El beso robado, Jean-Honoré Fragonard (h. 1780)
Sentada ante el espejo
ornaba Galatea
de sus blondos cabellos
las delicadas hebras.
Separada en dos partes,
su dorada madeja
cubre en undosos rizos
el cuello de azucena.
Con mano artificiosa
de sus sortijas cerca
la frente, porque brille
la nieve contrapuesta.
Sobre el ara del gusto
en agradable ofrenda
el lujo para ungirlos
le ofrece sus esencias,
y cien vistosas flores
parece que se acercan
a sus dedos, ufanas
si adornan su cabeza.
Ella en todas escoge
las colores más tiernas,
y entre el alto plumaje
delicada las mezcla.
Luego al cristal se mira;
y al hallarse tan bella,
tierna suspira, y sigue
su felice tarea.
De transparente gasa
sobre el tocado asienta
un lazo, que hasta el talle
baja y al viento ondea.
Con otro solicita
celar a la modestia
de sus turgentes pechos
las dos nevadas pellas.
Por ellas, al cubrirlas,
acaso, aunque ligera,
la mano pasa; y siente
que el tacto la recrea.
Torna a correrla; y blando
circula por sus venas
de amor el dulce fuego,
que la delicia aumenta.
Rendida hacia el espejo
se vuelve; y en su esfera
las pomas mismas halla,
que loca la enajenan.
Y al punto más perdida
con amable licencia
para en ellas gozarse
las gasas desordena.
Ya ardiente las agita,
ya las palpa suspensa,
ya tierna las comprime;
y en la presión violenta
su palpitar se dobla;
desfallecida anhela;
me nombra, y del deleite
la nube la rodea.
Yo de improviso salgo,
y con dulce sorpresa
pago en ardientes besos
su amor y su fineza.
Turbose un tanto al verme;
mas bien presto halagüeña
me ofreció entre sus brazos
el perdón de mi ofensa.
Juan Meléndez Valdés
(1754-1817)
Aquí está el poema diario que utilizamos para ir fortaleciendo la inteligencia y la sensibilidad de nuestros alumnos. Si alguien encuentra un bálsamo o un revulsivo en esta diaria medicina, bienvenido sea.
domingo, 27 de septiembre de 2015
martes, 22 de septiembre de 2015
El galán y la dama
Joven pareja rococó en magníficos interiores, Federico Andreotti (1930)
Cierto galán a quien París aclama,
petimetre del gusto más extraño,
que cuarenta vestidos muda al año
y el oro y plata sin temor derrama,
celebrando los días de su dama,
unas hebillas estrenó de estaño,
solo para probar con este engaño
lo seguro que estaba de su fama.
«¡Bella plata! ¡Qué brillo tan hermoso!»,
dijo la dama, «¡viva el gusto y numen
del petimetre en todo primoroso!»
Y ahora digo yo: «Llene un volumen
de disparates un autor famoso,
y si no le alabaren, que me emplumen».
Tomás de Iriarte
(1750-1791)
Cierto galán a quien París aclama,
petimetre del gusto más extraño,
que cuarenta vestidos muda al año
y el oro y plata sin temor derrama,
celebrando los días de su dama,
unas hebillas estrenó de estaño,
solo para probar con este engaño
lo seguro que estaba de su fama.
«¡Bella plata! ¡Qué brillo tan hermoso!»,
dijo la dama, «¡viva el gusto y numen
del petimetre en todo primoroso!»
Y ahora digo yo: «Llene un volumen
de disparates un autor famoso,
y si no le alabaren, que me emplumen».
Tomás de Iriarte
(1750-1791)
domingo, 20 de septiembre de 2015
El zagal y las ovejas
El mal pastor, Jan Brueghel (II) (h. 1616)
Apacentando un joven su ganado,
gritó desde la cima de un collado:
«¡Favor!, que viene el lobo, labradores».
Estos, abandonando sus labores,
acuden prontamente,
y hallan que es una chanza solamente.
Vuelve a clamar, y temen la desgracia;
segunda vez los burla: ¡linda gracia!
Pero ¿qué sucedió la vez tercera?
Que vino en realidad la hambrienta fiera.
Entonces el zagal se desgañita,
y por más que patea, llora y grita,
no se mueve la gente escarmentada,
y el lobo le devora la manada.
¡Cuántas veces resulta de un engaño,
contra el engañador el mayor daño!
Félix María de Samaniego
(1745-1801)
Apacentando un joven su ganado,
gritó desde la cima de un collado:
«¡Favor!, que viene el lobo, labradores».
Estos, abandonando sus labores,
acuden prontamente,
y hallan que es una chanza solamente.
Vuelve a clamar, y temen la desgracia;
segunda vez los burla: ¡linda gracia!
Pero ¿qué sucedió la vez tercera?
Que vino en realidad la hambrienta fiera.
Entonces el zagal se desgañita,
y por más que patea, llora y grita,
no se mueve la gente escarmentada,
y el lobo le devora la manada.
¡Cuántas veces resulta de un engaño,
contra el engañador el mayor daño!
Félix María de Samaniego
(1745-1801)
domingo, 13 de septiembre de 2015
Restauración (Tientos)
La alberca del Alcázar de Sevilla, Joaquín Sorolla (1910)
En el pozo del recuerdo
se me cayó el alma un día.
El tiempo es el agua negra
que va bebiendo mi vida.
Pasan los recuerdos míos
como el agua de la fuente,
la de los caños partíos.
El tiempo se va pasando,
va dando vueltas la rueda
y yo esperando la vida
y recordando la espera.
Si será la libertad
la condena de la rueda
a no dejar de rodar.
Mientras la vida se pasa
pasan los recuerdos míos.
Se está mirando la nada
en el espejo vacío.
Voy partiendo los espejos.
Cada mirada más solo,
cada mirada más viejo.
Álvaro Tato
(Zarazas. Coplas flamencas reunidas, 2015)
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