domingo, 24 de diciembre de 2023

A una estrella

                 Luna llena en Nápoles, Ivan Aivazovsky (1842)

Chispa de luz que fija en lo infinito
absorbes mi asombrado pensamiento,
tu origen, tu existencia, tu elemento
menos alcanzo cuanto más medito.

Si eres ardiente, inamovible hoguera,
¿dónde el centro descansa de tu lumbre?
Si eres globo de luz, ¿cómo en la cumbre
no giras tú de la insondable esfera?

¿Por qué la tierra sin descanso rueda?
¿Por qué la luna el globo majestuoso
mueve, mientras tu carro misterioso
inmóvil, fijo en el espacio queda?

¿Es que mi vista de mortal no alcanza
a percibir desde su oscuro asiento
allá en la altura suma el movimiento
de tu carroza, que en lo inmenso avanza?

¡Ah, sí!; que por espíritu movida,
la creación sin descanso se sostiene,
y todo en la creación marcado tiene
forma y destino, movimiento y vida.

Tú giras, sí: tus alas soberanas
surcan el mundo y sus confines tocan...
Mas ¿cómo en tu carrera no se chocan
tus millares sin número de hermanas?

Más allá de su límite prescrito
sediento avanza, audaz, el pensamiento,
y tu origen, tu vida, tu elemento
menos alcanzo cuanto más medito.

Carolina Coronado
        (1820-1911)

jueves, 21 de diciembre de 2023

La cautiva

              Paisaje romántico con torre en ruinas, Thomas Cole (1838)

    Ya el sol esconde sus rayos,
El mundo en sombras se vela,
El ave a su nido vuela,
Busca asilo el trovador.
    Todo calla: en pobre cama 
Duerme el pastor venturoso;
En su lecho suntüoso
Se agita insomne el señor.

    Se agita: mas ¡ay! reposa
Al fin en su patrio suelo; 
No llora en mísero duelo
La libertad que perdió:
    Los campos ve que a su infancia 
Horas dieron de contento,
Su oído halaga el acento 
Del país donde nació.

    No gime ilustre cautivo
Entre doradas cadenas,
Que si bien de encanto llenas,
Al cabo cadenas son. 
    Si acaso triste lamenta,
En torno ve a sus amigos,
Que, de su pena testigos,
Consuelan su corazón.

    La arrogante erguida palma 
Que en el desierto florece,
Al viajero sombra ofrece,
Descanso y grato manjar:
    Y, aunque sola, allí es querida 
Del árabe errante y fiero, 
Que siempre va placentero
A su sombra a reposar.

    Mas ¡ay triste! yo cautiva,
Huérfana y sola suspiro,
En clima extraño respiro, 
Y amo a un extraño también;
    No hallan mis ojos mi patria;
Humo han sido mis amores;
Nadie calma mis dolores,
Y en celos me siento arder. 

    ¡Ah! ¿Llorar? ¿Llorar?... no puedo,
Ni ceder a mi tristura,
Ni consuelo en mi amargura
Podré jamás encontrar.
    Supe amar como ninguna, 
Supe amar correspondida;
Despreciada, aborrecida,
¿No sabré también odiar?

    ¡Adiós, patria!, ¡adiós, amores!
La infeliz Zoraida ahora 
Solo venganzas implora,
Ya condenada a morir.
    No soy ya del castellano 
La sumisa enamorada:
Soy la cautiva cansada 
Ya de dejarse oprimir.

José de Espronceda
    (Poesías, 1840)

domingo, 17 de diciembre de 2023

A una literata

         Retrato de Maria Riddell, Thomas Lawrence (h.1806)

Dice el mundo que pretendes
Celebridad literaria,
¡Desdichada visionaria!
¿En qué fundas, con qué emprendes
Tu pretensión temeraria?

¿Con el noble corazón
Que te dio la Providencia?
¿Con tu ciega inexperiencia
Que oculta la ilustración
Bajo modesta apariencia?

¿Con esos méritos cuentas
Para alcanzar nombradía?
Amiga, ¡qué niñería!
Muy humilde te presentas
Ante el Parnaso del día.

¿No ves que las hembras somos,
Con poquísima excepción,
Todo extremosa ficción,
O bobas como palomos,
O doctas como Solón?

Y en llegando a presumir
De literatas ¡no es nada!
¿Quién la tose a una ilustrada?
¿Quién es capaz de escribir
Su extraña vida privada? [...]

Ya mi razonar te inflama,
Ya modelo solicitas,
Puesto que tanto me incitas,
Atiende, y verás la fama
Como te lleva en palmitas.

Y siguiendo la advertencia
Con que dirigirte quiero,
Apuesto… mil contra cero,
Que obtendrás sin competencia
La cruz de Carlos tercero.

En primer lugar, el plagio
Sea tu base, tu guía,
No busques, amiga mía,
Ideas nuevas… contagio
Hay de rapsodia en el día.

Cubre los plagios con voces,
Retumbantes, tremebundas,
Forma estrofas nauseabundas
Con galicismos atroces,
Y parecerán profundas.

Y cuando te asalte el tedio
Cansada de consonantes,
Una docena de amantes
Te indico para remedio,
O dos, si no son bastantes.

En esto debes andar
Al por mayor, pues, sin tasa,
No casarte… ¿quién se casa?
¡Oh qué cosa tan vulgar!
De puro rancia se pasa.

¿Y si Dios te enriqueciera
Con frutos de bendición?
Amiga ¡qué perdición!
¿Tú convertida en niñera
Con esa imaginación?

Por el consorcio no opino;
Lleva vida de soltero,
Viste de fraque y sombrero,
Cabalga como Beduino,
Y fuma cual carretero.

Debes usar mucho el ron
Y beber el licor puro,
Eso te dará, seguro,
El aspecto de varón
Y un metal de voz… oscuro.

Debes las noches pasar
Como tahúr en garito,
Y allí levantar el grito,
Y si juraren, jurar
Sin que se te importe un pito.

O con menor aprensión
Por entre las tumbas frías,
Vagar en noches sombrías,
Buscando la inspiración
Que perdiste en las orgías.

A lo dicho y criticar
Cuanto la prensa produce,
Y mientras el ponche luce
Cual pitonisa garlar,
Mi consejo se reduce.

María Josefa Massanés
(Flores marchitas, 1850)

martes, 12 de diciembre de 2023

El topo y otros animales

                            La gallina ciega, Francisco de Goya (1788)

Ciertos animalitos,
todos de cuatro pies, 
a la gallina ciega
jugaban una vez.

Un perrillo, una zorra
y un ratón, que son tres;
una ardilla, una liebre
y un mono, que son seis.

Este a todos vendaba
los ojos, como que es
el que mejor se sabe
de las manos valer.

Oyó un topo la bulla
y dijo: «Pues, ¡pardiez!,
que voy allá, y en rueda
me he de meter también».

Pidió que le admitiesen,
y el mono, muy cortés,
se lo otorgó (sin duda
para hacer burla de él).

El topo a cada paso
daba veinte traspiés,
porque tiene los ojos
cubiertos de una piel.

Y a la primera vuelta,
como era de creer,
facilísimamente
pillan a su merced.

De ser gallina ciega
le tocaba la vez;
y ¿quién mejor podía
hacer este papel?

Pero él, con disimulo,
por el bien parecer,
dijo al mono: «¿Qué hacemos?
Vaya, ¿me venda usted?»

Si el que es ciego y lo sabe
aparenta que ve,
quien sabe que es idiota,
¿confesará que lo es?

Tomás de Iriarte
     (1750-1791)

sábado, 9 de diciembre de 2023

El perro y el cocodrilo

                                     Filé, Gustav Rockholtz (h. 1904)

Bebiendo un Perro en el Nilo,
al mismo tiempo corría.
–Bebe quieto, le decía
un taimado Cocodrilo.
Díjole el Perro prudente:
–Dañoso es beber y andar;
pero, ¿es sano el aguardar
a que me claves el diente?
¡Oh, qué docto Perro viejo!
Yo venero su sentir
en esto de no seguir
del enemigo el consejo.


Félix María de Samaniego
            (1745-1801)

domingo, 3 de diciembre de 2023

Que el verdadero sabio, donde quiera

              La lectora, Jean-Honoré Fragonard (h. 1769)

Que el verdadero sabio, donde quiera
que la verdad y la razón encuentre,
allí sabe tomarla, y la aprovecha
sin nimio detenerse en quién la ofrece.
Porque ignorar no puede, si es que sabe,
que el alma, como espíritu, carece de sexo.
Pues cada día, instantes y momentos,
vemos aventajarse las mujeres
en las artes y ciencias a los hombres,
si con aplicación su estudio emprenden.

Margarita Hickey
    (h. 1753-h. 1793)
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