dama con unicornio, Rafael Sanzio (h. 1505)

Cual oro era el cabello ensortijado
y en mil varias lazadas dividido;
y cuanto en más figuras esparcido,
tanto de más centellas ilustrado;

tal, de lucientes hebras coronado,
Febo aparece en llamas encendido,
tal discurre en el cielo esclarecido
un ardiente cometa arrebatado.

Debajo el puro, propio y sutil velo,
amor, gracia y valor, y la belleza
templada en nieve y púrpura se vía.

Pensara que se abrió esta vez el cielo
y mostró su poder y su riqueza,
si no fuera la Luz del alma mía.

Fernando de Herrera
(1534-1597)

sábado, 22 de mayo de 2021

El ídolo purísimo que adoro

Retrato idealizado de una dama, Sandro Botticcelli (1480)

    El ídolo purísimo que adoro, 
deidad al mundo y en el cielo diosa,
ya condolida de la dolorosa
vida que paso de contino en lloro,

    el ébano, marfil, nieve, ostro, oro,
la púrpura, coral, jacinto, y rosa
pasando por mi vista deseosa,
de invidia mata del Olimpo el coro.

    Yo, que de la visión divina y rara,
cual nunca vieron ojos soberanos,
a no dudar de su deidad aprendo,

    si yerro en adorar su lumbre clara,
desengáñeme amor, que con humanos
ojos por bien mi solo engaño atiendo.

Francisco De la Torre
(h. 1534-h. 1594)

domingo, 16 de mayo de 2021

Junto a su Venus, tierna y bella, estaba

                 Marte, Venus y Amor, Tiziano (h. 1530)

Junto a su Venus, tierna y bella, estaba
todo orgulloso Marte, horrible y fiero,
cubierto de un templado y fino acero
que un claro espejo al sol de sí formaba;

y, mientras ella atenta en él notaba
sangre y furor, con rostro lastimero,
un beso encarecido al gran guerrero
fijó en la frente y de él todo colgaba.

Del precioso coral tan blando efeto
salió que al fiero dios del duro asunto
hizo olvidar con nuevo, ardiente celo.

¡Oh, fuerza extraña!, ¡oh, gran poder secreto,
que puede un solo beso en solo un punto
los dioses aplacar, dar ley al cielo!

Francisco de Aldana
(1537-1578)

sábado, 8 de mayo de 2021

Soneto I

   Castaño junto a un estanque en otoño, Peder Mørk Mønsted (1889)

    Cuando me paro a contemplar mi estado
y a ver los pasos por dó me han traído,
hallo, según por do anduve perdido,
que a mayor mal pudiera haber llegado;

    mas cuando del camino estoy olvidado,
a tanto mal no sé por dó he venido;
sé que me acabo, y mas he yo sentido
ver acabar conmigo mi cuidado.

    Yo acabaré, que me entregué sin arte
a quien sabrá perderme y acabarme
si quisiere, y aun sabrá querello;

    que pues mi voluntad puede matarme,
la suya, que no es tanto de mi parte,
pudiendo, ¿qué hará sino hacello?

Garcilaso de la Vega
(h. 1501-1536) 

sábado, 10 de abril de 2021

Junto al alero

        Castaño en flor, Vincent van Gogh (1890)

Junto al alero,
     flores que nadie advierte:
         las del castaño.

Matsuo Bashō
(Senda hacia tierras hondas, 1694)

Traducción del original (Oku no Hosomichial castellano de Antonio Cabezas para la editorial Hiperión (1993).

jueves, 1 de abril de 2021

His ancestors

                 Melocotoneros en flor, Vincent van Gogh (1889)

He soñado con mis ancestros y su olor a patatas robadas
los he visto varear olivos con la cara llena de espinas
he visto a mis ancestros bailar sobre una montaña de ajos
al abuelo y su traje marrón
a la abuela encendiendo seis velas en el altar de la caldera
hablo del que juega a vestir las cerillas mojadas con barro
     de los que cuentan chistes con la ventana cerrada
he visto a mi madre
una niña con sus primeros pantalones vaqueros mirando
al mar

he visto la ropa en los tendederos de Venecia y a los 
     poetas en Nueva York cuidar una tórtola y su
     dulcimer hecho con nieve pisada
me he visto mirando al nuevo mundo con las memorias
      de Mayakovski bajo el jersey

me he visto mecerme lento en los sueños de una
     chimenea
los barcos el té y los poemas de Emily Dickinson
     escondidos en la sombra de una ballena
he visto a mis hijos cantar ebrios en los confesionarios
el frío como un erizo envuelto en serrín
en alguna colcha yace un pájaro azul
algún sueño sin calcetines que va comiendo rajas de
     sandía
los estudiantes de español me recitan al unísono

Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar
y el caballo en la montaña.

Camino por los pasillos de un mundo que huele a gofre
     y a gasolina.

Mario Obrero
(Peachtree City, 2021)

Con este poemario, Mario Obrero ha ganado el XXXIII Premio Loewe a la Creación Joven. Ha sido editado recientemente por la editorial Visor.

domingo, 21 de marzo de 2021

Qué sé

         Esquina del jardín en Montgeron, Claude Monet (h. 1876)

Atrévete a vivir como tú quieras,
ríe una vez por cada vez que llores,
siembra un jardín que dé frutos y flores
en este estéril páramo de fieras,

cambia por lo que buscas lo que esperas,
lo que conozcas bien por lo que ignores,
regala a los demás mundos mejores
y unas pocas palabras verdaderas,

olvida los halagos y desdenes,
vuelve duda la fe, música el ruido,
ten tus minutos por preciosos bienes

y entre el mañana y el ayer perdido
goza del hoy entero que ahora tienes;
ya sabes todo lo que yo he aprendido.

Álvaro Tato
(Año luz, 2021)

viernes, 12 de marzo de 2021

Defensa de la alegría

Cielo azul sobre un bosque en primaveraPeder Mørk Mønsted (1895)

Defender la alegría como una trinchera
defenderla del escándalo y la rutina
de la miseria y los miserables
de las ausencias transitorias
y las definitivas

defender la alegría como un principio
defenderla del pasmo y las pesadillas
de los neutrales y de los neutrones
de las dulces infamias
y los graves diagnósticos

defender la alegría como una bandera
defenderla del rayo y la melancolía
de los ingenuos y de los canallas
de la retórica y los paros cardiacos
de las endemias y las academias

defender la alegría como un destino
defenderla del fuego y de los bomberos
de los suicidas y los homicidas
de las vacaciones y del agobio
de la obligación de estar alegres

defender la alegría como una certeza
defenderla del óxido y la roña
de la famosa pátina del tiempo
del relente y del oportunismo
de los proxenetas de la risa

defender la alegría como un derecho
defenderla de dios y del invierno
de las mayúsculas y de la muerte
de los apellidos y las lástimas 
del azar
               y también de la alegría

Mario Benedetti
(Cotidianas, 1979)

lunes, 8 de marzo de 2021

Yo soy así

              Gloria Fuertes, Arturo Espinosa (2013)

Yo soy así
como me estáis viendo.
Yo soy así,
con la nariz pinochil,
con hermosa nariz
(de pequeña no podía
jugar al «orí»).
Flequillo y entrecejo
acusado
–no me acuso de haber amado.
Vestida de soltera,
mi moda es no ir a la moda,
mi guerra es no ir a la guerra.
Soy más pacifista que artista
más humanista que feminista,
más alta que baja,
mis músculos
más fuertes que García.

Soy tímida y no lo parece,
soy poeta y sí lo parece,
soy gorda y sí lo parece,
soy soltera y no lo parece,
soy viuda y sí lo parece,
soy una niña y no lo parece.

Soy así...
como me estáis leyendo.

Gloria Fuertes
(Mujer de verso en pecho, 1955)


jueves, 4 de marzo de 2021

Tu voz

Día de primavera junto al río, Peder Mørk Mønsted (1901)

Emboscado en mi escritura
cantas en mi poema.
Rehén de tu dulce voz
petrificada en mi memoria.
Pájaro asido a su fuga.
Aire tatuado por un ausente.
Reloj que late conmigo
para que nunca despierte.

Alejandra Pizarnik
(Los trabajos y las noches, 1965)

lunes, 22 de febrero de 2021

Camposanto en Colliure

                          La playa de Collioure, Paul Signac (1887)

Aquí paz,
y después gloria.

Aquí,
a orillas de Francia,
en donde Cataluña no muere todavía
y prolonga en carteles de «Toros à Ceret»
y de «Flamenco’s Show»
esa curiosa España de las ganaderías
de reses bravas y de juergas sórdidas,
reposa un español bajo una losa:
                                                            paz
y después gloria.

Dramático destino,
triste suerte
morir aquí
                     —paz
y después…—
                         perdido,
abandonado
y liberado a un tiempo
(ya sin tiempo)
de una patria sombría e inclemente.

Sí; después gloria.

Al final del verano,
por las proximidades
pasan trenes nocturnos, subrepticios,
rebosantes de humana mercancía:
mano de obra barata, ejército
vencido por el hambre
                                          –paz...–,
otra vez desbandada de españoles
cruzando la frontera, derrotados
—…sin gloria.

Se paga con la muerte
o con la vida,
pero se paga siempre una derrota.

¿Qué precio es el peor?
                                           Me lo pregunto
y no sé qué pensar
ante esta tumba,
ante esta paz
                        –"Casino
de Canet: spanish gipsy dancers",
rumor de trenes, hojas...–,
ante la gloria esta
–…de reseco laurel–
que yace aquí, abatida
bajo el ciprés erguido,
igual que una bandera al pie de un mástil.

Quisiera,
a veces,
que borrase el tiempo
los nombres y los hechos de esta historia
como borrará un día mis palabras
que la repiten siempre tercas, roncas.

Ángel González
(Grado elemental, 1962)


martes, 16 de febrero de 2021

El casalot del nens i nenes


Paisaje invernal con niños jugando en la nieve, August Schlüter (1892)
 
Sota el blau i gelat cel de Castella,
com si hagués l'esperança travessat
la pluja de la nit, sento les seves veus
y els veig jugant al pati.
El sol d'hivern, el sol de la infantesa,
els hi va fent carícies de mare.
Amb ulls color d'hospici miren cap al demà,
que és una bassa buida, però els peus
salten contents els tolls de pluja blaus
on s'emmiralla el cel
que aquest matí d'hivern els hi promet la vida.

Joan Margarit
(Casa de misericordia, 2007)

El caserón de los niños y niñas
 
Bajo el gélido azul del cielo de Castilla,
como si la esperanza hubiese atravesado
la lluvia de la noche, oigo sus voces
y veo cómo juegan en el patio.
El sol de invierno
se acerca, maternal, a acariciarlos.
Miran con ojos de color de hospicio
esta alberca vacía del futuro,
pero sus pies contentos saltan
charcos de lluvia azules reflejando el cielo
que esta invernal mañana les promete la vida.
 
[Traducción al castellano del propio autor, en la edición bilingüe de la editorial Visor]

martes, 9 de febrero de 2021

Cenicienta


          La pérgola junto al río, Ferdinand de Puigaudeau (1911)

Espero al último baile.
Cera sellando cartas de amantes,
busqué los zapatos más lindos del vertedero,
los regueros de polvo de ángel
en la comisura de mis labios.

Y aquí estoy. Sin calabazas de algodón
ni ratones mordisqueando entre los dedos de mis pies.
Como pedigüeña entre sandwiches y Pepsis,
arrastrando las cadenas de rafia,
enumerando a las mercenarias
de aros gigantes y zapatos de vainilla.

Ya no quedan príncipes para mis vaqueros.
Jamás, me juro, seré tan asquerosamente bella.

Elena Medel
(Mi primer biquini, 2002)

domingo, 24 de enero de 2021

El amor en un bote de cristal

 
La soledad es mirar a unos ojos que no te miran.
Llega entonces ella, disfrazada de pájaro, árbol 
y viento, llega entonces ella, disfrazada,
atrapa una lágrima con el dedo
y la mete en un bote de cristal.
Añoro el mar, alcanzo a decir.
No quedará hueco en el mundo en el que no existas,
me dice,
no existirá lugar alguno en el que no te mire.
Montañas, sauces, telas de araña,
en todos tejo tu nombre,
en todos coloco tu cuerpo frente al daño.
Te llevaré, acaso, ante el precipicio,
habré de empujarte y cogerte la mano
para que me creas.
Y solo entonces si desvío la mirada
hacia el fondo,
inquieta por lo que allí te espera,
te diré que no puedo compartir mi dolor,
que el viento me lleva a otro sitio,
que el silencio es el único lugar
en el que me quedan palabras;
que he de soltarte para poder cogerme,
que me voy, amor,
que te quiero y que me voy queriéndote
para no quererte nunca más
y olvidar las montañas, y los sauces, y las telas de araña
y tu cuerpo frente al daño
que me espera ahora en otros lugares.
Y así, con el dolor de lo inevitable,
recogerás con el dedo la misma lágrima
que hoy me quitas
y volverás a dejarla sobre mi rostro,
esta vez
en la otra mejilla.
                                La soledad es mirar a unos ojos que no te miran.
 
Elvira Sastre
(La soledad de un cuerpo acostumbrado a la herida, 2017)
 
En el vídeo, la poeta Elvira Sastre recita el poema reproducido arriba.


viernes, 22 de enero de 2021

Soy


Un arroyo en el bosque de Moesgaard, Peder Mørk Mønsted (1888) 
 
Soy suave y triste si idolatro, puedo
bajar el cielo hasta mi mano cuando
el alma de otro al alma mía enredo.
Plumón alguno no hallarás más blando.

Ninguna como yo las manos besa,
ni se acurruca tanto en un ensueño,
ni cupo en otro cuerpo, así pequeño,
un alma humana de mayor terneza.

Muero sobre los ojos, si los siento
como pájaros vivos, un momento,
aletear bajo mis dedos blancos.

Sé la frase que encanta y que comprende
y sé callar cuando la luna asciende
enorme y roja sobre los barrancos.
 
Alfonsina Storni
(Ocre, 1925)
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