Aquí está el poema diario que utilizamos para ir fortaleciendo la inteligencia y la sensibilidad de nuestros alumnos. Si alguien encuentra un bálsamo o un revulsivo en esta diaria medicina, bienvenido sea.
Tus manos que me han esculpido de esta singular manera para repeler el placer de otras manos. En la plural forma de recibir sin apenas precisar la caricia. Tus manos. Siempre tus manos... Enormes. Y el mundo que dispongo a tu alcance responde complaciente a los deseos, como si su orden natural fuese gravitar hacia ti para que tú solo entretengas las manos en esta artesana pasión de modelarme. Vega Cerezo (Yo soy un país, 2013)
Juan Marsé, Carlos Barral, Jaime Gil de Biedma, Ángel González y José A. Goytisolo (imagen de www.cervantesvirtual.com)
Pasan lentos los días y muchas veces estuvimos solos. Pero luego hay momentos felices para dejarse ser en amistad. Mirad: somos nosotros.
Un destino condujo diestramente las horas, y brotó la compañía. Llegaban las noches. Al amor de ellas nosotros encendíamos palabras, las palabras que luego abandonamos para subir a más: empezamos a ser los compañeros que se conocen por encima de la voz o de la seña.
Ahora sí. Pueden alzarse las gentiles palabras –esas que ya no dicen cosas–, flotar ligeramente sobre el aire; porque estamos nosotros enzarzados en mundo, sarmentosos de historia acumulada, y está la compañía que formamos plena, frondosa de presencias. Detrás de cada uno vela su casa, el campo, la distancia.
Pero callad. Quiero deciros algo. Solo quiero deciros que estamos todos juntos. A veces, al hablar, alguno olvida su brazo sobre el mío, y yo aunque esté callado doy las gracias, porque hay paz en los cuerpos y en nosotros. Quiero deciros cómo todos trajimos nuestras vidas aquí, para contarlas. Largamente, los unos a los otros en el rincón hablamos, tantos meses! que no sabemos bien, y en el recuerdo el júbilo es igual a la tristeza. Para nosotros el dolor es tierno.
Aldea en los alrededores de Pontoise, Camille Pissarro (1872)
Hortelano era Belardo
de las huertas de Valencia,
que los trabajos obligan
a lo que el hombre no piensa.
Pasado el febrero loco,
flores para mayo siembra,
que quiere que su esperanza
dé fruto a la primavera.
El trébol para las niñas
pone al lado de la huerta,
porque la fruta de amor
de las tres hojas aprenda.
Albahacas amarillas,
a partes verdes y secas,
trasplanta para casadas
que pasan ya de los treinta,
y para las viudas pone
muchos lirios y verbena,
porque lo verde del alma
encubre la saya negra.
Toronjil para muchachas
de aquellas que ya comienzan
a deletrear mentiras,
que hay poca verdad en ellas.
El apio a las opiladas,
y a las preñadas almendras, para melindrosas cardos
y ortigas para las viejas.
Lechugas para briosas
que cuando llueve se queman,
mastuerzo para las frías
y asenjos para las feas.
De los vestidos que un tiempo
trujo en la corte, de seda,
ha hecho para las aves
un espantajo de higuera.
Las lechuguillazas grandes,
almidonadas y tiesas,
y el sombrero boleado
que adorna cuello y cabeza,
y sobre un jubón de raso
la más guarnecida cuera,
sin olvidarse las calzas
españolas y tudescas.
Andando regando un día,
viole en medio de la higuera
y riéndose de velle,
le dice desta manera:
"¡Oh ricos despojos
de mi edad primera
y trofeos vivos
de esperanzas muertas!
¡Qué bien parecéis
de dentro y de fuera,
sobre que habéis dado
fin a mi tragedia!
¡Galas y penachos
de mi soldadesca,
un tiempo colores
y agora tristeza!
Un día de Pascua
os llevé a mi aldea
por galas costosas,
invenciones nuevas.
Desde su balcón
me vio una doncella
con el pecho blanco
y la ceja negra.
Dejose burlar,
caseme con ella,
que es bien que se paguen
tan honrosas deudas.
Supo mi delito
aquella morena
que reinaba en Troya
cuando fue mi reina.
Hizo de mis cosas
una grande hoguera,
tomando venganza
en plumas y letras."
«Tras vos, un alquimista va corriendo, Dafne, que llaman Sol, ¿y vos, tan cruda? Vos os volvéis murciégalo sin duda, pues vais del Sol y de la luz huyendo.
Él os quiere gozar, a lo que entiendo, si os coge en esta selva tosca y ruda: su aljaba suena, está su bolsa muda; el perro, pues no ladra, está muriendo.
Buhonero de signos y planetas, viene haciendo ademanes y figuras, cargado de bochornos y cometas.»
Esto la dije; y en cortezas duras de laurel se ingirió contra sus tretas, y, en escabeche, el Sol se quedó a escuras.
El escritorio del bibliófilo, L. Block (1848-1901)
Retirado en la paz de estos desiertos, con pocos, pero doctos libros juntos, vivo en conversación con los difuntos y escucho con mis ojos a los muertos.
Si no siempre entendidos, siempre abiertos, o enmiendan, o fecundan mis asuntos; y en músicos callados contrapuntos al sueño de la vida hablan despiertos.
Las grandes almas que la muerte ausenta, de injurias de los años, vengadora, libra, ¡oh gran don Iosef!, docta la imprenta. En fuga irrevocable huye la hora; pero aquella el mejor cálculo cuenta que en la lección y estudios nos mejora.
El cíclope Polifemo, Annibale Carracci (1560-1609)
De este, pues, formidable de la tierra bostezo, el melancólico vacío a Polifemo, horror de aquella sierra, bárbara choza es, albergue umbrío y redil espacioso donde encierra cuanto las cumbres ásperas cabrío, de los montes, esconde: copia bella que un silbo junta y un peñasco sella.
Un monte era de miembros eminente este (que, de Neptuno hijo fiero, de un ojo ilustra el orbe de su frente, émulo casi del mayor lucero) cíclope, a quien el pino más valiente, bastón, le obedecía, tan ligero, y al grave peso junco tan delgado, que un día era bastón y otro cayado.
Negro el cabello, imitador undoso de las obscuras aguas del Leteo, al viento que lo peina proceloso, vuela sin orden, pende sin aseo; un torrente es su barba impetuoso, que (adusto hijo de este Pirineo) su pecho inunda, o tarde, o mal, o en vano surcada aun de los dedos de su mano.
Contemplo o que não vejo. É tarde, é quase escuro. E quanto em mim desejo Está parado ante o muro.
Por cima o céu é grande; Sinto árvores além; Embora o vento abrande, Há folhas em vaivém.
Tudo é do outro lado, No que há e no que penso. Nem há ramo agitado Que o céu não seja imenso.
Confunde-se o que existe Com o que durmo e sou. Não sinto, não sou triste. Mas triste é o que estou.
Fernando Pessoa (Poesias, 1942)
Versión al castellano de Un poema cada día Contemplo lo que no veo. Es tarde, es casi oscuro. Y cuanto en mí deseo Está parado ante el muro. Por encima el cielo es grande; Siento árboles allá; Aunque el viento amaine, En vaivén las hojas van. Todo está del otro lado, Lo que hay y lo que pienso. Y no hay ramo agitado Que en el cielo no sea inmenso.
Confúndese lo que existe Con lo que duermo y soy. No siento, no estoy triste. Mas triste es como estoy.