Aquí está el poema diario que utilizamos para ir fortaleciendo la inteligencia y la sensibilidad de nuestros alumnos. Si alguien encuentra un bálsamo o un revulsivo en esta diaria medicina, bienvenido sea.
En la tranquila noche, mis nostalgias amargas sufría. En busca de quietud, bajé al fresco y callado jardín. En el obscuro cielo, Venus bella temblando lucía, como incrustado en ébano un dorado y divino jazmín.
A mi alma enamorada, una reina oriental parecía, que esperaba a su amante, bajo el techo de su camarín, o que, llevada en hombros, la profunda extensión recorría, triunfante y luminosa, recostada sobre un palanquín.
«¡Oh, reina rubia! —díjele—, mi alma quiere dejar su crisálida y volar hacia ti, y tus labios de fuego besar; y flotar en el nimbo que derrama en tu frente luz pálida,
y en siderales éxtasis no dejarte un momento de amar». El aire de la noche refrescaba la atmósfera cálida. Venus, desde el abismo, me miraba con triste mirar.
Dª ÁNGELA ¿Estaréis muy disgustado de esperarme? D. MANUEL No, señora; que quien espera al aurora, bien sabe que su cuidado, en las sombras sepultado de la noche oscura y fría, ha de tener, y así hacía gusto el pesar que pasaba; pues cuanto más se alargaba, tanto más llamaba al día. Si bien no era menester pasar noche tan oscura, si el sol de vuestra hermosura me había de amanecer; que para resplandecer vos, soberano arrebol, la sombra ni el tornasol de la noche no os había de estorbar; que sois el día que amanece sin el sol. El alba, para brillar, quiso a la noche seguir; la aurora para lucir, al alba quiso imitar; el sol, deidad singular, a la aurora desafía, vos al sol; luego la fría noche no es menester si podéis amanecer sol del sol después del día. Dª ÁNGELA Aunque agradecer debiera discurso tan cortesano, quejarme quiero (no en vano), de ofensa tan lisonjera, pues no siendo esta la esfera, a cuyo noble ardimiento fatigas padece el viento sino un albergue piadoso, os viene a hacer sospechoso el mismo encarecimiento. No soy alba, pues la risa me falta en contento tanto; ni aurora, pues que mi llanto de mi dolor ¿no os avisa? No soy sol, pues no divisa mi luz la verdad que adoro, y así lo que soy ignoro; que solo sé que no soy alba, aurora o sol; pues hoy no alumbro, río, ni lloro. Y así, os ruego que digáis, señor don Manuel, de mí que una mujer soy y fui a quien vos solo alegráis al extremo que miráis. Calderón de la Barca (La dama duende, 1629)
Homero, Hesiodo, Safo, Pindaro... Kavafis, Elytis, Seferis, Ritsos... Tales, Heraklito, Parmenides, Sokrates, Platon, Aristoteles... Greziak ez du muga fisikorik, lurralde bat baino askoz gehiago...
Hölderlin, Nietzsche, Heidegger, Celan... Oliba usaineko jakinduria, bere buruaren uharte, itsaso biribildu ezina, gatzaren kanta zauri direnen belarrietan.
Hasiera bat, abiapuntu bat, hari bat zeinari jarraitu, argi hauskorren isla, nora eta zergatik goazen inoiz ez jakin arren.
Garai larrietan inongoak ez. Lurra, kate. Goraka begira sustraiak, argiz eta itsasoz. Mugak oro lausotzea. Greziar..., oinutsik hareari forma emanez. Berriz hastea sorterri.
Aritz Gorrotxategi (Muga, 2016) Homero, Hesíodo, Safo, Píndaro... Kavafis, Elytis, Seferis, Ritsos... Tales, Heráclito, Parménides, Sócrates, Platón, Aristóteles... Grecia carece de límites físicos, ser más que un territorio... Hölderlin, Nietzsche, Heidegger, Celan... Sabiduría de aroma oliváceo, isla de sí misma, mar imposible de plegar, canto de sal a oídos de quienes son herida. Inicio, punto de partida, hilo al que seguir, reflejo de luces quebradizas, a pesar de no saber nunca a dónde vamos y por qué. No pertenecer a ningún lugar en épocas de penuria. Tierra que es cadena. Raíces mirando hacia arriba, de luz y mar. Disipar cualquier límite. Griegos..., dando forma a la arena descalzos. Que la patria sea comenzar de nuevo. [Poema incluido en la antología bilingüe Muga, Ediciones El Gallo de Oro, 2016. Traducción al castellano del propio autor.]
Mar con gaviotas, Nikolay Nikanorovich Dubovskoy (1911)
Unha vez houbo un home que nunca dixo meu. Petóu nas portas do mundo, chamóu no meu corazón. Falaba con palabras que semellaban pombas. As cousas á súa beira púñanse brancas. Nascíalle nos ollos un abrente coma un río de luz, ou coma un mar lonxano de gueivotas. Un bálsamo de amor tiña aquil home pra ista miña dor sin nome.
Celso Emilio Ferreiro (Longa noite de pedra, 1962)
Versión al castellano de Un poema cada día Una vez hubo un hombre que nunca dijo mío. Golpeó en las puertas del mundo, llamó a mi corazón. Hablaba con palabras que semejaban palomas. Las cosas a su vera poníanse blancas. Nacíale en los ojos un albor como un río de luz, o como un mar lejano de gaviotas. Un bálsamo de amor tenía aquel hombre para este dolor mío sin nombre. (Larga noche de piedra, 1962)
Aleshores, quan jèiem abraçats davant la finestra oberta al pendís d'oliveres (dues llavors nues dins d'un fruit que l'estiu ha badat violent, i que s'omple d'aire) no teníem records. Érem el record que tenim ara. Érem aquesta imatge. Els ídols de nosaltres, per la submisa fe de després. Gabriel Ferrater (Teoria dels cossos, 1966) Ídolos Entonces, cuando yacíamos abrazados frente a la ventana abierta al desmonte de olivos (dos semillas desnudas dentro de un fruto que el verano ha abierto violento, y que se llena de aire) no teníamos recuerdos. Éramos el recuerdo que tenemos ahora. Éramos esta imagen. Ídolos de nosotros para la fe sumisa de después.
(Teoría de los cuerpos, 1966) [Traducción al castellano de José Agustín Goytisolo]
Cabeza abstracta, Alekséi von Jawlensky (1864-1941)
De vosotros, los jóvenes, espero no menos cosas grandes que las que realizaron vuestros antepasados. Os entrego una herencia grandiosa: sostenedla. Amparad ese río de sangre, sujetad con segura mano el tronco de caballos viejísimos, pero aún poderosos, que arrastran con pujanza el fardo de los siglos pasados.
Nosotros somos estos que aquí estamos reunidos, y los demás no importan.
Tú, Piedra, hijo de Pedro, nieto de Piedra y biznieto de Pedro, esfuérzate para ser siempre piedra mientras vivas, para ser Pedro Petrificado Piedra Blanca, para no tolerar el movimiento para asfixiar en moldes apretados todo lo que respira o que palpita. A ti, mi leal amigo, compañero de armas, escudero, sostén de nuestra gloria, joven alférez de mis escuadrones de arcángeles vestidos de aceituna, sé que no es necesario amonestarte: con seguir siendo fuego y hierro, basta. Fuego para quemar lo que florece. Hierro para aplastar lo que se alza.
Y finalmente, tú, dueño del oro y de la tierra poderoso impulsor de nuestra vida, no nos faltes jamás. Sé generoso con aquellos a los que necesitas, pero guarda, expulsa de tu reino, mantenlos más allá de tus fronteras, déjalos que se mueran, si es preciso, a los que sueñan, a los que no buscan más que luz y verdad, a los que deberían ser humildes y a veces no lo son, así es la vida. Si alguno de vosotros pensase yo le diría: no pienses.
Pero no es necesario. Seguid así, hijos míos, y yo os prometo paz y patria feliz, orden, silencio.
Ángel González (Sin esperanza, con convencimiento, 1961)