Después de todo, todo ha sido nada,
a pesar de que un día lo fue todo.
Después de nada, o después de todo
supe que todo no era más que nada.
Grito «¡Todo!», y el eco dice «¡Nada!».
Grito «¡Nada!», y el eco dice «¡Todo!».
Ahora sé que la nada lo era todo,
y todo era ceniza de la nada.
No queda nada de lo que fue nada.
(Era ilusión lo que creía todo
y que, en definitiva, era la nada.)
Qué más da que la nada fuera nada
si más nada será, después de todo,
después de tanto todo para nada.
José Hierro
(Cuaderno de Nueva York, 1998)
Gracias por la entrada. Es un poema que me encanta y suelo leer con mis alumnos. De entrada, no lo entienden, pero enseguida les llega. Todo un ejemplo de maestría estilística y profundidad conceptual.
ResponderEliminarCon vuestro permiso, enlazaré el blog al portal sobre el canon literario que estoy preparando.
Un saludo.
Francisco.