domingo, 28 de mayo de 2017

El Ciervo en la Fuente


                           Ciervos y venados,  Carl Friedrich Deiker (1871)

     Un Ciervo se miraba
en una hermosa cristalina Fuente;
placentero admiraba
los enramados cuernos de su frente,
pero al ver sus delgadas, largas piernas,
al alto cielo daba quejas tiernas.
      «¡Oh dioses! ¿A qué intento,
a esta fábrica hermosa de cabeza
construir su cimiento
sin guardar proporción en la belleza?
¡Oh qué pesar! ¡Oh qué dolor profundo!
¡No haber gloria cumplida en este mundo!»
      Hablando de esta suerte
el Ciervo, vio venir a un lebrel fiero.
Por evitar su muerte,
parte al espeso bosque muy ligero;
pero el cuerno retarda su salida,
con una y otra rama entretejida.
      Mas libre del apuro
a duras penas, dijo con espanto:
«Si me veo seguro,
pese a mis cuernos, fue por correr tanto;
lleve el diablo lo hermoso de mis cuernos,
haga mis feos pies el cielo eternos».
      Así frecuentemente
el hombre se deslumbra con lo hermoso;
elige lo aparente,
abrazando tal vez lo más dañoso;
pero escarmiente ahora en tal cabeza:
el útil bien es la mejor belleza
.


Félix María de Samaniego
          (1745-1801)

martes, 23 de mayo de 2017

Poética

 
        Lecciones de un alquimista, Antonio Muñiz (2012) 

La poesía no debe ser un arma, 
debe ser un abrazo,
un invento,
un descubrir a los demás
lo que les pasa por dentro,
eso, un descubrimiento,
un aliento,
un aditamento,
un estremecimiento.
La poesía debe ser
obligatoria.


Gloria Fuertes
(Historia de Gloria, 1980)

domingo, 14 de mayo de 2017

¡Ay mísero de mí, y ay infelice!

                  Cautivo en prisión, Mihály Zichy (1850)

                      SEGISMUNDO
    ¡Ay mísero de mí, y ay infelice!
Apurar, cielos, pretendo,
ya que me tratáis así,
qué delito cometí
contra vosotros naciendo;
aunque, si nací, ya entiendo
qué delito he cometido;
bastante causa ha tenido
vuestra justicia y rigor,
pues el delito mayor
del hombre es haber nacido.

Solo quisiera saber,
para apurar mis desvelos
–dejando a una parte, cielos,
el delito de nacer–,
qué más os pude ofender,
para castigarme más.
¿No nacieron los demás?
Pues si los demás nacieron,
¿qué privilegios tuvieron
que yo no gocé jamás?

Nace el ave, y, con las galas
que le dan belleza suma,
apenas es flor de pluma,
o ramillete con alas,
cuando las etéreas salas
corta con velocidad
negándose a la piedad
del nido que deja en calma;
¿y teniendo yo más alma,
tengo menos libertad?

Nace el bruto, y, con la piel
que dibujan manchas bellas,
apenas signo es de estrellas
–gracias al docto pincel–,
cuando, atrevido y cruel,
la humana necesidad
le enseña a tener crueldad,
monstruo de su laberinto;
¿y yo, con mejor instinto,
tengo menos libertad?

Nace el pez, que no respira,
aborto de ovas y lamas,
y apenas bajel de escamas

sobre las ondas se mira,
cuando a todas partes gira,
midiendo la inmensidad
de tanta capacidad
como le da el centro frío;
¿y yo, con más albedrío,
tengo menos libertad?

Nace el arroyo, culebra
que entre flores se desata,
y apenas, sierpe de plata,
entre las flores se quiebra,
cuando músico celebra
de las flores la piedad
que le dan la majestad
del campo abierto a su huida;
¿y teniendo yo más vida,
tengo menos libertad?

En llegando a esta pasión,
un volcán, un Etna hecho,
quisiera sacar del pecho
pedazos del corazón.
¿Qué ley, justicia o razón,
negar a los hombres sabe
privilegio tan süave,
excepción tan principal,
que Dios le ha dado a un cristal,

a un pez, a un bruto y a un ave? 

Calderón de la Barca
(La vida es sueño, 1636)

miércoles, 10 de mayo de 2017

En las mañanicas del mes de mayo

                           Flores de primavera, Iosif Krachkovsky (1905)

    En las mañanicas
del mes de mayo 
cantan los ruiseñores,
retumba el campo.
    En las mañanicas,
como son frescas,
cubren ruiseñores
las alamedas.
    Ríense las fuentes
tirando perlas
a las florecillas
que están más cerca.
    Vístense las plantas
de varias sedas,
que sacar colores
poco les cuesta.
    Los campos alegran
tapetes varios,
cantan los ruiseñores,
retumba el campo.

Lope de Vega
(El robo de Dina, 1615-1622)

domingo, 7 de mayo de 2017

Detén tu curso, Henares, tan crecido

                  En el río Cache la Poudre, Worthington Whittredge (1871) 

    Detén tu curso, Henares, tan crecido,
de aquesta soledad músico, amado,
en tanto que, contento, mi ganado
goza del bien que pierde este afligido;

    y en tanto que en el ramo más florido
endechas canta el ruiseñor, y el prado
tiene de sí al verano enamorado,
tomando a mayo su mejor vestido.

    No cantes más, pues ves que nunca aflojo
la rienda al llanto en míseras porfías,
sin menguárseme parte del enojo.

    Que mal parece, si tus aguas frías
son lágrimas las más, que triste arrojo,
que canten, cuando lloro, siendo mías.

Francisco de Quevedo
          (1580-1645)
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