domingo, 17 de septiembre de 2017

Un mal ejemplo

   Día de otoño en Mailand, Hermann Schmidtmann (h. 1936)

Nunca quise llegar a ningún sitio
ni tampoco me interesó
especialmente el paisaje.

Un pequeño bar de barrio
con una mesa
desde la que ver el mundo apagarse
y encenderse
–bajo la lluvia–
las farolas en las aceras,
me ha bastado para ser casi feliz.

Exiliado en mi interior,
nunca en venta
ni besando la mano de nadie,
arrastro mi minúscula épica
–por unas calles
que ni siquiera son ya mis calles–
y me voy alejando.

Karmelo C. Iribarren
(Mientras me alejo, 2017)

1 comentario:

  1. "Mi minúscula épica", pero sin causar dolor ni sufrimiento a nadie. No es poco. Yo diría incluso que es mucho. Bastante gente de ésa que sale en los libros de Historia (=novelas de terror basadas en hechos reales) no pueden decir lo mismo.

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