martes, 29 de abril de 2025

Rima XLVI

Joven en la ventana, Gustave Caillebotte (1875)

Me ha herido recatándose en las sombras,
sellando con un beso su traición.
Los brazos me echó al cuello, y por la espalda
partiome a sangre fría el corazón.

Y ella prosigue alegre su camino,
feliz, risueña, impávida, ¿y por qué?
Porque no brota sangre de la herida…
¡Porque el muerto está en pie!

Gustavo Adolfo Bécquer
          (Rimas, 1871)

viernes, 25 de abril de 2025

A las estrellas

                     Estrellas fugaces, Franz Stuck (1912)

¡Oh refulgentes astros, cuya lumbre 
el manto oscuro de la noche esmalta, 
y que en los altos cercos silenciosos 
        giráis mudos y eternos; 

y oh tú, lánguida luna, que argentada 
las tinieblas presides, y los mares 
mueves a tu placer, y ahora apacible 
        señoreas el cielo: 

ay, cuántas veces, ay, para mí gratas
vuestro esplendor sagrado ha embellecido 
dulces, felices horas de mi vida 
        que a no tornar volaron! 

¡Cuántas veces los pálidos reflejos 
de vuestros claros rostros derramados
húmedos resbalar por las colinas 
        vi apacibles del Betis; 

y en su puro cristal vuestra belleza 
reverberar con cándidos fulgores 
admiré al lado de mi prenda amada, 
        más que vosotros bella! 

Ahora, al brillar en las salobres ondas, 
mísero solo, prófugo y errante, 
de todo bien me contempláis desnudo, 
        y a compasión os muevo. 

¡Ay!, ahora mismo vuestras luces claras, 
que el mar repite y reverente adoro, 
se derraman también sobre el retiro, 
        donde mi bien me llora. 

Tal vez en este instante sus divinos 
ojos clava en vosotros, ¡oh, lucientes 
astros!, y os pide con lloroso ruego 
que no alteréis los mares;

y el trémulo esplendor de vuestras lumbres 
en las preciosas lágrimas rïela, 
que esmaltan, ¡ay!, sus pálidas mejillas 
        y más bella la tornan.

Duque de Rivas
(1791-1865)

lunes, 21 de abril de 2025

Dejo yo de mi choza

Pareja de pastores cerca de una fuente, François Boucher (1749)

Dejo yo de mi choza
la habitación pajiza,
y al bello Guadalete
mis pasos se encaminan. [...]
Hasta que con cuidado
mis ojos examinan
que el amado Mirteo
por el monte venía. 
[...]
Y en Mirteo me ofrece
cuanto mi afecto estima,
cuanto mi gusto anhela,
cuanto mi amor aspira.
Y saliendo del agua
cobro la ropa aprisa,
que fío mi descuido
de las ramas vecinas.
El campo piso apenas
cuando con alegría
a recibirme amante
Mirteo se anticipa.
¡Con qué placer le veo!
¡Con qué gusto me mira!
¡Ah amor! ¿quién a tu imperio
le llama tiranía? […]
Libre allí de importunos
con expresiones finas
repetimos contentos
dulcísimas caricias.

María Gertrudis Hore
           (1742-1801)

jueves, 17 de abril de 2025

Definiendo el amor o sus contrariedades

        Amantes en un parque, François Boucher (1758)

Borrasca disfrazada en la bonanza,
engañoso deleite de un sentido,
dulzura amarga, daño apetecido,
alterada quietud, vana esperanza;

desapacible paz, desconfianza,
desazonado gozo mal sufrido,
esclava libertad, triunfo abatido,
simulada traición, fácil mudanza:

perenne manantial de sentimientos,
efímera aprehensión que experimenta
dolorosas delicias y escarmientos;

azarosa fortuna, cruel, violenta,
zozobra, sinsabor, desabrimientos,
risa en la Playa y en el Mar tormenta.

Margarita Hickey
    (h. 1753-h. 1793)

domingo, 13 de abril de 2025

De mis deseos

                   Apolo y Urania, Charles Meynier (1798)

¿Qué te pide el poeta?
Di, Apolo, ¿qué te pide
cuando derrama el vaso,
cuando el himno repite?
No que le des riquezas
que necios le codicien,
ni puestos encumbrados
que mil cuidados siguen;
no grandes posesiones
que abracen con sus lindes
las fértiles dehesas
que el Guadïana ciñe;
ni menos de la India
la concha y los marfiles,
preciadas esmeraldas,
lumbrosos amatistes.
Goce, goce en buen hora,
sin que yo se lo envidie,
el rico sus tesoros,
sus glorias el felice;
y el mercader avaro,
que entre escollos y sirtes
 de oro vaga 
sediento,
cuando la playa pise
con perfumados vinos
a sus amigos brinde
en la esmaltada 
copa
que su opulencia indique;
que yo en mi pobre estado,
y en mi llaneza humilde
con poco estoy contento,
pues con poco se vive,
y así te ruego solo
que en quietud apacible
inocentes y ledos
mis años se deslicen,
sin que a ninguno tema,
ni ajeno bien suspire,
ni la vejez cansada
de mi lira me prive.

Juan Meléndez Valdés 
          (1754-1817)

miércoles, 9 de abril de 2025

La campana y el esquilón


Ilustración de El 19 de marzo y el 2 de mayo, Hermanos Mélida (1882)

En cierta catedral una campana había,
que solo se tocaba algún solemne día.
Con el más recio son, con pausado compás
cuatro golpes o tres solía dar no más.
Por esto, y ser mayor de la ordinaria marca, 
celebrada fue siempre en toda la comarca.
Tenía la ciudad en su jurisdicción
una aldea infeliz, de corta población,
siendo su parroquial una pobre iglesita
con chico campanario, a modo de una ermita,  
y un rajado esquilón pendiente en medio de él,
era allí el que hacía el principal papel.
A fin de que imitase aqueste campanario
al de la catedral, dispuso el vecindario
que despacio y muy poco el dicho esquilón  
se hubiese de tocar en tal cual función;
y pudo aquello tanto en la gente aldeana,
que el esquilón pasó por una gran campana.
Muy verosímil es; pues que la gravedad
suple en muchos así por la capacidad; 
dígnanse rara vez de despegar sus labios,
y piensan que con esto imitan a los sabios.

Con hablar poco y gravemente,
 
logran muchos opinión de hombres grandes.

Tomás de Iriarte
       (1750-1791) 

sábado, 5 de abril de 2025

Las moscas

                        Postre, Carducius Plantagenet Ream (h. 1861-1897)

    A un panal de rica miel
dos mil moscas acudieron,
que por golosas murieron,
presas de patas en él.
Otra dentro de un pastel
enterró su golosina.
    Así, si bien se examina,
los humanos corazones
perecen en las prisiones
del vicio que los domina.

Félix María de Samaniego
              (1745-1801)

martes, 1 de abril de 2025

Verde embeleso de la vida humana

                 Esperanza, George Frederic Watts (1886)

Verde embeleso de la vida humana,
loca Esperanza, frenesí dorado,
sueño de los despiertos intrincado,
como de sueños, de tesoros vana;

alma del mundo, senectud lozana,
decrépito verdor imaginado;
el hoy de los dichosos esperado
y de los desdichados el mañana:

sigan tu sombra en busca de tu día
los que, con verdes vidrios por anteojos,
todo lo ven pintado a su deseo;

que yo, más cuerda en la fortuna mía,
tengo en entrambas manos ambos ojos
y solamente lo que toco veo.

Sor Juana Inés de la Cruz
             (1651-1695)
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