domingo, 11 de mayo de 2025

Rebelión

                    La llanura de Gennevilliers, Gustave Caillebotte (1884)

Miraba yo la pampa inmensa soñando con el mar.
Miraba yo la pampa tensa, tan alta, tan serena,
tocando con el cielo su frente de cristal;
un acorde de grises y violetas su manto.
qué altura en la belleza!
qué majestad estática en el día altiplánico!

De pronto un niño llora.
Entre la paja brava, con su ponchito viejo
llora un niño. Por qué?
Quién sabe...

El indio aymara se lleva el grito en su raza,
y su clamor innato
desgarra la serena nobleza del paisaje.

Un niño, un llanto humano es una herida abierta
que ensangrienta este mundo.
Tiemblan y se estremecen los monolitos míticos: 
se rompen y entreveran los caminos de paz.
Hay maldad en la tierra.
Arde lo que era de hielo.

Las palabras suaves se crispan en los puños
desafiando al relámpago.

Corro sobre la pampa desaforadamente;
me quema el corazón como una brasa.
Hay maldad en la tierra, hay injusticia.

Quizás más lejos halle la bandera que busco.
Quiero la gleba abierta con sus labios de surcos
como un libro de música.
Quiero que se calme este llanto de niño
que es llanto del mundo.

Yolanda Bedregal
(Almadía, 1942)

miércoles, 7 de mayo de 2025

A Rosalía de Castro

              Rosalía de Castro, Máximo Ramos López (1914)

E ben!... xa qu' aquí n'atopo
            aire, luz, terra nin sol
para min n'habra unha tomba?
                            Para min, non.

Todo lo que la lluvia se ha llevado,
todo lo que las ropas más antiguas
dicen de melancólicos cuidados,
de costureras músicas ambiguas.

Todo lo que el otoño ha reunido,
pulsando el arpa de su desamparo,
el moño alto y el jazmín caído
en su traición, su Bécquer, su costado.

Todo lo que es adiós sobre la tierra
–amor, diminutivo oscuro de la muerte–,
levantará su tumba por lo triste.

Que yo no sé de nadie en quien la entera
vida haya sido más carnal de muerte.
De tierra y solo de tierra te moriste.

Fina García Marruz
(Las miradas perdidas, 1951)

sábado, 3 de mayo de 2025

En los ecos del órgano o en el rumor del viento

                 Una curva en el río, Louis Aston Knigth (1873-1948)

En los ecos del órgano o en el rumor del viento,
en el fulgor de un astro o en la gota de lluvia,
te adivinaba en todo y en todo te buscaba,
         sin encontrarte nunca.

Quizás después te ha hallado, te ha hallado y te ha perdido
otra vez, de la vida en la batalla ruda,
ya que sigue buscándote y te adivina en todo,
        sin encontrarte nunca.

Pero sabe que existes y no eres vano sueño,
hermosura sin nombre, pero perfecta y única;
por eso vive triste, porque te busca siempre
         sin encontrarte nunca.

Rosalía de Castro
(En las orillas del Sar, 1884)

martes, 29 de abril de 2025

Rima XLVI

Joven en la ventana, Gustave Caillebotte (1875)

Me ha herido recatándose en las sombras,
sellando con un beso su traición.
Los brazos me echó al cuello, y por la espalda
partiome a sangre fría el corazón.

Y ella prosigue alegre su camino,
feliz, risueña, impávida, ¿y por qué?
Porque no brota sangre de la herida…
¡Porque el muerto está en pie!

Gustavo Adolfo Bécquer
          (Rimas, 1871)

viernes, 25 de abril de 2025

A las estrellas

                     Estrellas fugaces, Franz Stuck (1912)

¡Oh refulgentes astros, cuya lumbre 
el manto oscuro de la noche esmalta, 
y que en los altos cercos silenciosos 
        giráis mudos y eternos; 

y oh tú, lánguida luna, que argentada 
las tinieblas presides, y los mares 
mueves a tu placer, y ahora apacible 
        señoreas el cielo: 

ay, cuántas veces, ay, para mí gratas
vuestro esplendor sagrado ha embellecido 
dulces, felices horas de mi vida 
        que a no tornar volaron! 

¡Cuántas veces los pálidos reflejos 
de vuestros claros rostros derramados
húmedos resbalar por las colinas 
        vi apacibles del Betis; 

y en su puro cristal vuestra belleza 
reverberar con cándidos fulgores 
admiré al lado de mi prenda amada, 
        más que vosotros bella! 

Ahora, al brillar en las salobres ondas, 
mísero solo, prófugo y errante, 
de todo bien me contempláis desnudo, 
        y a compasión os muevo. 

¡Ay!, ahora mismo vuestras luces claras, 
que el mar repite y reverente adoro, 
se derraman también sobre el retiro, 
        donde mi bien me llora. 

Tal vez en este instante sus divinos 
ojos clava en vosotros, ¡oh, lucientes 
astros!, y os pide con lloroso ruego 
que no alteréis los mares;

y el trémulo esplendor de vuestras lumbres 
en las preciosas lágrimas rïela, 
que esmaltan, ¡ay!, sus pálidas mejillas 
        y más bella la tornan.

Duque de Rivas
(1791-1865)
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