martes, 13 de diciembre de 2011

Abenámar, Abenámar

...                   Granada,  Joaquín Sorolla (1863-1923)

Abenámar, Abenámar,
moro de la morería,
el día que tú naciste
grandes señales había:
estaba la mar en calma,
la luna estaba crecida.
Moro que en tal signo nace,
no debe decir mentira.
Allí respondiera el moro,
bien oiréis lo que diría:
Yo te la diré, señor,
aunque me cueste la vida,
porque soy hijo de un moro
y una cristiana cautiva;
siendo yo niño y muchacho
mi madre me lo decía,
que mentira no dijese,
que era grande villanía.
Por tanto, pregunta, rey,
que la verdad te diría.
Yo te agradezco, Abenámar,
aquesta tu cortesía.
¿Qué castillos son aquellos?
¡Altos son y relucían!
El Alhambra era, señor,
y la otra la mezquita;
los otros los Alijares,
labrados a maravilla.
El moro que los labraba
cien doblas cobraba al día,
y el día que no los labra
otras tantas se perdía.
El otro es Generalife,
huerta que par no tenía;
el otro Torres Bermejas,
castillo de gran valía. 
Allí habló el rey don Juan,
bien oiréis lo que decía:
Si tú quisieses, Granada,
contigo me casaría;
darete en arras y dote
a Córdoba y a Sevilla.
Casada soy, rey don Juan,
casada soy, que no viuda;
el moro que a mí me tiene
muy grande bien me quería."

Anónimo
(Siglo XV)

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