Miniatura de Ricardo I en su lecho de muerte, Anónimo (siglo XIV) XXXIII Después de puesta la vida tantas veces por su ley al tablero; después de tan bien servida la corona de su rey verdadero; después de tanta hazaña a que no puede bastar cuenta cierta, en la su villa de Ocaña vino la Muerte a llamar a su puerta XXXIV diciendo: «Buen caballero, dejad el mundo engañoso y su halago; vuestro corazón de acero muestre su esfuerzo famoso en este trago. Y pues de vida y salud hicisteis tan poca cuenta por la fama, esfuércese la virtud por sufrir esta afrenta que os llama. XXXV No se os haga tan amarga la batalla temerosa que esperáis, pues otra vida más larga de fama tan glorïosa acá dejáis; aunque esta vida de honor tampoco no es eternal ni verdadera, mas, con todo, es muy mejor que la vida terrenal, perecedera. Jorge Manrique (1440-1479) |
Aquí está el poema diario que utilizamos para ir fortaleciendo la inteligencia y la sensibilidad de nuestros alumnos. Si alguien encuentra un bálsamo o un revulsivo en esta diaria medicina, bienvenido sea.
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lunes, 16 de diciembre de 2024
Coplas por la muerte de su padre (fragmento)
jueves, 12 de diciembre de 2024
Romance de doña Alda
la esposa de don Roldán,
trescientas damas con ella
para bien la acompañar:
todas visten un vestido,
todas calzan un calzar,
todas comen a una mesa,
todas comían de un pan.
Las ciento hilaban el oro,
las ciento tejen cendal,
ciento tañen instrumentos
para a doña Alda alegrar.
Al son de los instrumentos
doña Alda adormido se ha;
ensoñado había un sueño,
un sueño de gran pesar.
Despertó despavorida
con un dolor sin igual,
los gritos daba tan grandes
se oían en la ciudad.
–¿Qué es aquesto, mi señora,
qué es lo que os hizo mal?
-Un sueño soñé, doncellas,
que me ha dado gran pesar:
que me veía en un monte,
en un desierto lugar,
y de so los montes altos
un azor vide volar;
tras dél viene una aguililla
que lo ahincaba muy mal.
El azor con grande cuita
metióse so mi brial;
el águila con gran ira,
de allí lo iba a sacar;
con las uñas lo despluma,
con el pico lo deshace.
Allí habló su camarera,
bien oiréis lo que dirá:
-Aquese sueño, señora,
bien os lo entiendo soltar:
el azor es vuestro esposo,
que de España viene ya;
el águila sodes vos,
con la cual ha de casar,
y aquel monte era la iglesia
donde os han de velar.
–Si así es, mi camarera,
bien te lo entiendo pagar.
Otro día de mañana
cartas de lejos le traen;
tintas venían de fuera,
de dentro escritas con sangre,
que su Roldán era muerto
en la caza de Roncesvalles.
Cuando tal oyó doña Alda
muerta en el suelo se cae.
Anónimo
(Siglo XV)
domingo, 8 de diciembre de 2024
Romance de doña Urraca
Grabado del Romancero selecto del Cid, recopilado por Manuel Milá i Fontanals (1884)
–Morir vos queredes, padre,
¡San Miguel vos haya el alma!
Mandastes las vuestras tierras
a quien se vos antojara:
diste a don Sancho a Castilla,
Castilla la bien nombrada;
a don Alfonso a León,
–Morir vos queredes, padre,
¡San Miguel vos haya el alma!
Mandastes las vuestras tierras
a quien se vos antojara:
diste a don Sancho a Castilla,
Castilla la bien nombrada;
a don Alfonso a León,
con Asturias y Sanabria,
a don García a Galicia
a don García a Galicia
con Portugal la preciada,
¡y a mí, porque soy mujer,
dejáisme desheredada!
Irme he yo de tierra en tierra
como una mujer errada;
mi lindo cuerpo daría
a quien bien se me antojara,
a los moros por dinero
y a los cristianos de gracia;
de lo que ganar pudiere,
haré bien por vuestra alma.
Allí preguntara el rey:
–¿Quién es esa que así habla?
Respondiera el arzobispo:
–Vuestra hija doña Urraca.
–Calledes, hija, calledes,
no digades tal palabra,
que mujer que tal decía
merecía ser quemada.
Allá en tierra leonesa
un rincón se me olvidaba,
Zamora tiene por nombre,
Zamora la bien cercada,
de un lado la cerca el Duero,
del otro peña tajada.
¡Quien vos la quitare, hija,
la mi maldición le caiga!
Todos dicen: "Amén, amén",
sino don Sancho que calla.
¡y a mí, porque soy mujer,
dejáisme desheredada!
Irme he yo de tierra en tierra
como una mujer errada;
mi lindo cuerpo daría
a quien bien se me antojara,
a los moros por dinero
y a los cristianos de gracia;
de lo que ganar pudiere,
haré bien por vuestra alma.
Allí preguntara el rey:
–¿Quién es esa que así habla?
Respondiera el arzobispo:
–Vuestra hija doña Urraca.
–Calledes, hija, calledes,
no digades tal palabra,
que mujer que tal decía
merecía ser quemada.
Allá en tierra leonesa
un rincón se me olvidaba,
Zamora tiene por nombre,
Zamora la bien cercada,
de un lado la cerca el Duero,
del otro peña tajada.
¡Quien vos la quitare, hija,
la mi maldición le caiga!
Todos dicen: "Amén, amén",
sino don Sancho que calla.
Anónimo
(Siglo XV)
domingo, 29 de septiembre de 2024
Porque te besé carillo
Porque te besé, carillo,
me riñó mi madre a mí:
torna el beso que te di.
torna el beso que te di.
Anónimo
(Siglo XV)
miércoles, 21 de noviembre de 2018
Es amor fuerza tan fuerte
Miniatura procedente del Codex Manesse, copiado e iluminado entre 1305 y 1340.
Es amor fuerza tan fuerte
que fuerza toda razón,
una fuerza de tal suerte
que todo el seso convierte
en su fuerza y afición;
una porfía forzosa
que no se puede vencer,
cuya fuerza porfiosa
hacemos más poderosa
queriéndonos defender.
Es placer en que hay dolores,
dolor en que hay alegría,
un pesar en que hay dulzores,
un esfuerzo en que hay temores,
temor en que hay osadía.
Un placer en que hay enojos,
una gloria en que hay pasión,
una fe en que hay antojos,
fuerza que hacen los ojos
al seso y al corazón.
Es una cautividad
sin parecer las prisiones,
un robo de libertad,
un forzar de voluntad
donde no valen razones.
Una sospecha celosa
causada por el querer,
una rabia deseosa
que no sabe qué es la cosa
que desea tanto ver.
Es un modo de locura
con las mudanzas que hace:
una vez pone tristura,
otra vez causa holgura
como lo quiere y le place;
un deseo que al ausente
trabaja, pena y fatiga,
un recelo que al presente
hace callar lo que siente
temiendo pena que diga.
Fin
Todas estas propiedades
tiene el verdadero amor;
el falso, mil falsedades,
mil mentiras, mil maldades
como fingido traidor.
El toque para tocar
cuál amor es bien forjado,
es sufrir el desamar,
que no puede comportar
el falso sobredorado.
Jorge Manrique
(h. 1440-1479)
Es amor fuerza tan fuerte
que fuerza toda razón,
una fuerza de tal suerte
que todo el seso convierte
en su fuerza y afición;
una porfía forzosa
que no se puede vencer,
cuya fuerza porfiosa
hacemos más poderosa
queriéndonos defender.
Es placer en que hay dolores,
dolor en que hay alegría,
un pesar en que hay dulzores,
un esfuerzo en que hay temores,
temor en que hay osadía.
Un placer en que hay enojos,
una gloria en que hay pasión,
una fe en que hay antojos,
fuerza que hacen los ojos
al seso y al corazón.
Es una cautividad
sin parecer las prisiones,
un robo de libertad,
un forzar de voluntad
donde no valen razones.
Una sospecha celosa
causada por el querer,
una rabia deseosa
que no sabe qué es la cosa
que desea tanto ver.
Es un modo de locura
con las mudanzas que hace:
una vez pone tristura,
otra vez causa holgura
como lo quiere y le place;
un deseo que al ausente
trabaja, pena y fatiga,
un recelo que al presente
hace callar lo que siente
temiendo pena que diga.
Fin
Todas estas propiedades
tiene el verdadero amor;
el falso, mil falsedades,
mil mentiras, mil maldades
como fingido traidor.
El toque para tocar
cuál amor es bien forjado,
es sufrir el desamar,
que no puede comportar
el falso sobredorado.
Jorge Manrique
(h. 1440-1479)
lunes, 12 de diciembre de 2016
Romance de don Tristán de Leonís y de la reina Iseo
Tristán e Isolda, Edmund Leighton (1902)
Herido está don Tristán
de una muy mala lanzada,
diérasela el rey su tío
por celos que de él cataba;
diósela desde una torre,
con una lanza herbolada:
el hierro tiene en el cuerpo,
de fuera le tiembla el asta.
Mal se queja don Tristán,
que la muerte le aquejaba;
preguntando por Iseo,
muy tristemente lloraba:
"¿Qué es de ti, la mi señora?
Mala sea tu tardanza,
que si mis ojos te viesen,
sanaría esta mi llaga."
Llegó allí la reina Iseo,
la su linda enamorada,
cubierta de paños negros,
sin del rey dársele nada:
"¡Quien vos hirió, don Tristán,
heridas tenga de rabia,
y que no halle maestro
que supiese de sanallas!"
Júntanse boca con boca,
juntos quieren dar el alma;
llora el uno, llora el otro,
la tierra toda se baña;
allí donde los entierran
nace una azucena blanca.
Anónimo
(Siglo XV)
Herido está don Tristán
de una muy mala lanzada,
diérasela el rey su tío
por celos que de él cataba;
diósela desde una torre,
con una lanza herbolada:
el hierro tiene en el cuerpo,
de fuera le tiembla el asta.
Mal se queja don Tristán,
que la muerte le aquejaba;
preguntando por Iseo,
muy tristemente lloraba:
"¿Qué es de ti, la mi señora?
Mala sea tu tardanza,
que si mis ojos te viesen,
sanaría esta mi llaga."
Llegó allí la reina Iseo,
la su linda enamorada,
cubierta de paños negros,
sin del rey dársele nada:
"¡Quien vos hirió, don Tristán,
heridas tenga de rabia,
y que no halle maestro
que supiese de sanallas!"
Júntanse boca con boca,
juntos quieren dar el alma;
llora el uno, llora el otro,
la tierra toda se baña;
allí donde los entierran
nace una azucena blanca.
Anónimo
(Siglo XV)
viernes, 9 de diciembre de 2016
Romance de la jura de Santa Gadea
Jura de Santa Gadea, Armando Menocal (1889)
En Santa Gadea de Burgos
do juran los hijosdalgo,
allí toma juramento
el Cid al rey castellano,
sobre un cerrojo de hierro
y una ballesta de palo.
Las juras eran tan recias
que al buen rey ponen espanto.
—Villanos te maten, rey,
villanos, que no hidalgos;
abarcas traigan calzadas,
que no zapatos con lazo;
traigan capas aguaderas,
no capuces ni tabardos;
con camisones de estopa,
no de holanda ni labrados;
cabalguen en sendas burras,
que no en mulas ni en caballos,
las riendas traigan de cuerda,
no de cueros fogueados;
mátente por las aradas,
no en camino ni en poblado;
con cuchillos cachicuernos,
no con puñales dorados;
sáquente el corazón vivo,
por el derecho costado,
si no dices la verdad
de lo que te es preguntado:
si tú fuiste o consentiste
en la muerte de tu hermano.
Las juras eran tan fuertes
que el rey no las ha otorgado.
Allí habló un caballero
de los suyos más privado:
—Haced la jura, buen rey,
no tengáis de eso cuidado,
que nunca fue rey traidor,
ni Papa descomulgado.
Jura entonces el buen rey
que en tal nunca se ha hallado.
Después habla contra el Cid
malamente y enojado:
—Mucho me aprietas, Rodrigo,
Cid, muy mal me has conjurado,
mas si hoy me tomas la jura,
después besarás mi mano.
—Aqueso será, buen rey,
como fuer galardonado,
porque allá en cualquier tierra
dan sueldo a los hijosdalgo.
—¡Vete de mis tierras, Cid,
mal caballero probado,
y no me entres más en ellas,
desde este día en un año!
—Que me place —dijo el Cid—,
que me place de buen grado,
por ser la primera cosa
que mandas en tu reinado.
Tú me destierras por uno,
yo me destierro por cuatro.
Ya se partía el buen Cid
sin al rey besar la mano;
ya se parte de sus tierras,
de Vivar y sus palacios:
las puertas deja cerradas,
los alamudes echados,
las cadenas deja llenas
de podencos y de galgos;
solo lleva sus halcones,
los pollos y los mudados.
Con él iban los trescientos
caballeros hijosdalgo;
los unos iban a mula
y los otros a caballo;
todos llevan lanza en puño,
con el hierro acicalado,
y llevan sendas adargas
con borlas de colorado.
Por una ribera arriba
al Cid van acompañando;
acompañándolo iban
mientras él iba cazando.
Anónimo
(Siglo XV)
En Santa Gadea de Burgos
do juran los hijosdalgo,
allí toma juramento
el Cid al rey castellano,
sobre un cerrojo de hierro
y una ballesta de palo.
Las juras eran tan recias
que al buen rey ponen espanto.
—Villanos te maten, rey,
villanos, que no hidalgos;
abarcas traigan calzadas,
que no zapatos con lazo;
traigan capas aguaderas,
no capuces ni tabardos;
con camisones de estopa,
no de holanda ni labrados;
cabalguen en sendas burras,
que no en mulas ni en caballos,
las riendas traigan de cuerda,
no de cueros fogueados;
mátente por las aradas,
no en camino ni en poblado;
con cuchillos cachicuernos,
no con puñales dorados;
sáquente el corazón vivo,
por el derecho costado,
si no dices la verdad
de lo que te es preguntado:
si tú fuiste o consentiste
en la muerte de tu hermano.
Las juras eran tan fuertes
que el rey no las ha otorgado.
Allí habló un caballero
de los suyos más privado:
—Haced la jura, buen rey,
no tengáis de eso cuidado,
que nunca fue rey traidor,
ni Papa descomulgado.
Jura entonces el buen rey
que en tal nunca se ha hallado.
Después habla contra el Cid
malamente y enojado:
—Mucho me aprietas, Rodrigo,
Cid, muy mal me has conjurado,
mas si hoy me tomas la jura,
después besarás mi mano.
—Aqueso será, buen rey,
como fuer galardonado,
porque allá en cualquier tierra
dan sueldo a los hijosdalgo.
—¡Vete de mis tierras, Cid,
mal caballero probado,
y no me entres más en ellas,
desde este día en un año!
—Que me place —dijo el Cid—,
que me place de buen grado,
por ser la primera cosa
que mandas en tu reinado.
Tú me destierras por uno,
yo me destierro por cuatro.
Ya se partía el buen Cid
sin al rey besar la mano;
ya se parte de sus tierras,
de Vivar y sus palacios:
las puertas deja cerradas,
los alamudes echados,
las cadenas deja llenas
de podencos y de galgos;
solo lleva sus halcones,
los pollos y los mudados.
Con él iban los trescientos
caballeros hijosdalgo;
los unos iban a mula
y los otros a caballo;
todos llevan lanza en puño,
con el hierro acicalado,
y llevan sendas adargas
con borlas de colorado.
Por una ribera arriba
al Cid van acompañando;
acompañándolo iban
mientras él iba cazando.
Anónimo
(Siglo XV)
martes, 6 de diciembre de 2016
Coplas por la muerte de su padre (fragmento)
Danza macabra, grabado de Gerhard Altzenbach (1673)
XIV
Esos reyes poderosos
que vemos por escrituras
ya pasadas
con casos tristes, llorosos,
fueron sus buenas venturas
trastornadas;
así, que no hay cosa fuerte,
que a papas y emperadores
y prelados,
así los trata la muerte
como a los pobres pastores
de ganados. [...]
XVI
que vemos por escrituras
ya pasadas
con casos tristes, llorosos,
fueron sus buenas venturas
trastornadas;
así, que no hay cosa fuerte,
que a papas y emperadores
y prelados,
así los trata la muerte
como a los pobres pastores
de ganados. [...]
XVI
¿Qué se hizo el rey don Juan?
Los infantes de Aragón
¿qué se hicieron?
¿Qué fue de tanto galán,
qué de tanta invención
como trajeron?
Las justas y los torneos,
paramentos, bordaduras
y cimeras,
Los infantes de Aragón
¿qué se hicieron?
¿Qué fue de tanto galán,
qué de tanta invención
como trajeron?
Las justas y los torneos,
paramentos, bordaduras
y cimeras,
¿fueron sino devaneos?
¿Qué fueron sino verduras
¿Qué fueron sino verduras
de las eras?
XVII
XVII
¿Qué se hicieron las damas,
sus tocados, sus vestidos,
sus olores?
¿Qué se hicieron las llamas
de los fuegos encendidos
de amadores?
¿Qué se hizo aquel trovar,
las músicas acordadas
que tañían?
¿Qué se hizo aquel danzar,
aquellas ropas chapadas
que traían? [...]
XXIII
Tantos duques excelentes,
tantos marqueses y condes
y varones
como vimos tan potentes,
di, muerte, ¿dó los escondes,
y traspones?
Y las sus claras hazañas
que hicieron en las guerras
y en las paces,
cuando tú, cruda, te ensañas,
con tu fuerza, las aterras
y deshaces.
sus tocados, sus vestidos,
sus olores?
¿Qué se hicieron las llamas
de los fuegos encendidos
de amadores?
¿Qué se hizo aquel trovar,
las músicas acordadas
que tañían?
¿Qué se hizo aquel danzar,
aquellas ropas chapadas
que traían? [...]
XXIII
Tantos duques excelentes,
tantos marqueses y condes
y varones
como vimos tan potentes,
di, muerte, ¿dó los escondes,
y traspones?
Y las sus claras hazañas
que hicieron en las guerras
y en las paces,
cuando tú, cruda, te ensañas,
con tu fuerza, las aterras
y deshaces.
Jorge Manrique
(h. 1440-1479)
lunes, 5 de diciembre de 2016
Tus casos falaces, Fortuna, cantamos
Códice del Carmina Burana con la rueda de la diosa Fortuna, anónimo (h. 1230)
Tus casos falaces, Fortuna, cantamos,
estados de gentes que giras y trocas;
tus grandes discordias, tus firmezas pocas,
y los que en tu rueda quejosos hallamos.
Hasta que al tiempo de ahora vengamos
de hechos pasados codicia mi pluma
y de los presentes hacer breve suma,
y dé fin Apolo, pues nos comenzamos. [...]
¿Pues cómo, Fortuna, regir todas cosas
con ley absoluta, sin orden te place?
¿Tú no harías lo que el cielo hace,
y hacen los tiempos, las plantas y rosas?
O muestra tus obras ser siempre dañosas,
o prósperas, buenas, durables, eternas;
no nos fatigues con veces alternas,
alegres ahora y ahora enojosas.
Mas bien acatando tu varia mudanza,
por ley te gobiernas, aunque discrepante,
porque tu firmeza es no ser constante,
tu temperamento es destemperanza,
tu más cierta orden es desordenanza,
es la tu regla ser muy enorme,
tu conformidad es no ser conforme,
tú desesperas a toda esperanza.
Juan de Mena
(Laberinto de Fortuna, Siglo XV)
Tus casos falaces, Fortuna, cantamos,
estados de gentes que giras y trocas;
tus grandes discordias, tus firmezas pocas,
y los que en tu rueda quejosos hallamos.
Hasta que al tiempo de ahora vengamos
de hechos pasados codicia mi pluma
y de los presentes hacer breve suma,
y dé fin Apolo, pues nos comenzamos. [...]
¿Pues cómo, Fortuna, regir todas cosas
con ley absoluta, sin orden te place?
¿Tú no harías lo que el cielo hace,
y hacen los tiempos, las plantas y rosas?
O muestra tus obras ser siempre dañosas,
o prósperas, buenas, durables, eternas;
no nos fatigues con veces alternas,
alegres ahora y ahora enojosas.
Mas bien acatando tu varia mudanza,
por ley te gobiernas, aunque discrepante,
porque tu firmeza es no ser constante,
tu temperamento es destemperanza,
tu más cierta orden es desordenanza,
es la tu regla ser muy enorme,
tu conformidad es no ser conforme,
tú desesperas a toda esperanza.
Juan de Mena
(Laberinto de Fortuna, Siglo XV)
miércoles, 30 de noviembre de 2016
Agora que sé de amor
Amor o deber, Gabriele Castagnola (1873)
¿Agora que sé de amor
me metéis monja?
¡Ay Dios, qué grave cosa!
Agora que sé de amor
de caballero,
¿agora me metéis monja
en el monasterio?
¡Ay Dios, qué grave cosa!
Anónimo
(Siglo XV)
¿Agora que sé de amor
me metéis monja?
¡Ay Dios, qué grave cosa!
Agora que sé de amor
de caballero,
¿agora me metéis monja
en el monasterio?
¡Ay Dios, qué grave cosa!
Anónimo
(Siglo XV)
martes, 10 de mayo de 2016
Romance de Valdovinos
La bella dama sin piedad, Walter T. Crane (1865)
Por los caños de Carmona,
por do va el agua a Sevilla,
por ahí iba Valdovinos
y con él su linda amiga.
Los pies lleva por el agua
y la mano en la loriga,
con el temor de los moros
no le tuviesen espía.
Júntanse boca con boca,
nadie no los impedía.
Valdovinos, con angustia,
un suspiro dado había.
–¿Por qué suspiráis, señor,
corazón y vida mía?
O tenéis miedo a los moros,
o en Francia tenéis amiga.
–No tengo miedo a los moros,
ni en Francia tengo amiga:
mas vos, mora, y yo cristiano
hacemos muy mala vida:
comemos la carne en viernes,
lo que mi ley defendía.
Siete años había, siete,
que yo misa no la oía.
Si el emperador lo sabe
la vida me costaría.
—Por tus amores, Valdovinos,
cristiana me tornaría.
–Yo, señora, por los vuestros,
moro de la morería.
Anónimo
(Siglo XV)
Por los caños de Carmona,
por do va el agua a Sevilla,
por ahí iba Valdovinos
y con él su linda amiga.
Los pies lleva por el agua
y la mano en la loriga,
con el temor de los moros
no le tuviesen espía.
Júntanse boca con boca,
nadie no los impedía.
Valdovinos, con angustia,
un suspiro dado había.
–¿Por qué suspiráis, señor,
corazón y vida mía?
O tenéis miedo a los moros,
o en Francia tenéis amiga.
–No tengo miedo a los moros,
ni en Francia tengo amiga:
mas vos, mora, y yo cristiano
hacemos muy mala vida:
comemos la carne en viernes,
lo que mi ley defendía.
Siete años había, siete,
que yo misa no la oía.
Si el emperador lo sabe
la vida me costaría.
—Por tus amores, Valdovinos,
cristiana me tornaría.
–Yo, señora, por los vuestros,
moro de la morería.
Anónimo
(Siglo XV)
viernes, 6 de mayo de 2016
Entra mayo y sale abril
Primavera, Henryk Weyssenhoff (1911)
Entra mayo y sale abril:
¡tan garridico le vi venir!
Entra mayo con sus flores,
sale abril con sus amores,
y los dulces amadores
comiencen a bien servir.
Anónimo
(Siglo XV)
Entra mayo y sale abril:
¡tan garridico le vi venir!
Entra mayo con sus flores,
sale abril con sus amores,
y los dulces amadores
comiencen a bien servir.
Anónimo
(Siglo XV)
viernes, 6 de noviembre de 2015
En Sevilla está una ermita
Dama tocando un clavicordio, Maestro de retratos femeninos (h. 1530)
En Sevilla está una ermita
cual dicen de San Simón,
adonde todas las damas
iban a hacer oración.
Allá va la mi señora,
sobre todas la mejor,
saya lleva sobre saya,
mantillo de un tornasol,
en la su boca muy linda
lleva un poco de dulzor,
en la su cara muy blanca
lleva un poco de color,
y en los sus ojuelos garzos
lleva un poco de alcohol,
a la entrada de la ermita,
relumbrando como el sol.
El abad que dice misa
no la puede decir, no,
monaguillos que le ayudan
no aciertan responder, no,
por decir: amén, amén,
decían: amor, amor.
Anónimo
(Siglo XV)
En Sevilla está una ermita
cual dicen de San Simón,
adonde todas las damas
iban a hacer oración.
Allá va la mi señora,
sobre todas la mejor,
saya lleva sobre saya,
mantillo de un tornasol,
en la su boca muy linda
lleva un poco de dulzor,
en la su cara muy blanca
lleva un poco de color,
y en los sus ojuelos garzos
lleva un poco de alcohol,
a la entrada de la ermita,
relumbrando como el sol.
El abad que dice misa
no la puede decir, no,
monaguillos que le ayudan
no aciertan responder, no,
por decir: amén, amén,
decían: amor, amor.
Anónimo
(Siglo XV)
sábado, 31 de octubre de 2015
Coplas por la muerte de su padre (fragmento)
La Rueda de la Fortuna [miniatura del Hortus Deliciarum, Herrada de Landsberg (S. XII)]
IX
Decidme: La hermosura,
la gentil frescura y tez
de la cara,
la color y la blancura,
cuando viene la vejez,
¿cuál se para?
Las mañas y ligereza
y la fuerza corporal
de juventud,
todo se torna graveza
cuando llega el arrabal
de senectud.
X
Pues la sangre de los godos,
y el linaje y la nobleza
tan crecida,
¡por cuántas vías y modos
se pierde su gran alteza
en esta vida!
Unos, por poco valer,
por cuán bajos y abatidos
que los tienen;
otros que, por no tener,
con oficios no debidos
se mantienen.
XI
Los estados y riqueza,
que nos dejan a deshora
¿quién lo duda?,
no les pidamos firmeza,
pues que son de una señora
que se muda;
que bienes son de Fortuna
que revuelven con su rueda
presurosa,
la cual no puede ser una
ni estar estable ni queda
en una cosa.
Jorge Manrique
(h. 1440-1479)
IX
Decidme: La hermosura,
la gentil frescura y tez
de la cara,
la color y la blancura,
cuando viene la vejez,
¿cuál se para?
Las mañas y ligereza
y la fuerza corporal
de juventud,
todo se torna graveza
cuando llega el arrabal
de senectud.
X
Pues la sangre de los godos,
y el linaje y la nobleza
tan crecida,
¡por cuántas vías y modos
se pierde su gran alteza
en esta vida!
Unos, por poco valer,
por cuán bajos y abatidos
que los tienen;
otros que, por no tener,
con oficios no debidos
se mantienen.
XI
Los estados y riqueza,
que nos dejan a deshora
¿quién lo duda?,
no les pidamos firmeza,
pues que son de una señora
que se muda;
que bienes son de Fortuna
que revuelven con su rueda
presurosa,
la cual no puede ser una
ni estar estable ni queda
en una cosa.
Jorge Manrique
(h. 1440-1479)
martes, 20 de octubre de 2015
So el encina
So el encina, encina,
so el encina.
Yo me iba, mi madre,
a la romería;
por ir más devota
fui sin compañía.
So el encina.
Por ir más devota
fui sin compañía;
tomé otro camino,
dejé el que tenía.
So el encina.
Tomé otro camino,
dejé el que tenía;
halleme perdida
en una montiña.
So el encina.
Halleme perdida
en una montiña,
echeme a dormir
al pie del encina.
So el encina.
Echeme a dormir
al pie del encina;
a la media noche
desperté, mezquina.
So el encina.
A la media noche
desperté, mezquina;
halleme en los brazos
del que más quería.
So el encina.
Halleme en los brazos
del que más quería;
pesome, cuitada
desque amanecía.
So el encina.
Pesome, cuitada,
desque amanecía
porque yo gozaba
del que más quería.
So el encina.
Porque yo gozaba
del que más quería:
¡muy bendita sía
la tal romería!
So el encina.
Anónimo
(Siglo XV)
sábado, 18 de abril de 2015
Romance de una gentil dama y un rústico pastor
Vista de la Bahía de Pozzuoli, Jakob Philipp Hackert (1798)
Estase la gentil dama
paseando en su vergel,
los pies tenía descalzos
que era maravilla ver.
Hablábame desde lejos,
no le quise responder;
respondile con gran saña:
–¿Qué mandáis, gentil mujer?
Con una voz amorosa
comenzó de responder:
–Ven acá tú, el pastorcico,
si quieres tomar placer;
siesta es de mediodía
y ya es hora de comer;
si quieres tomar posada
todo es a tu placer.
– No era tiempo, señora,
que me haya de detener,
que tengo mujer e hijos
y casa de mantener,
y mi ganado en la sierra
que se me iba a perder,
y aquellos que me lo guardan
no tenían qué comer.
–Vete con Dios, pastorcillo,
no te sabes entender.
Hermosuras de mi cuerpo
yo te las hiciera ver:
delgadita en la cintura,
blanca soy como el papel,
la color tengo mezclada,
como rosa en el rosel;
las teticas agudicas,
que el brial quieren hender;
el cuello tengo de garza,
los ojos de un esparver;
pues lo que tengo encubierto
maravilla es de lo ver.
–Ni aunque más tengáis, señora,
no me puedo detener.
Anónimo
(Siglo XV)
Estase la gentil dama
paseando en su vergel,
los pies tenía descalzos
que era maravilla ver.
Hablábame desde lejos,
no le quise responder;
respondile con gran saña:
–¿Qué mandáis, gentil mujer?
Con una voz amorosa
comenzó de responder:
–Ven acá tú, el pastorcico,
si quieres tomar placer;
siesta es de mediodía
y ya es hora de comer;
si quieres tomar posada
todo es a tu placer.
– No era tiempo, señora,
que me haya de detener,
que tengo mujer e hijos
y casa de mantener,
y mi ganado en la sierra
que se me iba a perder,
y aquellos que me lo guardan
no tenían qué comer.
–Vete con Dios, pastorcillo,
no te sabes entender.
Hermosuras de mi cuerpo
yo te las hiciera ver:
delgadita en la cintura,
blanca soy como el papel,
la color tengo mezclada,
como rosa en el rosel;
las teticas agudicas,
que el brial quieren hender;
el cuello tengo de garza,
los ojos de un esparver;
pues lo que tengo encubierto
maravilla es de lo ver.
–Ni aunque más tengáis, señora,
no me puedo detener.
Anónimo
(Siglo XV)
domingo, 7 de diciembre de 2014
Vuestros ojos que miraron

Retrato de una dama, Domenico Ghirlandaio (1449-1494)
Vuestros ojos que miraron
con tan discreto mirar,
hirieron y no dejaron
en mí nada por matar.
Ellos, aun no contentos
de mi persona vencida,
me dan atales tormentos
que atormentan mi vida:
después que me sojuzgaron
con tan discreto mirar,
hirieron y no dejaron
en mí nada por matar.
Juan de Mena
(1411-1456)
martes, 2 de diciembre de 2014
¡Cuándo saldréis, el alba galana!
Salida del sol sobre paisaje con agua, Anna Gardell-Ericson (1853-1939)
¡Cuándo saldréis, el alba galana!
¡Cuándo saldréis, el alba!
Resplandece el día,
crecen los amores,
y en los amadores
aumenta alegría.
Alegría galana.
¡Cuándo saldréis, el alba!
Anónimo
(Siglo XV)
¡Cuándo saldréis, el alba galana!
¡Cuándo saldréis, el alba!
Resplandece el día,
crecen los amores,
y en los amadores
aumenta alegría.
Alegría galana.
¡Cuándo saldréis, el alba!
Anónimo
(Siglo XV)
sábado, 11 de enero de 2014
Romance del rey moro que perdió Alhama
La Alcazaba y Torres Bermejas, Manuel Gómez Moreno (h. 1887)
Paseábase el rey moro
por la ciudad de Granada,
desde la puerta de Elvira
hasta la de Vivarrambla.
¡Ay de mi Alhama!
Cartas le fueron venidas
que Alhama estaba ganada;
las cartas echó en el fuego
y al mensajero matara.
¡Ay de mi Alhama!
Descabalga de una mula
y en un caballo cabalga;
por el Zacatín arriba
subido se había al Alhambra.
¡Ay de mi Alhama!
Como en el Alhambra estuvo,
al mismo punto mandaba
que se toquen sus trompetas,
sus añafiles de plata.
¡Ay de mi Alhama!
Y que las cajas de guerra
aprisa toquen alarma,
porque lo oigan sus moros,
los de la Vega y Granada.
¡Ay de mi Alhama!
Los moros, que el son oyeron,
que al sangriento Marte llama,
uno a uno y dos a dos,
juntado se ha gran batalla.
¡Ay de mi Alhama!
Allí habló un moro viejo,
de esta manera hablara:
—¿Para qué nos llamas, rey?
¿Para qué es esta llamada?
¡Ay de mi Alhama!
—Habéis de saber, amigos,
una nueva desdichada,
que cristianos de braveza
ya nos han ganado Alhama.
¡Ay de mi Alhama!
Allí habló un alfaquí
de barba crecida y cana:
—Bien se te emplea, buen rey,
buen rey, bien se te empleara.
¡Ay de mi Alhama!
Mataste los Bencerrajes,
que eran la flor de Granada;
cogiste los tornadizos
de Córdoba la nombrada.
¡Ay de mi Alhama!
Por eso mereces, rey,
una pena muy doblada:
que te pierdas tú y el reino,
y aquí se pierda Granada.
¡Ay de mi Alhama!
Anónimo
(Siglo XV)
Paseábase el rey moro
por la ciudad de Granada,
desde la puerta de Elvira
hasta la de Vivarrambla.
¡Ay de mi Alhama!
Cartas le fueron venidas
que Alhama estaba ganada;
las cartas echó en el fuego
y al mensajero matara.
¡Ay de mi Alhama!
Descabalga de una mula
y en un caballo cabalga;
por el Zacatín arriba
subido se había al Alhambra.
¡Ay de mi Alhama!
Como en el Alhambra estuvo,
al mismo punto mandaba
que se toquen sus trompetas,
sus añafiles de plata.
¡Ay de mi Alhama!
Y que las cajas de guerra
aprisa toquen alarma,
porque lo oigan sus moros,
los de la Vega y Granada.
¡Ay de mi Alhama!
Los moros, que el son oyeron,
que al sangriento Marte llama,
uno a uno y dos a dos,
juntado se ha gran batalla.
¡Ay de mi Alhama!
Allí habló un moro viejo,
de esta manera hablara:
—¿Para qué nos llamas, rey?
¿Para qué es esta llamada?
¡Ay de mi Alhama!
—Habéis de saber, amigos,
una nueva desdichada,
que cristianos de braveza
ya nos han ganado Alhama.
¡Ay de mi Alhama!
Allí habló un alfaquí
de barba crecida y cana:
—Bien se te emplea, buen rey,
buen rey, bien se te empleara.
¡Ay de mi Alhama!
Mataste los Bencerrajes,
que eran la flor de Granada;
cogiste los tornadizos
de Córdoba la nombrada.
¡Ay de mi Alhama!
Por eso mereces, rey,
una pena muy doblada:
que te pierdas tú y el reino,
y aquí se pierda Granada.
¡Ay de mi Alhama!
Anónimo
(Siglo XV)
viernes, 22 de noviembre de 2013
En el tiempo que me vi
Romeo en el lecho de muerte de Julieta, Johann Heinrich Füssli (1809)
En el tiempo que me vi
más alegre y placentero,
encontré con un palmero
que me habló y dijo así:
–¿Dónde vas, el caballero?
¿Dónde vas, triste de ti?
Muerta es tu linda amiga,
muerta es, que yo la vi;
las andas en que ella iba
de luto las vi cubrir,
duques, condes la lloraban
todos por amor de ti;
dueñas, damas y doncellas
llorando dicen así:
–¡Oh triste del caballero
que tal dama pierde aquí!
Anónimo
(Siglo XV)
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