lunes, 30 de noviembre de 2015

Gacela grácil, me cautivaste con tu belleza

            Mujer judía de Tánger, Charles Landelle (1821-1908)

Gacela grácil, me cautivaste con tu belleza,
cruelmente me esclavizaste en tu prisión.
Desde el día que la separación se interpuso entre nosotros
no he encontrado una figura comparable a tu hermosura.
Me alimento de una roja manzana cuyo aroma es como
la fragancia de tu rostro y tu ornamento.
Su forma es como tus pechos y el color

es como ese rubí que asoma a tus mejillas.

Yehudá Ha-Leví
    (Siglo XII) 


[Traducción del hebreo de María José Cano para Locus amoenus. Antología de la lírica medieval de la Península ibérica, edición bilingüe de Carlos Alvar y Jenaro Talens, Galaxia Gutenberg, 2009.]

domingo, 22 de noviembre de 2015

Entre muertos inmóviles, soy el único vivo

  Vista de Karnak en Egipto, atribuido a Johann Jacob Frey (1813-1865)

Entre muertos inmóviles, soy el único vivo,
el único despierto en un tiempo  que duerme;
voy por el mundo y solo veo
seres dormidos
como los de la cueva de al-Raqim.
Se han borrado los hitos
de la cultura y los conocimientos que eran míos
y sobrevivo
como una huella del pasado.

Abu L-Asbag Ibn Al-Jatib
               (Siglo X)

[Traducción del árabe de Teresa Garulo para Locus amoenus. Antología de la lírica medieval de la Península ibérica, edición bilingüe de Carlos Alvar y Jenaro Talens, Galaxia Gutenberg, 2009.]

domingo, 15 de noviembre de 2015

Vértigo

           Hombre afligido, Vincent Van Gogh (1890)

Desolación y vértigo se juntan.
Parece que nos vamos a caer,
que nos ahogan por dentro. Nos sentimos
solos, y nuestra sombra en la pared
no es nuestra, es una sombra que no sabe,
que no puede acordarse de quién es.
Desolación y vértigo se agolpan
en el pecho, se escurren como un pez,
parece que patina nuestra sangre,
sentimos que vacilan nuestros pies.

El aire viene lleno de recuerdos
y nos duele en el alma su vaivén,
divisamos azules mares, dentro
de la niebla infinita del ayer.
Desolación y vértigo se meten
por los ojos y no nos dejan ver.
Un pañuelo en el viento anda perdido,
viene y va, como un trozo de papel,
y lo lavan tus manos con las lágrimas
que nuestros ojos han vertido en él.

Desolación y vértigo se juntan.
Parece que nos vamos a caer,
que nos ahogan por dentro. Nos quedamos
mirando fijamente a la pared,
no podemos llorar y se nos queda
el llanto amontonado, de través,
nos tapamos los ojos con las manos,
apretamos los dedos en la sien,
sentimos que nos llaman desde lejos,
no sabemos de dónde, para qué...


Blas de Otero
(Ancia, 1958) 

viernes, 6 de noviembre de 2015

En Sevilla está una ermita

 Dama tocando un clavicordio, Maestro de retratos femeninos (h. 1530)

En Sevilla está una ermita
cual dicen de San Simón,
adonde todas las damas
iban a hacer oración.
Allá va la mi señora,
sobre todas la mejor,
saya lleva sobre saya,
mantillo de un tornasol,
en la su boca muy linda
lleva un poco de dulzor,
en la su cara muy blanca
lleva un poco de color,
y en los sus ojuelos garzos
lleva un poco de alcohol,
a la entrada de la ermita,
relumbrando como el sol.
El abad que dice misa
no la puede decir, no,
monaguillos que le ayudan
no aciertan responder, no,
por decir: amén, amén,
decían: amor, amor.


Anónimo
(Siglo XV)
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