Atardecer en Kilauea Kauai, Alfred Richard Gurrey (1914)
Llevabas
en los pies arena blanca
de una playa desconocida.
Por eso
cuando a mí llegaste
no sentí tus pisadas.
Llevabas
en la voz desnuda
un compás de espera.
Por eso
cuando me hablaste
no pude medir tu voz.
Llevabas
en las manos abiertas
espuma blanca de aquel mar.
Por eso
de tu bienvenida
no pude conservar la huella.
Todo tú
venías en mi busca
y no pude reconocerte.
¡Arena blanca, compás de espera,
espuma blanca!
¡Inquieto sueño de la verde orilla,
rizado de preguntas...!
Josefina de la Torre
(Marzo incompleto, 1968)
Recordé un cuento de Guillermo Blanco que se llama Sólo un hombre y el mar
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