domingo, 27 de diciembre de 2020

Los armónicos han entrado en el fémur de un neandertal


Los jardines del Generalife,  Santiago Rusiñol (1861-1931)
 
Los armónicos han entrado en el fémur de un neandertal 
en la forma arbórea del Giraldo De Molina y su bandera agujereada dos arcillosos seres
como un poema en el jardín de los sapos esparteros
su canto o el pasto que comían los niños en mayo
este acorde contemporáneo pide bombillas al vecino
la oreja de tundra riega los fósiles susurrados de una partitura y su músico come
albaricoques en la despensa del palacio
así con brillante cuerpo de dios griego sonamos
Manuel de Falla envía un atardecer en Granada y ciclistas submarinos en las escamas
del Mediterráneo hacen canciones con brezo y mimbre verde
estridulan ancianas las estrellas en la puerta de sus casas
guardé mi corazón en un enebro
lugar donde horizontalmente nace el sueño o su grito antiguo
esa memoria de patio regado
 
Mario G. Obrero
(Ese ruido ya pájaro, 2019)
 
Mario G. Obrero ha recibido este 2020 el Premio de Poesía Loewe a la Creación Joven con tan solo 17 años, por su poemario Peachtree City, que será publicado por Visor en marzo de 2021.

miércoles, 23 de diciembre de 2020

Tríptico


Mujer alimentando a las gallinas,
Jean-François Millet (h. 1846-1848)
 
óleo sobre tea, a avoa reproduce unha escena de Millet
 
a súa man dereita oscila tres veces,
sementando cristais de sal ante a inminencia da tormenta, coma se a moeda do mar bastase para salvarnos. as nenas obsérvanos desaparecer en contacto co cemento do patio, e son xoias
un fragmento de segundo, algo que sinalar cos dedos mentres se perde.
a chuvia impide que os salmos se adhiran ás cativas
e a man que foi péndulo volve á cadeira; como a caléndula, sabe
repregarse.
 
cando se pranta un bonsai disponse fóra do centro para facer espazo ao divino:
así ela, conxurando o mal
desde un vértice.
 
óleo sobre madeira, o pai di
 
que recrutar é unha arte.
garda moitas cousas para si: a hora en que a neve azulea sobre a orografía suíza, o primeiro dente da filla, o estalido do óso do 
peito
 
garda silencio. nunca prantaría un bonsai.
sabe despegar a sombra
do corpo
dos paxaros.
 
acrílico sobre papel, a filla repite
 
similia similiabus curantur mentres atravesa o patio. cando naceu, penduránronlle unhas cornas de vacaloura no pulso.
un cento de quilómetros ao oeste, os mariñeiros recollen estrelamares para fertilizar a terra. ela descoñéceo.
imprudente,
colócase no centro e alza a vista, para capturar o brillo que foi
da Vía Láctea. 
 
Alba Cid
(Atlas, 2019)
 
Versión al  castellano de Un poema cada día
 
óleo sobre tela, la abuela reproduce una escena de Millet
 
Su mano derecha oscila tres veces,
sembrando cristales de sal ante la inminencia de la tormenta,
como si la moneda del mar fuese suficiente para salvarnos.  Las niñas los miran desaparecer en contacto con el cemento del patio, y son joyas
un fragmento de segundo, algo que señalar con los dedos mientras se pierde.
la lluvia impide que los salmos se adhieran a las cautivas
y la mano que fue péndulo vuelve a la cadera; como la caléndula, sabe
replegarse.

cuando se planta un bonsái se coloca fuera del centro para dejar espacio a lo divino:
así ella, conjurando el mal
desde un vértice.

óleo sobre madera, el padre dice

que coleccionar es un arte.
guarda muchas cosas para sí: la hora en que la nieve azulea sobre la orografía suiza, el primer diente de la hija, el estallido del hueso del 
pecho

guarda silencio. nunca plantaría un bonsái.

sabe despegar la sombra
del cuerpo
de los pájaros.

acrílico sobre papel, la hija repite

similia similiabus curantur mientras atraviesa el patio. cuando nació, le colgaron unos cuernos de ciervo volante en la muñeca.
un centenar de kilómetros al oeste, los marineros recogen estrellas de mar para fertilizar la tierra. ella lo desconoce.
imprudente,
se coloca en el centro y alza la vista, para capturar el brillo que fue

de la Vía Láctea.

Alba Cid
(Atlas, 2019)

La poeta orensana Alba Cid ha ganado con Atlas (Editorial Galaxia, 2019) el Premio Nacional de Poesía Joven Miguel Hernández 2020.

sábado, 12 de diciembre de 2020

Urdinaren Oda

 
                            Dunas en Domburg, Piet Mondrian (1911)

Ahopean irakurritako poesia
urdina da
apirileko arratsaldeetan
esloveniako sukaldeak
urdinak dira.

Iturrian
zure begiradaren
isla
urdina da.
Haurtzaroko egunak
eta eskutartean
gordetzen dituzun
ahabiak ere
urdinak dira.

Zure ilorde kutunena,
urdin kolorekoa da.

Elizara sartzen den
argia,
Japoniako grabatuak,
oso garestia den
lihozko soinekoa,
imanaren kantua
eta hutsik dagoen
igerilekua ere
urdinak dira.

Urdinak dira
Europako hegoaldeko
enparantza baten
espaloian
lotan dagoen
neskatoaren
ezpain
izoztuak. 

Beatriz Chivite
(Mugi / Atu, 2019)

 Oda al azul

Azul
es la poesía
leída en voz baja
las cocinas eslovenas
en las tardes de abril.
 
Azul
es el reflejo
de tu mirada
en la fuente.
Los años de la infancia
y los arándanos
que guardas
en tus puños
cerrados.

Azul
es tu peluca favorita.
 
La luz que entra 
por la iglesia,
los grabados japoneses,
el vestido de lino
demasiado caro,
el canto del imán
y la piscina
que siempre está vacía
son azules.
Azules son
los labios
congelados
de la niña que duerme
sobre la acera
de una plaza
del sur de Europa.
 
Beatriz Chivite
(Móvil / limitación, 2019)

Este poema aparece recogido en la antología En las ciudades / Nas cidades / Hirietan (Chan da Pólvora & papelesmínimos, 2020), breve muestra de los cuatro libros de poesía de Beatriz Chivite publicados hasta ahora. La propia autora traduce los versos del euskera al castellano; de la versión gallega se encarga Isaac Xubin.

martes, 1 de diciembre de 2020

Interior del paisaje


Vista del valle de Wiesent desde el parque, Curt Herrmann (h.1903)
 
¿Cómo decir este momento rosa de la tarde cayendo
detrás del alto monte que oscurece?
¿Y para qué decirlo? ¿Para salvar mis ojos?
Contempla en el jardín las flores de este otoño,
las tapias recubiertas de hiedras y jazmines,
y el paso misterioso de los pájaros
que vuelan de repente del lugar de una sombra,
o que buscan las ramas
                                             y se mecen
en densos y caídos surtidores
de rojas buganvilias.
No salvas nada tú, ni ellos te salvan.
(Cae la tarde hoy con tan grande sosiego,
es el tiempo tan  íntimo
con el canto en su centro del pájaro que escuchas...)

La luz de allá, desde tu solitaria habitación, es otra
          habitación que aloja al mundo en sombras
y su Dueño, el que ignoro, ha cerrado la puerta
y ha entornado el balcón,
y ya todo el jardín, y el campo que lo cerca, es un rincón
          espeso,
y han callado los pájaros.

Mira cómo se encienden, una aquí y otra allá, las velas en
           la noche.
Nunca creí que el último naufragio fuese un lugar tan
          cierto, y tan a tientas.

Francisco Brines
(El otoño de las rosas, 1986)
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