No sé de qué palabras
fui naciendo,
creciendo,
pujando lentamente
desde el silencio oscuro
como un árbol nocturno
hacia la luz del día.
Las primeras llegaron
tan sencillas,
tan puras,
congregando en mi vida
las sílabas maternas,
su inocencia de pétalo y de agua,
su limpia madrugada sustantiva.
Por todos mis sentidos
vinieron a la sangre,
desplegaron materias y noticias,
fluyeron por mis sueños arteriales.
Y de pronto brotaron
para el pan,
para el agua,
para el padre y la madre,
y la inocencia oscura
se me llenó de luminosos nombres.
Rafael Morales
(Entre tantos adioses, 1993)
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