viernes, 20 de junio de 2025

A un muchacho

                      Playa de Waikiki, David Howard Hitchcock (1896)

Entre la espuma y la marea
se levanta su espalda
cuando la tarde ya
iba cayendo sola.

Tuve sus ojos negros, como hierbas,
entre las conchas brunas del Pacífico.

Tuve sus labios finos
como una sal hervida en las arenas.

Tuve, en fin, su barbilla de incienso
bajo el sol.

Un muchacho del mundo sobre mí
y los cantares de la Biblia
modelaron sus piernas, sus tobillos
y las uvas del sexo
y los himnos pluviales que nacen de su boca
envolviéndonos sí como a dos nautas
enlazados al velamen incierto del amor.

Entre sus brazos, vivo.
Entre sus brazos duros quise morir
como un ave mojada.

Nancy Morejón
(Piedra pulida, 1986)

lunes, 16 de junio de 2025

Afrodita

          Jardín de la casa familiar, Joaquín Sorolla (1920)

Y está triste
como una silla abandonada
en la mitad del patio azul
Los pájaros la rodean
Cae una aguja
Las hojas resbalan
sin tocarla.
    Y está triste
en mitad del patio
con la mirada baja
los pechos alicaídos
dos palomas tardas
Y un collar
sin perro
en la mano

                 Como una silla vacía.

Cristina Peri Rossi
(Diáspora, 1976)

jueves, 12 de junio de 2025

La enamorada

               Puerto de Sörnäinen, Victor Westerholm (1893)

esta lúgubre manía de vivir,
esta recóndita humorada de vivir
te arrastra Alejandra no lo niegues.

hoy te miraste en el espejo
y te fue triste estabas sola
la luz rugía el aire cantaba
pero tu amado no volvió.

enviarás mensajes, sonreirás,
tremolarás tus manos así volverá
tu amado tan amado.

oyes la demente sirena que lo robó
el barco con barbas de espuma
donde murieron las risas
recuerdas el último abrazo
oh nada de angustias
ríe en el pañuelo llora a carcajadas
pero cierra las puertas de tu rostro
para que no digan luego
que aquella mujer enamorada fuiste tú

te remuerden los días
te culpan las noches
te duele la vida tanto tanto
desesperada ¿adónde vas?
desesperada ¡nada más!

Alejandra Pizarnik
(La última inocencia, 1956)

domingo, 8 de junio de 2025

Micro-poemas

                      Muchacha con espejo, Walt Kuhn (1928)


Eros.

Dios innegable y único
de las sábanas.


Chopin.

Lágrima dulce y pálida del alma
y un embrujo de nardos en el aire.

Dadá.

Flor de flores Dadá
en locomotoras de lívidos vuelos
fugando noche locura vino
huraña luna sin sol viajera.

El espejo.

Mano en fiebre espectral
burilando en la sombra
la imagen fugitiva
del rostro sin pasado.

Ileana Espinel
(Arpa salobre, 1966)

miércoles, 4 de junio de 2025

Tú, ¿eres el otro?

                  Pérgola del Parque de Marquayrol, Henri Martin (1925)

¿Tú eres el otro? No. Eres tú mismo.
A quien mi sangre no ha esperado en vano.
Y el mediodía de mi vida quiso
hacerte sol lumínico en mi mano.

Tú eres el soñado hoy, y mañana.
El surco soy para tu amable grano.
El polen eres tú que se agiganta
Para sembrarse en mí, yo no sé cuándo…

¿Quién dice que eres el otro?

Ángela Valle
(Lunulas, 1969)

sábado, 31 de mayo de 2025

Strip tease

    Hombre con tulipán, Robert Delaunay (1906)

quítate el sombrero
si lo tienes
quítate el pelo
que te abandona
quítate la piel
las tripas los ojos
y ponte un alma
si la encuentras

Blanca Varela
(Falso teclado, 2000)

martes, 27 de mayo de 2025

Ajedrez

             Antikonia y Gawan, Margret Hofheinz-Döring (1978)

Porque éramos amigos y, a ratos, nos amábamos;
quizá para añadir otro interés
a los muchos que ya nos obligaban
decidimos jugar juegos de inteligencia.

Pusimos un tablero enfrente:
equitativo en piezas, en valores,
en posibilidad de movimientos.

Aprendimos las reglas, les juramos respeto
y empezó la partida.

Henos aquí hace un siglo, sentados, meditando 
encarnizadamente
cómo dar el zarpazo último que aniquile
de modo inapelable y, para siempre, al otro.

Rosario Castellanos
(En la tierra de en  medio, 1972)

viernes, 23 de mayo de 2025

Carta a un desterrado

               Odiseo en la isla de Calipso, Ditlev Blunck (1830)

Mi querido Odiseo:
Ya no es posible más
esposo mío
que el tiempo pase y vuele
y no te cuente yo
de mi vida en Ítaca.
Hace ya muchos años
que te fuiste
tu ausencia nos pesó
a tu hijo
y a mí.
Empezaron a cercarme
pretendientes
eran tantos
tan tenaces sus requiebros
que apiadándose un dios
de mi congoja
me aconsejó tejer
una tela sutil
interminable
que te sirviera a ti
como sudario.
Si llegaba a concluirla
tendría yo sin mora
que elegir un esposo.
Me cautivó la idea
que al levantarse el sol
me ponía a tejer
y destejía por la noche.
Así pasé tres años
pero ahora, Odiseo,
mi corazón suspira por un joven
tan bello como tú cuando eras mozo
tan hábil con el arco
y con la lanza.
Nuestra casa está en ruinas
y necesito un hombre
que la sepa regir
Telémaco es un niño todavía
y tu padre un anciano
preferible, Odiseo
que no vuelvas
los hombres son más débiles
no soportan la afrenta.
De mi amor hacia ti
no queda ni un rescoldo
Telémaco está bien
ni siquiera pregunta por su padre
es mejor para ti
que te demos por muerto.
Sé por los forasteros
de Calipso
y de Circe
aprovecha Odiseo
si eliges a Calipso
recuperarás la juventud
si es Circe la elegida
serás entre sus chanchos
el supremo.
Espero que esta carta
no te ofenda
no invoques a los dioses
será en vano
recuerda a Menelao
con Helena
por esa guerra loca
han perdido la vida
nuestros mejores hombres
y estas tú donde estás.
No vuelvas, Odiseo
te suplico.

Tu discreta Penélope

Claribel Alegría
(Variaciones en clave de mí, 1993)

lunes, 19 de mayo de 2025

Isla

                            Costa hawaiana, Alfred Ray Burrell (h. 1920)

Sitiada por un cerco de magnolias,
blanco de cal y pétalo desnudo,
sitiada por un muro de altas olas,
piedra en lo blanco, blanco sobre el muro.
Cerrado el aire, el horizonte opaco,
el agua ciega, el cielo endurecido, 
la luz oscura, el viento detenido,
el alma presa en ojos clausurados.

¿Adónde voy, si estoy aquí clavada,
y aquí consumo el río de la sangre;
aquí devoro el bosque de la carne,
y entierro aquí las plumas de las alas?

Amanda Berenguer
(El río, 1952)

jueves, 15 de mayo de 2025

Acorde final

                            Campo de trigo con roble, Robert Zünd (1875)

Al borde de alegres segadores tiembla el agua,
y ofrece para el orden del labio complacido
dulce rumbo crecido de preñadas mañanas,
y agraria transparencia, dulcemente encendida.

El trigo coronado de apretada espesura,
retiene el desbordado color con que le ordenan
–vecino de la carne– colmarse en primavera.

El ganado decrece tiernamente en lo oscuro
donde dilata el suelo su asombrosa corriente,
y la abeja termina su tránsito de nieve,
y su majada oculta sobre tímidos jaspes.

Y tú, Amado,
que pones rumbo fijo al arado
que circuye la tarde y apresura la rosa,

Dónde tienes el pecho frondoso de raíces,
dónde la sien desnuda sin regazo ni término.

Sobre los pastos suaves, cándidos mayorales
habilitan la uva en que se aloje el vino,
y congregan el clima en que crezca su aroma
y reparta en la lengua manojos de alegría.

Así el verano atiende su reciente hermosura
y sobre el viento solo distribuye sus pájaros.

Así el nácar esparce su quietud y deleite
y su color silvestre reanuda y apacienta.

¡Oh dádivas,
Oh dones terrestres,
Oh suaves alimentos;

Solo agotar la siembra con el pecho,

Solo desembocar al gozo y detenerse

Oh piel,

Oh ceniza colmada y balbuciente!

Eunice Odio
(Los elementos terrestres, 1948)

domingo, 11 de mayo de 2025

Rebelión

                    La llanura de Gennevilliers, Gustave Caillebotte (1884)

Miraba yo la pampa inmensa soñando con el mar.
Miraba yo la pampa tensa, tan alta, tan serena,
tocando con el cielo su frente de cristal;
un acorde de grises y violetas su manto.
qué altura en la belleza!
qué majestad estática en el día altiplánico!

De pronto un niño llora.
Entre la paja brava, con su ponchito viejo
llora un niño. Por qué?
Quién sabe...

El indio aymara se lleva el grito en su raza,
y su clamor innato
desgarra la serena nobleza del paisaje.

Un niño, un llanto humano es una herida abierta
que ensangrienta este mundo.
Tiemblan y se estremecen los monolitos míticos: 
se rompen y entreveran los caminos de paz.
Hay maldad en la tierra.
Arde lo que era de hielo.

Las palabras suaves se crispan en los puños
desafiando al relámpago.

Corro sobre la pampa desaforadamente;
me quema el corazón como una brasa.
Hay maldad en la tierra, hay injusticia.

Quizás más lejos halle la bandera que busco.
Quiero la gleba abierta con sus labios de surcos
como un libro de música.
Quiero que se calme este llanto de niño
que es llanto del mundo.

Yolanda Bedregal
(Almadía, 1942)

miércoles, 7 de mayo de 2025

A Rosalía de Castro

              Rosalía de Castro, Máximo Ramos López (1914)

E ben!... xa qu' aquí n'atopo
            aire, luz, terra nin sol
para min n'habra unha tomba?
                            Para min, non.

Todo lo que la lluvia se ha llevado,
todo lo que las ropas más antiguas
dicen de melancólicos cuidados,
de costureras músicas ambiguas.

Todo lo que el otoño ha reunido,
pulsando el arpa de su desamparo,
el moño alto y el jazmín caído
en su traición, su Bécquer, su costado.

Todo lo que es adiós sobre la tierra
–amor, diminutivo oscuro de la muerte–,
levantará su tumba por lo triste.

Que yo no sé de nadie en quien la entera
vida haya sido más carnal de muerte.
De tierra y solo de tierra te moriste.

Fina García Marruz
(Las miradas perdidas, 1951)

sábado, 3 de mayo de 2025

En los ecos del órgano o en el rumor del viento

                 Una curva en el río, Louis Aston Knigth (1873-1948)

En los ecos del órgano o en el rumor del viento,
en el fulgor de un astro o en la gota de lluvia,
te adivinaba en todo y en todo te buscaba,
         sin encontrarte nunca.

Quizás después te ha hallado, te ha hallado y te ha perdido
otra vez, de la vida en la batalla ruda,
ya que sigue buscándote y te adivina en todo,
        sin encontrarte nunca.

Pero sabe que existes y no eres vano sueño,
hermosura sin nombre, pero perfecta y única;
por eso vive triste, porque te busca siempre
         sin encontrarte nunca.

Rosalía de Castro
(En las orillas del Sar, 1884)

martes, 29 de abril de 2025

Rima XLVI

Joven en la ventana, Gustave Caillebotte (1875)

Me ha herido recatándose en las sombras,
sellando con un beso su traición.
Los brazos me echó al cuello, y por la espalda
partiome a sangre fría el corazón.

Y ella prosigue alegre su camino,
feliz, risueña, impávida, ¿y por qué?
Porque no brota sangre de la herida…
¡Porque el muerto está en pie!

Gustavo Adolfo Bécquer
          (Rimas, 1871)

viernes, 25 de abril de 2025

A las estrellas

                     Estrellas fugaces, Franz Stuck (1912)

¡Oh refulgentes astros, cuya lumbre 
el manto oscuro de la noche esmalta, 
y que en los altos cercos silenciosos 
        giráis mudos y eternos; 

y oh tú, lánguida luna, que argentada 
las tinieblas presides, y los mares 
mueves a tu placer, y ahora apacible 
        señoreas el cielo: 

ay, cuántas veces, ay, para mí gratas
vuestro esplendor sagrado ha embellecido 
dulces, felices horas de mi vida 
        que a no tornar volaron! 

¡Cuántas veces los pálidos reflejos 
de vuestros claros rostros derramados
húmedos resbalar por las colinas 
        vi apacibles del Betis; 

y en su puro cristal vuestra belleza 
reverberar con cándidos fulgores 
admiré al lado de mi prenda amada, 
        más que vosotros bella! 

Ahora, al brillar en las salobres ondas, 
mísero solo, prófugo y errante, 
de todo bien me contempláis desnudo, 
        y a compasión os muevo. 

¡Ay!, ahora mismo vuestras luces claras, 
que el mar repite y reverente adoro, 
se derraman también sobre el retiro, 
        donde mi bien me llora. 

Tal vez en este instante sus divinos 
ojos clava en vosotros, ¡oh, lucientes 
astros!, y os pide con lloroso ruego 
que no alteréis los mares;

y el trémulo esplendor de vuestras lumbres 
en las preciosas lágrimas rïela, 
que esmaltan, ¡ay!, sus pálidas mejillas 
        y más bella la tornan.

Duque de Rivas
(1791-1865)

lunes, 21 de abril de 2025

Dejo yo de mi choza

Pareja de pastores cerca de una fuente, François Boucher (1749)

Dejo yo de mi choza
la habitación pajiza,
y al bello Guadalete
mis pasos se encaminan. [...]
Hasta que con cuidado
mis ojos examinan
que el amado Mirteo
por el monte venía. 
[...]
Y en Mirteo me ofrece
cuanto mi afecto estima,
cuanto mi gusto anhela,
cuanto mi amor aspira.
Y saliendo del agua
cobro la ropa aprisa,
que fío mi descuido
de las ramas vecinas.
El campo piso apenas
cuando con alegría
a recibirme amante
Mirteo se anticipa.
¡Con qué placer le veo!
¡Con qué gusto me mira!
¡Ah amor! ¿quién a tu imperio
le llama tiranía? […]
Libre allí de importunos
con expresiones finas
repetimos contentos
dulcísimas caricias.

María Gertrudis Hore
           (1742-1801)

jueves, 17 de abril de 2025

Definiendo el amor o sus contrariedades

        Amantes en un parque, François Boucher (1758)

Borrasca disfrazada en la bonanza,
engañoso deleite de un sentido,
dulzura amarga, daño apetecido,
alterada quietud, vana esperanza;

desapacible paz, desconfianza,
desazonado gozo mal sufrido,
esclava libertad, triunfo abatido,
simulada traición, fácil mudanza:

perenne manantial de sentimientos,
efímera aprehensión que experimenta
dolorosas delicias y escarmientos;

azarosa fortuna, cruel, violenta,
zozobra, sinsabor, desabrimientos,
risa en la Playa y en el Mar tormenta.

Margarita Hickey
    (h. 1753-h. 1793)

domingo, 13 de abril de 2025

De mis deseos

                   Apolo y Urania, Charles Meynier (1798)

¿Qué te pide el poeta?
Di, Apolo, ¿qué te pide
cuando derrama el vaso,
cuando el himno repite?
No que le des riquezas
que necios le codicien,
ni puestos encumbrados
que mil cuidados siguen;
no grandes posesiones
que abracen con sus lindes
las fértiles dehesas
que el Guadïana ciñe;
ni menos de la India
la concha y los marfiles,
preciadas esmeraldas,
lumbrosos amatistes.
Goce, goce en buen hora,
sin que yo se lo envidie,
el rico sus tesoros,
sus glorias el felice;
y el mercader avaro,
que entre escollos y sirtes
 de oro vaga 
sediento,
cuando la playa pise
con perfumados vinos
a sus amigos brinde
en la esmaltada 
copa
que su opulencia indique;
que yo en mi pobre estado,
y en mi llaneza humilde
con poco estoy contento,
pues con poco se vive,
y así te ruego solo
que en quietud apacible
inocentes y ledos
mis años se deslicen,
sin que a ninguno tema,
ni ajeno bien suspire,
ni la vejez cansada
de mi lira me prive.

Juan Meléndez Valdés 
          (1754-1817)

miércoles, 9 de abril de 2025

La campana y el esquilón


Ilustración de El 19 de marzo y el 2 de mayo, Hermanos Mélida (1882)

En cierta catedral una campana había,
que solo se tocaba algún solemne día.
Con el más recio son, con pausado compás
cuatro golpes o tres solía dar no más.
Por esto, y ser mayor de la ordinaria marca, 
celebrada fue siempre en toda la comarca.
Tenía la ciudad en su jurisdicción
una aldea infeliz, de corta población,
siendo su parroquial una pobre iglesita
con chico campanario, a modo de una ermita,  
y un rajado esquilón pendiente en medio de él,
era allí el que hacía el principal papel.
A fin de que imitase aqueste campanario
al de la catedral, dispuso el vecindario
que despacio y muy poco el dicho esquilón  
se hubiese de tocar en tal cual función;
y pudo aquello tanto en la gente aldeana,
que el esquilón pasó por una gran campana.
Muy verosímil es; pues que la gravedad
suple en muchos así por la capacidad; 
dígnanse rara vez de despegar sus labios,
y piensan que con esto imitan a los sabios.

Con hablar poco y gravemente,
 
logran muchos opinión de hombres grandes.

Tomás de Iriarte
       (1750-1791) 

sábado, 5 de abril de 2025

Las moscas

                        Postre, Carducius Plantagenet Ream (h. 1861-1897)

    A un panal de rica miel
dos mil moscas acudieron,
que por golosas murieron,
presas de patas en él.
Otra dentro de un pastel
enterró su golosina.
    Así, si bien se examina,
los humanos corazones
perecen en las prisiones
del vicio que los domina.

Félix María de Samaniego
              (1745-1801)

martes, 1 de abril de 2025

Verde embeleso de la vida humana

                 Esperanza, George Frederic Watts (1886)

Verde embeleso de la vida humana,
loca Esperanza, frenesí dorado,
sueño de los despiertos intrincado,
como de sueños, de tesoros vana;

alma del mundo, senectud lozana,
decrépito verdor imaginado;
el hoy de los dichosos esperado
y de los desdichados el mañana:

sigan tu sombra en busca de tu día
los que, con verdes vidrios por anteojos,
todo lo ven pintado a su deseo;

que yo, más cuerda en la fortuna mía,
tengo en entrambas manos ambos ojos
y solamente lo que toco veo.

Sor Juana Inés de la Cruz
             (1651-1695)

viernes, 28 de marzo de 2025

Huye del sol el sol, y se deshace

                               Atardecer en Yalta, Ivan Aivazovsky (1861)

Huye del sol el sol, y se deshace
la vida a manos de la propia vida,
del tiempo que, a sus partos homicida,
en mies de siglos las edades pace.

Nace la vida, y con la vida nace
del cadáver la fábrica temida.
¿Qué teme, pues, el hombre en la partida,
si vivo estriba en lo que muerto yace?

Lo que pasó ya falta, lo futuro
aún no se vive, lo que está presente
no está, porque es su esencia el movimiento.

Lo que se ignora es solo lo seguro,
este mundo, república de viento,
que tiene por monarca un accidente.

Gabriel Bocángel
   (1603-1658)

lunes, 24 de marzo de 2025

A un chopo, semejante en desgracia a su amor

                        Avenida de chopos en Moret, Alfred Sisley (1888)

Remataba en los cielos su belleza,
alivio, un alto chopo, a un verde prado,
amante de una vid y de ella amado,
que amor halló aposento en su dureza.

Soberbia, exenta, altiva su cabeza
era lengua del céfiro enojado,
del verde campo rey, pues, coronado, 
daba leyes de amor en su corteza.

Robole su corona airado el viento;
sintió tanto su mal, que fue tornada
en verde oscura su esperanza verde.

Yo, sin los lazos de mi Celia amada,
¿qué mucho a tal me traiga un pensamiento,
si un árbol me dio Amor que me lo acuerde?

Luis Carrillo y Sotomayor
            (h. 1585-1610)

sábado, 22 de marzo de 2025

Al cisne

                                    Cisnes en Reeds, Bruno Liljefors (1907)

Ave de nieve que rompiendo espumas
de ese cristal lascivo donde cantas,
las cándidas espumas que levantas
son igual competencia de tus plumas.

No es bien que cuando mueres lo presumas,
porque tu vida empieza en lo que cantas,
que a tus méritos propios te adelantas,
para adquirir las alabanzas sumas.

Cantando con espíritu del cielo,
te despides del orbe de la tierra:
que allá premio a sus méritos previenes.

Mas si es tu voz un cielo acá en el suelo,
solo por nuestro daño se destierra,
que en ella misma lo que buscas tienes.

Alonso Jerónimo de Salas Barbadillo
                   (1581-1635)

martes, 18 de marzo de 2025

Retrato de Lisi que traía en una sortija

            Retrato de una joven, Anónimo (Siglo XVII)

En breve cárcel traigo aprisionado, 
con toda su familia de oro ardiente,
el cerco de la luz resplandeciente,
y grande imperio del Amor cerrado.

Traigo el campo que pacen estrellado
las fieras altas de la piel luciente;
y a escondidas del cielo y del Oriente,
día de luz y parto mejorado.

Traigo todas las Indias en mi mano:
perlas que, en un diamante, por rubíes, 
pronuncian con desdén sonoro yelo;

y razonan tal vez fuego tirano 
relámpagos de risa carmesíes,
auroras, gala y presunción del cielo.

Francisco de Quevedo
        (1580-1645)

viernes, 14 de marzo de 2025

Epístola moral a Fabio

                  Casita en Goupillieres, Louis Aston Knight (1873-1948)

    Fabio, las esperanzas cortesanas
prisiones son do el ambicioso muere,
y donde al más activo nacen canas.
    El que no las limare o las rompiere,
ni el nombre de varón ha merecido,
ni subir al honor que pretendiere.
    El ánimo plebeyo y abatido
elija, en sus intentos temeroso,
primero estar suspenso que caído;
    que el corazón entero y generoso,
al caso adverso inclinará la frente,
antes que la rodilla al poderoso.
    Más triunfos, más coronas dio al prudente
que supo retirarse, la Fortuna,
que al que esperó obstinada y locamente.
    Esta invasión terrible e importuna
de contrarios sucesos nos espera
desde el primer sollozo de la cuna.
    Dejémosla pasar como a la fiera
corriente del gran Betis, cuando airado
dilata hasta los montes la ribera.
    Aquel entre los héroes es contado
que el premio mereció, no quien le alcanza
por vanas consecuencias del estado. [...]
    El oro, la maldad, la tiranía
del inicuo precede, y pasa al bueno:
¿qué espera la virtud o qué confía? [...]
    Busca, pues, el sosiego dulce y caro,
como, en la oscura noche del Egeo
busca el piloto el eminente faro;
    que si acortas y ciñes tu deseo,
dirás: "Lo que desprecio he conseguido,
que la opinión vulgar es devaneo."
    Más quiere el ruiseñor su pobre nido
de pluma y leves pajas, más sus quejas,
en el monte repuesto y escondido,
    que agradar lisonjero las orejas
de algún príncipe insigne, aprisionado
en el metal de las doradas rejas. [...]
    Iguala con la vida el pensamiento,
y no le pasarás de hoy a mañana,
ni aun quizá de un momento a otro momento. [...]
    ¿Qué es nuestra vida más que un breve día,
do apenas sale el sol, cuando se pierde
en las tinieblas de la noche fría?
    ¿Qué más que el heno, a la mañana verde,
seco a la tarde? ¡Oh ciego desvarío!
¿Será que de este sueño se recuerde?
    ¿Será que pueda ver que me desvío
de la vida viviendo, y que esté unida
la cauta muerte al simple vivir mío? 
[...]
   ¿Piensas acaso tú que fue criado
el varón para el rayo de la guerra,
para surcar el piélago salado,
    para medir el orbe de la tierra
o el cerco por do el sol siempre camina?
¡Oh, quien así lo piensa, cuánto yerra!
    Esta nuestra porción alta y divina
a mayores acciones es llamada
y en más nobles objetos se termina. 
[...]
    Quiero, Fabio, seguir a quien me llama,
y callado pasar entre la gente,
que no afecto los nombres ni la fama. 
[...]
    Un ángulo me basta entre mis lares,
un libro y un amigo, un sueño breve,
que no perturben deudas ni pesares. 
[...]
    No quiera Dios que siga los varones
que moran nuestras plazas, macilentos,
de la virtud infames histrïones;
    estos inmundos trágicos y atentos
al aplauso común, cuyas entrañas
son oscuros e infaustos monumentos. [...]
   ¡Qué muda la virtud por el prudente!
¡Qué redundante y llena de rüido
por el vano, ambicioso y aparente! 
    Quiero imitar al pueblo en el vestido,
en las costumbres solo a los mejores,
sin presumir de roto y mal ceñido. 
[...]
    Una mediana vida yo posea,
un estilo común y moderado,
que no le note nadie que le vea. 
[...]
    Sin la templanza ¿viste tú perfeta
alguna cosa? ¡Oh muerte!, ven callada
como sueles venir en la saeta;
    no en la tonante máquina preñada
de fuego y de rumor; que no es mi puerta
de doblados metales fabricada.
    Así, Fabio, me muestra descubierta
su esencia la verdad, y mi albedrío
con ella se compone y se concierta.
    No te burles de ver cuánto confío,
ni al arte de decir, vana y pomposa,
el ardor atribuyas de este brío.
    ¿Es por ventura menos poderosa
que el vicio la virtud, o menos fuerte?
No la arguyas de flaca y temerosa. 
[...]
    Ya, dulce amigo, huyo y me retiro
de cuanto simple amé; rompí los lazos.
Ven y verás al grande fin que aspiro,
antes que el tiempo muera en nuestros brazos.

Andrés Fernández de Andrada
            (h. 1575-1648)

lunes, 10 de marzo de 2025

Las almas son eternas, son iguales

La costurera, Charles-Amable Lenoir (1860-1926)

Las almas son eternas, son iguales,
son libres, son espíritus, María:
si en ellas hay amor, con la porfía
de los estorbos crece, y de los males.

Nacimos en fortuna desiguales,
no en gustos; la violencia nos desvía;
el tiempo corre lento, y deja el día
de sí hasta en los mármoles señales.

Mas tú ni a tiempo alguno ni a violencia,
ni a aquello desigual de la fortuna,
ni temas a la más prolija ausencia;

que si nuestras dos almas son una,
¿en quién, si no ya en Dios, habrá potencia
que las gaste o las fuerce o las desuna?

Francisco de Medrano
          (1570-1607)

jueves, 6 de marzo de 2025

Ya besando unas manos cristalinas

Retrato de Leopoldine K. Palffy, Carl Vogel von Vogelstein (1818)

Ya besando unas manos cristalinas,
ya anudándome a un blanco y liso cuello,
ya esparciendo por él aquel cabello
que Amor sacó entre el oro de sus minas,

ya quebrando en aquellas perlas finas
palabras dulces mil sin merecello,
ya cogiendo de cada labio bello
purpúreas rosas sin temor de espinas,

estaba, oh claro sol invidïoso,
cuando tu luz, hiriéndome los ojos,
mató mi gloria y acabó mi suerte.

Si el cielo ya no es menos poderoso,
porque no den los tuyos más enojos,
rayos, como a tu hijo, te den muerte.

        Luis de Góngora
            (1560-1627)

domingo, 2 de marzo de 2025

Del soberbio

               Fuegos artificiales en Venecia, Konstantin Gorbatov (1935)

Es el cohete un hilo manifiesto,
de pólvora y papel acompañado,
que con alas de fuego levantado
vuela por verse en las estrellas puesto.

Gira con furia, mas fenece presto
su curso artificial y acelerado,
dejando por señal de que ha pasado
reliquias tristes de un olor molesto.

La vida del soberbio es un cohete,
papel su carne, pólvora su intento,
atado con el hilo de la vida.

No hay quien el fuego del furor sujete
mientras vuela esta máquina, y, rompida,
deja el olor de un infernal tormento.

Alonso de Bonilla
    (Siglo XVII)

miércoles, 26 de febrero de 2025

Querido manso mío, que viniste

                         Valle y dehesa, Robert Seldon Duncanson (1857)

Querido manso mío, que viniste
por sal mil veces junto aquella roca,
y en mi grosera mano vuestra boca
y vuestra lengua de clavel pusiste,

¿por qué montañas ásperas subiste,
que tal selvatiquez el alma os toca?
¿Qué furia os hizo condición tan loca
que la memoria y la razón perdiste?

Paced la anacardina porque os vuelva
de ese crüel e interesable sueño,
y no bebáis del agua del olvido.

Aquí está vuestra vega, monte y selva;
yo soy vuestro pastor y vos mi dueño;
vos mi ganado, y yo vuestro perdido.

           Lope de Vega
              (1562-1635)

sábado, 22 de febrero de 2025

¿Cómo vives, sin quien vivir no puedes?

                           El arroyo negro, John Singer Sargent (1908)

¿Cómo vives, sin quien vivir no puedes?
Ausente, Silva, el alma, ¿tienes vida,
y el corazón aquesa misma herida
gravemente atraviesa, y no te mueres?

Dime, si eres mortal o inmortal eres:
¿hate cortado Amor a su medida,
o forjado, en sus llamas derretida,
que tanto el natural límite excedes?

Vuelto ha tu corazón cifra divina
de extremos mil Amor, en que su mano
mostrar quiso destreza peregrina;

y la fragilidad del pecho humano
en firmísima piedra diamantina,
con que quedó hecho alcázar soberano.

Luisa de Carvajal y Mendoza
                (1566-1614)

martes, 18 de febrero de 2025

Don Belianís de Grecia a don Quijote de La Mancha

                           Don Quijote, Johann Baptist Zwecker (1854)

Rompí, corté, abollé, y dije e hice
más que en el orbe caballero andante;
fui diestro, fui valiente y arrogante,
mil agravios vengué, cien mil deshice.

Hazañas di a la fama que eternice;
fui comedido y regalado amante;
fue enano para mí todo gigante,
y al duelo en cualquier punto satisfice.

Tuve a mis pies postrada la Fortuna
y trajo del copete mi cordura
a la calva ocasión al estricote.

Mas, aunque sobre el cuerno de la luna
siempre se vio encumbrada mi ventura,
tus proezas envidio, ¡oh, gran Quijote!

Miguel de Cervantes
(El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha, 1605)

viernes, 14 de febrero de 2025

Si la harpa, si el órgano sabroso

             En el coro de la iglesia de San Andrés, Albin Egger-Lienz (1890)

                A GREGORIO SILVESTRE

Si la harpa, si el órgano sabroso,
si el monocordio, si la dulce lira
que en vuestras manos, gran Silvestre, admira
y suspende el ingenio más furioso;

si el dulce verso fácil y gracioso,
con que a los vientos refrenáis la ira,
algún consuelo, aunque liviano, inspira
a un seso apasionado y amoroso,

¡aquí, señor: que me ha rompido el pecho
con punta de oro de acerado dardo
la mano más gentil que el cielo ha hecho!

¡Aquí; que huyo el bien y el mal aguardo;
espero el daño y temo mi provecho;
he frío en brasas y entre hielos ardo!

Luis Barahona de Soto
      (1548-1595)

lunes, 10 de febrero de 2025

Oye tú solo, eterno y sacro río

Parque de la Cartuja, Ramon Alorda Pérez (1848-1899)

Oye tú solo, eterno y sacro río,
el grave y mustio son de mi lamento; 
y mezclado en tu grande crecimiento
lleva al padre Nereo el llanto mío.

Los suspiros ardientes que a ti envío, 
antes que los derrame leve viento,
acoge en tu sonante movimiento, 
porque se esconda en ti mi desvarío.

No sean más testigos de mi pena
los árboles, las peñas que solían
responder y quejarse a mi gemido.

Y en estas ondas, y corriente llena,
a quien vencer mis lágrimas porfían,
viva siempre mi mal y amor crecido.

Fernando de Herrera
         (1534-1597)

jueves, 6 de febrero de 2025

Ojos que dais la luz al firmamento

Retrato de una noble florentina, Alessandro Allori (1535-1607)

Ojos, que dais la luz al firmamento
y el fuego al alma mía, sed pïadosos;
dejad la ira, y sed, pues sois gloriosos,
menos crueles al dolor que siento.

Dentro en mi pecho Amor os dio el asiento,
y dentro arden mis fuegos, rigurosos
de veros que sois blandos y amorosos
y tan sin pïedad a mi tormento.

Bien conocéis de mí que por vos muero,
y por vos vivo, y solo a vos os amo,
ojos, que sois los ojos de mi alma,

por quien la vida en tanta muerte espero,
y en las tristes querellas que derramo,
mi bien, descanso, gloria, premio y palma.

Juan de la Cueva
    (1543-1612)

domingo, 2 de febrero de 2025

Contra un mal soneto

Oficial escribiendo una carta, Gerard ter Borch (1617-1681)

"Al soneto, vecinos, al malvado,
al sacrílego, al loco, al sedicioso,
revolvedor de caldos, mentiroso,
afrentoso al señor que lo ha criado.

Atadle bien los pies, como el taimado
no juegue de ellos, pues será forzoso
que el sosiego del mundo y el reposo
vuelva en un triste y miserable estado.

Quemadle vivo; muera esta cizaña,
y sus cenizas Euro las derrame
donde perezcan al rigor del cielo."

Esto dijo el honor de nuestra España,
viendo un soneto de discurso infame,
pero valiole poco su buen celo.

Baltasar del Alcázar
       (1530-1606)

jueves, 30 de enero de 2025

Blancas y hermosas manos

Retrato de Bianca, William Holman Hunt (h. 1868-1869)

Blancas y hermosas manos, que colgado
tenéis de cada dedo mi sentido;
hermoso y bello cuerpo, que escondido
tenéis a todo el bien de mi cuidado;

divino y dulce rostro, que penado
tenéis mi corazón después que os vido,
¿por qué ya no borráis de vuestro olvido
al que de sí por vos vive olvidado?

Volved con buen semblante ya, señora,
aquesos ojos llenos de hermosura;
¡sacad esta vuestra alma a dulce puerto!

Mirad que me es mil años cada hora,
y es mengua que quien vio vuestra figura
muera ya tantas veces, siendo muerto.

    Francisco de Figueroa
             (1530-1588)

domingo, 26 de enero de 2025

Nunca más vean mis ojos

Retrato de Constanza de Sommaia, Agnolo Bronzino (h. 1540)

Nunca más vean mis ojos
cosas que le den placer
hasta tornaros a ver
.

Si pudiese con la vida
recobrarse el bien perdido,
yo la doy por bien perdida,
que el morir no es a medida
del dolor que he padecido;
y pues veros apartar
fue causa de mis enojos,
pues no queda que mirar
ni lágrimas que llorar,
nunca más vean mis ojos.

¿Qué puedo ya ver, señora,
habiéndote visto en mí?
que el que te vido y te adora
no puede vivir un hora
más que cuando vive en ti.
Mas pues que con mis gemidos
no puedo ya detener,
no se acabe el padecer,
ni suenen a mis oídos
cosas que les den placer.

Cuando me atormenta amor
con temor, ausencia y muerte,
tengo yo por buena suerte
vivir con tanto dolor
a trueque de esperar verte;
pero porque de sufrir
no se canse el padecer,
finge mi mal un placer
que es imposible sentir
hasta tornaros a ver.

Isabel Vega
(Siglo XVI)

miércoles, 22 de enero de 2025

Al cielo

 Camino en un campo de amapolas, Claude Monet (a. 1926)

Clara fuente de luz, nuevo y hermoso,
rico de luminarias, patrio Cielo,
casa de la verdad sin sombra o velo,
de inteligencias ledo, almo reposo:

¡oh cómo allá te estás, cuerpo glorioso,
tan lejos del mortal caduco velo,
casi un Argos divino alzado a vuelo,
de nuestro humano error libre y piadoso!

¡Oh patria amada!, a ti sospira y llora
esta en su cárcel alma peregrina,
llevada errando de uno en otro instante;

esa cierta beldad que me enamora
suerte y sazón me otorgue tan benina
que, do sube el amor, llegue el amante.

Francisco de Aldana
      (1537-1578) 

viernes, 17 de enero de 2025

Dichoso desear, dichosa pena

         Retrato de Juana de Aragón, Rafael Sanzio (h. 1518)

¡Dichoso desear, dichosa pena,
dichosa fe, dichoso pensamiento,
dichosa tal pasión y tal tormento,
dichosa sujeción de tal cadena;

dichosa fantasía, en gloria llena,
dichoso aquel que siente lo que siento,
dichoso el obstinado sufrimiento,
dichoso mal que tanto bien ordena;

dichoso el tiempo que de vos escribo,
dichoso aquel dolor que de vos viene,
dichosa aquella fe que a vos me tira;

dichoso quien por vos vive cual vivo,
dichoso quien por vos tal ansia tiene,
felice el alma quien por vos suspira!

Gutierre de Cetina
        (1520-1557)

domingo, 12 de enero de 2025

Mañana de primavera

                                          Primavera, Claude Monet (1886)

¡Mañana de primavera!
Vino ella a besarme, cuando
una alondra mañanera
subió del surco, cantando:
«¡Mañana de primavera!»

Le hablé de una mariposa
blanca que vi en el sendero;
y ella, dándome una rosa,
me dijo: «¡Cuánto te quiero!
¡No sabes lo que te quiero!»

¡Guardaba en sus labios rojos
tantos besos para mí!
Yo le besaba los ojos...
"¡Mis ojos son para ti;
tú, para mis labios rojos!"

El cielo de primavera
era azul de paz y olvido...
Una alondra mañanera
cantó en el huerto aún dormido.
Luz y cristal su voz era
en el surco removido...
¡Mañana de primavera!

Juan Ramón Jiménez
(Jardines lejanos, 1904)

martes, 7 de enero de 2025

Égloga I (fragmento)



   Verano en el bosque,  Peder Mørk Mønsted (1898)

                                 SALICIO


Por ti el silencio de la selva umbrosa,
por ti la esquividad y apartamiento
del solitario monte me agradaba;
por ti la verde hierba, el fresco viento,
el blanco lirio y colorada rosa
y dulce primavera deseaba.
          ¡Ay, cuánto me engañaba!
          ¡Ay, cuán diferente era
          y cuán de otra manera
lo que en tu falso pecho se escondía!
Bien claro con su voz me lo decía
la siniestra corneja, repitiendo
          la desventura mía.
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.

¡Cuántas veces, durmiendo en la floresta,
reputándolo yo por desvarío,
vi mi mal entre sueños, desdichado!
Soñaba que en el tiempo del estío
llevaba, por pasar allí la siesta,
a abrevar en el Tajo mi ganado;
           y después de llegado,
           sin saber de cuál arte,
           por desusada parte
y por nuevo camino el agua se iba;
ardiendo yo con la calor estiva,
el curso, enajenado, iba siguiendo
          del agua fugitiva.
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.

Tu dulce habla ¿en cúya oreja suena?
Tus claros ojos ¿a quién los volviste?
¿Por quién tan sin respeto me trocaste?
Tu quebrantada fe ¿dó la pusiste?
¿Cuál es el cuello que como en cadena
de tus hermosos brazos añudaste?
          No hay corazón que baste,
          aunque fuese de piedra,
          viendo mi amada hiedra
de mí arrancada, en otro muro asida,
y mi parra en otro olmo entretejida,
que no se esté con llanto deshaciendo
          hasta acabar la vida.
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.

Garcilaso De la Vega
(h.1501-1536)


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