domingo, 29 de septiembre de 2019

Atardecer de estío en Salamanca

 
               Miguel de Unamuno, Juan de Echevarría (1930)

Del color de la espiga triguera
ya madura
son las piedras que tu alma revisten,
Salamanca,
y en las tardes doradas de junio
semejan tus torres
del sol a la puesta
gigantescas columnas de mieses
orgullo del campo
que ciñe tu solio.
Desde lo alto derrama su sangre,
lluvia de oro,
sobre ti el regio sol de Castilla,
pelícano ardiente,
y en tus piedras anidan palomas
que arrullan en ellas
eternos amores
al acorde de bronces sagrados
que lanzan al aire
seculares quejas
de los siglos.
Los vencejos tu cielo repasan
poblando su calma
con hosanas de vida ligera,
jubilosa,
las tardes de estío,
y este cielo, tu prez y tu dicha,
Salamanca,
es el cielo que esmalta tus piedras
con oro de siglos.
Como poso del cielo en la tierra
resplende tu pompa,
Salamanca,
del cielo platónico
que en la tarde del Renacimiento
cabe el Tormes Fray Luis meditando
soñara.
Sobre ti se detienen las horas,
de reveza,
soltando su jugo,
su savia de eterno,
y en tus aguas se miran los siglos
dejando a la historia
colmar tu regazo
con frutos de otoño.
Cuando puesto ya el Sol, de tu seno
rebotan tus piedras
el toque de queda
me parecen los siglos mejerse,
que el tiempo se anega,
y vivir una vida celeste
–¡quietud y visiones!–
¡Salamanca!

Miguel de Unamuno
(Andanzas y visiones españolas, 1922)

miércoles, 25 de septiembre de 2019

Impenetrable es tu frente, cual un muro

          Retrato de Winifred Ianthe Clayton, Henry John Stock (1913)

    Impenetrable es tu frente, cual un muro.
Tan cerca de los ojos, ¿cómo retiene preso
tu pensamiento? ¿Cómo su recinto es oscuro,
bajo el cabello de oro, sobre el radiante beso?
    –Con la movilidad del foso de tus ojos,
la fijeza de dardo de los míos esquivas;
a veces, brillan dentro como ponientes rojos,
a veces, como rápidas estrellas pensativas–.
    ¡Mujer, que yo lo vea! Libra de sus penosas
dudas a este constante asedio de mis penas;
¡quiero saber si tu alma es un jardín de rosas,
o un pozo verde, con serpientes y cadenas!

Juan Ramón Jiménez
(Poemas májicos y dolientes, 1909)

lunes, 23 de septiembre de 2019

Colinas plateadas

 
                              Paisaje de Calatayud, Ignacio Zuloaga (1930)

    ¡Colinas plateadas,
grises alcores, cárdenas roquedas
por donde traza el Duero
su curva de ballesta
en torno a Soria, obscuros encinares,
ariscos pedregales, calvas sierras,
caminos blancos y álamos del río,
tardes de Soria, mística y guerrera,
hoy siento por vosotros, en el fondo
del corazón, tristeza,
tristeza que es amor! ¡Campos de Soria
donde parece que las rocas sueñan,
conmigo vais! ¡Colinas plateadas,
grises alcores, cárdenas roquedas!...


Antonio Machado
(Campos de Castilla, 1912-1917)

miércoles, 18 de septiembre de 2019

Sinfonía en gris mayor

                                            Marinos, Albert Edelfelt (h. 1905)

    El mar, como un vasto cristal azogado,
refleja la lámina de un cielo de zinc;

lejanas bandadas de pájaros manchan
el fondo bruñido de pálido gris.
    El sol, como un vidrio redondo y opaco,
con paso de enfermo camina al cenit;
el viento marino descansa en la sombra
teniendo la almohada su negro clarín.
    Las ondas, que mueven su vientre de plomo,
debajo del muelle parecen gemir.
Sentado en un cable, fumando su pipa,
está un marinero pensando en las playas
de un vago, lejano, brumoso país.
    Es viejo ese lobo. Tostaron su cara
los rayos de fuego del sol de Brasil;
los recios tifones del mar de la China
le han visto bebiendo su frasco de gin.

    La espuma, impregnada de yodo y salitre,
ha tiempo conoce su roja nariz,
sus crespos cabellos, sus bíceps de atleta,
su gorra de lona, su blusa de dril.
    En medio del humo que forma el tabaco,
ve el viejo el lejano, brumoso país,
adonde una tarde caliente y dorada,
tendidas las velas, partió el bergantín...
    La siesta del trópico. El lobo se duerme.
Ya todo lo envuelve la gama del gris.
Parece que un suave y enorme esfumino
del curvo horizonte borrara el confín.
    La siesta del trópico. La vieja cigarra
ensaya su ronca guitarra senil,
y el grillo preludia su solo monótono
en la única cuerda que está en su violín.


Rubén Darío
(Prosas profanas, 1896)

jueves, 5 de septiembre de 2019

Sherpa

                   Cumbre nevada. El Cáucaso, Arkhip Kuindzhi (h. 1900)

Escalamos el suelo
a pie.

Solos o juntos,
sin abrigo ni guía, suelo adentro,
pasos arriba.

Seguimos, nos perdemos
y sobre el suelo plano
se suceden aludes y refugios.

A veces en la sima
del sueño coronamos
una verdad posible:

cada paso es la cumbre.

Álvaro Tato
(Gira, 2011)
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