¿Cómo decir este momento rosa de la tarde cayendo
detrás del alto monte que oscurece?
¿Y para qué decirlo? ¿Para salvar mis ojos?
Contempla en el jardín las flores de este otoño,
las tapias recubiertas de hiedras y jazmines,
y el paso misterioso de los pájaros
que vuelan de repente del lugar de una sombra,
o que buscan las ramas
y se mecen
en densos y caídos surtidores
de rojas buganvilias.
No salvas nada tú, ni ellos te salvan.
(Cae la tarde hoy con tan grande sosiego,
es el tiempo tan íntimo
con el canto en su centro del pájaro que escuchas...)
La luz de allá, desde tu solitaria habitación, es otra
habitación que aloja al mundo en sombras
y su Dueño, el que ignoro, ha cerrado la puerta
y ha entornado el balcón,
y ya todo el jardín, y el campo que lo cerca, es un rincón
espeso,
y han callado los pájaros.
Mira cómo se encienden, una aquí y otra allá, las velas en
la noche.
Nunca creí que el último naufragio fuese un lugar tan
cierto, y tan a tientas.
Francisco Brines
(El otoño de las rosas, 1986)
Es un buen poema
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