jueves, 29 de noviembre de 2012

La espera

                   Miranda, John William Waterhouse (1849-1917)  
Y tú me dices 
que tienes los pechos rendidos de esperarme,
que te duelen los ojos de estar siempre vacíos de mi 
      cuerpo,
que has perdido hasta el tacto de tus manos 

de palpar esta ausencia por el aire, 
que olvidas el tamaño caliente de mi boca. 

Y tú me lo dices que sabes 
que me hice sangre en las palabras de repetir tu nombre, 
de lastimar mis labios con la sed de tenerte, 
de darle a mi memoria, registrándola a ciegas, 
una nueva manera de rescatarte en vano 
desde la soledad en la que tú me gritas 
que sigues esperándome. 

Y tú me lo dices que estás tan hecha 
a esta deshabitada cerrazón de la carne 
que apenas si tu sombra se delata, 
que apenas si eres cierta 
en la oscuridad que la distancia pone 
entre tu cuerpo y el mío. 

José Manuel Caballero Bonald
(Las adivinaciones, 1952)

Nuestro homenaje a tan eximio poeta, a quien hoy se ha concedido el Premio Cervantes.

domingo, 25 de noviembre de 2012

Esta cabeza, cuando viva, tuvo

             Vanidad, Juriaen van Streeck (1632-1687)

    Esta cabeza, cuando viva, tuvo
sobre la arquitectura destos huesos,
carne y cabellos, por quien fueron presos
los ojos que mirándola detuvo.
    
    Aquí la rosa de la boca estuvo,
marchita ya con tan helados besos;
aquí los ojos de esmeralda impresos,
color que tantas almas entretuvo.

    Aquí la estimativa, en que tenía
el principio de todo movimiento;
aquí de las potencias la armonía.

    ¡Oh hermosura mortal, cometa al viento!
Donde tan alta presunción vivía,
desprecian los gusanos aposento.

Lope de Vega
(1562-1635)

Hoy, 25 de noviembre de 2012, se conmemora el 450 aniversario del nacimiento de este excelso poeta, novelista y dramaturgo. Nuestro recuerdo sirva de homenaje al Fénix de los ingenios españoles, como le llamó Cervantes.

jueves, 22 de noviembre de 2012

A un ruiseñor

                El Río de Luz, Frederic Edwin Church (1826-1900)

Canta en la noche, canta en la mañana,
ruiseñor, en el bosque tus amores;
canta, que llorará cuando tú llores
el alba perlas en la flor temprana.

Teñido el cielo de amaranto y grana,
la brisa de la tarde entre las flores
suspirará también a los rigores
de tu amor triste y tu esperanza vana.

Y en la noche serena, al puro rayo
de la callada luna, tus cantares
los ecos sonarán del bosque umbrío.

Y vertiendo dulcísimo desmayo,
cual bálsamo süave en mis pesares,
endulzará tu acento el labio mío.
 

José de Espronceda
(1808-1842)

viernes, 16 de noviembre de 2012

Rima XV

                   Puesta de sol en el mar, Thomas Moran (1837-1926)

Cendal flotante de leve bruma,
rizada cinta de blanca espuma, 

rumor sonoro
de arpa de oro,
beso del aura, onda de luz,
eso eres tú.


Tú, sombra aérea, que cuantas veces
voy a tocarte te desvaneces.
¡Como la llama, como el sonido,
como la niebla, como el gemido 

del lago azul!

En mar sin playas onda sonante,
en el vacío cometa errante,
largo lamento
del ronco viento,
ansia perpetua de algo mejor, 

eso soy yo.

¡Yo, que a tus ojos en mi agonía
los ojos vuelvo de noche y día;
yo, que incansable corro y demente 

tras una sombra, tras la hija ardiente
de una visión!

Gustavo Adolfo Bécquer
(Rimas, 1871)

lunes, 12 de noviembre de 2012

El amor de los amores (I)

              El Jardín del Edén, Thomas Cole (1801-1848)

    ¿Cómo te llamaré para que entiendas
que me dirijo a ti, dulce amor mío,
cuando lleguen al mundo las ofrendas
que desde oculta soledad te envío?


    A ti, sin nombre para mí en la tierra,
¿cómo te llamaré con aquel nombre
tan claro, que no pueda ningún hombre
confundirlo, al cruzar por esta sierra?

     ¿Cómo sabrás que enamorada vivo

siempre de ti, que me lamento sola,
del Gévora que pasa fugitivo
mirando relucir ola tras ola?

     Aquí estoy aguardando en una peña

a que venga el que adora el alma mía.
¿Por qué no ha de venir, si es tan risueña
la gruta que formé por si venía?

     ¿Qué tristeza ha de haber donde hay zarzales

todos en flor, y acacias olorosas,
y cayendo en el agua blancas rosas,
y entre la espuma lirios virginales?

     Y ¿por qué de mi vista has de esconderte;

por qué no has de venir si yo te llamo?
¡Porque quiero mirarte, quiero verte
y tengo que decirte que te amo!

     ¿Quién nos ha de mirar por estas vegas

como vengas al pie de las encinas,
si no hay más que palomas campesinas
que están también con sus amores ciegas?

     Pero si quieres esperar la luna,

escondida estaré en la zarza-rosa,
y si vienes con planta cautelosa,
no nos podrá sentir paloma alguna.

     Y no temas si alguna se despierta,

que si te logro ver, de gozo muero;
y aunque después lo cante al mundo entero,
¿qué han de decir los vivos de una muerta?


Carolina Coronado
(1820-1911)

domingo, 4 de noviembre de 2012

Esto es mi cuerpo

                         Fotografía: Wikimedia Commons

Esto es mi cuerpo. Aquí
coinciden el lenguaje y el amor.
La suma de las líneas
que he escrito ha dibujado
no mi rostro, sino algo más humilde:
mi cuerpo. Esto que tocas es mi cuerpo.
Otro lo dijo
mejor. Esto que tocas
no es un libro. Es un hombre.
Yo añado que esto que te toca ahora
es un hombre.
Soy yo, porque no hay
ni una sola sílaba que esté libre de amor,
no hay ni una sola sílaba
que no sea un centímetro
cuadrado de mi piel.
En el poema soy acariciable
no menos que en la noche, cuando tiendo
mi sueño paralelo al sueño que amo.
No mosaico, ni número, ni suma.
No solo eso.
Esto es una entrega. Soy pequeño
y grande entre tus manos.
Esta es mi salvación. Este soy yo.
 

Este rumor del mundo es el amor.
 

Juan Antonio González-Iglesias
(Esto es mi cuerpo, 1997)
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