viernes, 25 de abril de 2025

A las estrellas

                     Estrellas fugaces, Franz Stuck (1912)

¡Oh refulgentes astros, cuya lumbre 
el manto oscuro de la noche esmalta, 
y que en los altos cercos silenciosos 
        giráis mudos y eternos; 

y oh tú, lánguida luna, que argentada 
las tinieblas presides, y los mares 
mueves a tu placer, y ahora apacible 
        señoreas el cielo: 

ay, cuántas veces, ay, para mí gratas
vuestro esplendor sagrado ha embellecido 
dulces, felices horas de mi vida 
        que a no tornar volaron! 

¡Cuántas veces los pálidos reflejos 
de vuestros claros rostros derramados
húmedos resbalar por las colinas 
        vi apacibles del Betis; 

y en su puro cristal vuestra belleza 
reverberar con cándidos fulgores 
admiré al lado de mi prenda amada, 
        más que vosotros bella! 

Ahora, al brillar en las salobres ondas, 
mísero solo, prófugo y errante, 
de todo bien me contempláis desnudo, 
        y a compasión os muevo. 

¡Ay!, ahora mismo vuestras luces claras, 
que el mar repite y reverente adoro, 
se derraman también sobre el retiro, 
        donde mi bien me llora. 

Tal vez en este instante sus divinos 
ojos clava en vosotros, ¡oh, lucientes 
astros!, y os pide con lloroso ruego 
que no alteréis los mares;

y el trémulo esplendor de vuestras lumbres 
en las preciosas lágrimas rïela, 
que esmaltan, ¡ay!, sus pálidas mejillas 
        y más bella la tornan.

Duque de Rivas
(1791-1865)

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