Vista de la Bahía de Pozzuoli, Jakob Philipp Hackert (1798)
Estase la gentil dama           
        paseando en su vergel,          
        los pies tenía descalzos
que era maravilla ver.          
        Hablábame desde lejos,                 
        no le quise responder;
respondile con gran saña:               
        –¿Qué mandáis, gentil mujer?            
        Con una voz amorosa             
        comenzó de responder:           
        –Ven acá tú, el pastorcico,                
        si quieres tomar placer;                
        siesta es de mediodía                 
        y ya es hora de comer;                
        si quieres tomar posada                 
        todo es a tu placer.            
        – No era tiempo, señora,             
        que me haya de detener,                 
        que tengo mujer e hijos                
        y casa de mantener,             
        y mi ganado en la sierra               
        que se me iba a perder,                 
        y aquellos que me lo guardan            
        no tenían qué comer.            
        –Vete con Dios, pastorcillo,            
        no te sabes entender.           
        Hermosuras de mi cuerpo                 
        yo te las hiciera ver:          
        delgadita en la cintura,                
        blanca soy como el papel,        
        la color tengo mezclada,                 
        como rosa en el rosel;          
        las teticas agudicas,           
        que el brial quieren hender;
el cuello tengo de garza,               
        los ojos de un esparver;                 
        pues lo que tengo encubierto            
        maravilla es de lo ver.                 
        –Ni aunque más tengáis, señora,                 
        no me puedo detener. 
Anónimo
(Siglo XV)
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