Aquí está el poema diario que utilizamos para ir fortaleciendo la inteligencia y la sensibilidad de nuestros alumnos. Si alguien encuentra un bálsamo o un revulsivo en esta diaria medicina, bienvenido sea.
Del color de la espiga triguera ya madura son las piedras que tu alma revisten, Salamanca, y en las tardes doradas de junio semejan tus torres del sol a la puesta gigantescas columnas de mieses orgullo del campo que ciñe tu solio. Desde lo alto derrama su sangre, lluvia de oro, sobre ti el regio sol de Castilla, pelícano ardiente, y en tus piedras anidan palomas que arrullan en ellas eternos amores al acorde de bronces sagrados que lanzan al aire seculares quejas de los siglos. Los vencejos tu cielo repasan poblando su calma con hosanas de vida ligera, jubilosa, las tardes de estío, y este cielo, tu prez y tu dicha, Salamanca, es el cielo que esmalta tus piedras con oro de siglos. Como poso del cielo en la tierra resplende tu pompa, Salamanca, del cielo platónico que en la tarde del Renacimiento cabe el Tormes Fray Luis meditando soñara. Sobre ti se detienen las horas, de reveza, soltando su jugo, su savia de eterno, y en tus aguas se miran los siglos dejando a la historia colmar tu regazo con frutos de otoño. Cuando puesto ya el Sol, de tu seno rebotan tus piedras el toque de queda me parecen los siglos mejerse, que el tiempo se anega, y vivir una vida celeste –¡quietud y visiones!– ¡Salamanca!
Miguel de Unamuno (Andanzas y visiones españolas, 1922)
Retrato de Winifred Ianthe Clayton, Henry John Stock (1913)
Impenetrable es tu frente, cual un muro. Tan cerca de los ojos, ¿cómo retiene preso tu pensamiento? ¿Cómo su recinto es oscuro, bajo el cabello de oro, sobre el radiante beso? –Con la movilidad del foso de tus ojos, la fijeza de dardo de los míos esquivas; a veces, brillan dentro como ponientes rojos, a veces, como rápidas estrellas pensativas–. ¡Mujer, que yo lo vea! Libra de sus penosas dudas a este constante asedio de mis penas; ¡quiero saber si tu alma es un jardín de rosas, o un pozo verde, con serpientes y cadenas! Juan Ramón Jiménez (Poemas májicos y dolientes, 1909)
¡Colinas plateadas, grises alcores, cárdenas roquedas por donde traza el Duero su curva de ballesta en torno a Soria, obscuros encinares, ariscos pedregales, calvas sierras, caminos blancos y álamos del río, tardes de Soria, mística y guerrera, hoy siento por vosotros, en el fondo del corazón, tristeza, tristeza que es amor! ¡Campos de Soria donde parece que las rocas sueñan, conmigo vais! ¡Colinas plateadas, grises alcores, cárdenas roquedas!...
El mar, como un vasto cristal azogado, refleja la lámina de un cielo de zinc; lejanas bandadas de pájaros manchan el fondo bruñido de pálido gris. El sol, como un vidrio redondo y opaco, con paso de enfermo camina al cenit; el viento marino descansa en la sombra teniendo la almohada su negro clarín. Las ondas, que mueven su vientre de plomo, debajo del muelle parecen gemir. Sentado en un cable, fumando su pipa, está un marinero pensando en las playas de un vago, lejano, brumoso país. Es viejo ese lobo. Tostaron su cara los rayos de fuego del sol de Brasil; los recios tifones del mar de la China le han visto bebiendo su frasco de gin. La espuma, impregnada de yodo y salitre, ha tiempo conoce su roja nariz, sus crespos cabellos, sus bíceps de atleta, su gorra de lona, su blusa de dril. En medio del humo que forma el tabaco, ve el viejo el lejano, brumoso país, adonde una tarde caliente y dorada, tendidas las velas, partió el bergantín... La siesta del trópico. El lobo se duerme. Ya todo lo envuelve la gama del gris. Parece que un suave y enorme esfumino del curvo horizonte borrara el confín. La siesta del trópico. La vieja cigarra ensaya su ronca guitarra senil, y el grillo preludia su solo monótono en la única cuerda que está en su violín.
Cumbre nevada. El Cáucaso, Arkhip Kuindzhi (h. 1900)
Escalamos el suelo a pie. Solos o juntos, sin abrigo ni guía, suelo adentro, pasos arriba. Seguimos, nos perdemos y sobre el suelo plano se suceden aludes y refugios. A veces en la sima del sueño coronamos una verdad posible: cada paso es la cumbre. Álvaro Tato (Gira, 2011)