domingo, 24 de diciembre de 2023

A una estrella

                 Luna llena en Nápoles, Ivan Aivazovsky (1842)

Chispa de luz que fija en lo infinito
absorbes mi asombrado pensamiento,
tu origen, tu existencia, tu elemento
menos alcanzo cuanto más medito.

Si eres ardiente, inamovible hoguera,
¿dónde el centro descansa de tu lumbre?
Si eres globo de luz, ¿cómo en la cumbre
no giras tú de la insondable esfera?

¿Por qué la tierra sin descanso rueda?
¿Por qué la luna el globo majestuoso
mueve, mientras tu carro misterioso
inmóvil, fijo en el espacio queda?

¿Es que mi vista de mortal no alcanza
a percibir desde su oscuro asiento
allá en la altura suma el movimiento
de tu carroza, que en lo inmenso avanza?

¡Ah, sí!; que por espíritu movida,
la creación sin descanso se sostiene,
y todo en la creación marcado tiene
forma y destino, movimiento y vida.

Tú giras, sí: tus alas soberanas
surcan el mundo y sus confines tocan...
Mas ¿cómo en tu carrera no se chocan
tus millares sin número de hermanas?

Más allá de su límite prescrito
sediento avanza, audaz, el pensamiento,
y tu origen, tu vida, tu elemento
menos alcanzo cuanto más medito.

Carolina Coronado
        (1820-1911)

jueves, 21 de diciembre de 2023

La cautiva

              Paisaje romántico con torre en ruinas, Thomas Cole (1838)

    Ya el sol esconde sus rayos,
El mundo en sombras se vela,
El ave a su nido vuela,
Busca asilo el trovador.
    Todo calla: en pobre cama 
Duerme el pastor venturoso;
En su lecho suntüoso
Se agita insomne el señor.

    Se agita: mas ¡ay! reposa
Al fin en su patrio suelo; 
No llora en mísero duelo
La libertad que perdió:
    Los campos ve que a su infancia 
Horas dieron de contento,
Su oído halaga el acento 
Del país donde nació.

    No gime ilustre cautivo
Entre doradas cadenas,
Que si bien de encanto llenas,
Al cabo cadenas son. 
    Si acaso triste lamenta,
En torno ve a sus amigos,
Que, de su pena testigos,
Consuelan su corazón.

    La arrogante erguida palma 
Que en el desierto florece,
Al viajero sombra ofrece,
Descanso y grato manjar:
    Y, aunque sola, allí es querida 
Del árabe errante y fiero, 
Que siempre va placentero
A su sombra a reposar.

    Mas ¡ay triste! yo cautiva,
Huérfana y sola suspiro,
En clima extraño respiro, 
Y amo a un extraño también;
    No hallan mis ojos mi patria;
Humo han sido mis amores;
Nadie calma mis dolores,
Y en celos me siento arder. 

    ¡Ah! ¿Llorar? ¿Llorar?... no puedo,
Ni ceder a mi tristura,
Ni consuelo en mi amargura
Podré jamás encontrar.
    Supe amar como ninguna, 
Supe amar correspondida;
Despreciada, aborrecida,
¿No sabré también odiar?

    ¡Adiós, patria!, ¡adiós, amores!
La infeliz Zoraida ahora 
Solo venganzas implora,
Ya condenada a morir.
    No soy ya del castellano 
La sumisa enamorada:
Soy la cautiva cansada 
Ya de dejarse oprimir.

José de Espronceda
    (Poesías, 1840)

domingo, 17 de diciembre de 2023

A una literata

         Retrato de Maria Riddell, Thomas Lawrence (h.1806)

Dice el mundo que pretendes
Celebridad literaria,
¡Desdichada visionaria!
¿En qué fundas, con qué emprendes
Tu pretensión temeraria?

¿Con el noble corazón
Que te dio la Providencia?
¿Con tu ciega inexperiencia
Que oculta la ilustración
Bajo modesta apariencia?

¿Con esos méritos cuentas
Para alcanzar nombradía?
Amiga, ¡qué niñería!
Muy humilde te presentas
Ante el Parnaso del día.

¿No ves que las hembras somos,
Con poquísima excepción,
Todo extremosa ficción,
O bobas como palomos,
O doctas como Solón?

Y en llegando a presumir
De literatas ¡no es nada!
¿Quién la tose a una ilustrada?
¿Quién es capaz de escribir
Su extraña vida privada? [...]

Ya mi razonar te inflama,
Ya modelo solicitas,
Puesto que tanto me incitas,
Atiende, y verás la fama
Como te lleva en palmitas.

Y siguiendo la advertencia
Con que dirigirte quiero,
Apuesto… mil contra cero,
Que obtendrás sin competencia
La cruz de Carlos tercero.

En primer lugar, el plagio
Sea tu base, tu guía,
No busques, amiga mía,
Ideas nuevas… contagio
Hay de rapsodia en el día.

Cubre los plagios con voces,
Retumbantes, tremebundas,
Forma estrofas nauseabundas
Con galicismos atroces,
Y parecerán profundas.

Y cuando te asalte el tedio
Cansada de consonantes,
Una docena de amantes
Te indico para remedio,
O dos, si no son bastantes.

En esto debes andar
Al por mayor, pues, sin tasa,
No casarte… ¿quién se casa?
¡Oh qué cosa tan vulgar!
De puro rancia se pasa.

¿Y si Dios te enriqueciera
Con frutos de bendición?
Amiga ¡qué perdición!
¿Tú convertida en niñera
Con esa imaginación?

Por el consorcio no opino;
Lleva vida de soltero,
Viste de fraque y sombrero,
Cabalga como Beduino,
Y fuma cual carretero.

Debes usar mucho el ron
Y beber el licor puro,
Eso te dará, seguro,
El aspecto de varón
Y un metal de voz… oscuro.

Debes las noches pasar
Como tahúr en garito,
Y allí levantar el grito,
Y si juraren, jurar
Sin que se te importe un pito.

O con menor aprensión
Por entre las tumbas frías,
Vagar en noches sombrías,
Buscando la inspiración
Que perdiste en las orgías.

A lo dicho y criticar
Cuanto la prensa produce,
Y mientras el ponche luce
Cual pitonisa garlar,
Mi consejo se reduce.

María Josefa Massanés
(Flores marchitas, 1850)

martes, 12 de diciembre de 2023

El topo y otros animales

                            La gallina ciega, Francisco de Goya (1788)

Ciertos animalitos,
todos de cuatro pies, 
a la gallina ciega
jugaban una vez.

Un perrillo, una zorra
y un ratón, que son tres;
una ardilla, una liebre
y un mono, que son seis.

Este a todos vendaba
los ojos, como que es
el que mejor se sabe
de las manos valer.

Oyó un topo la bulla
y dijo: «Pues, ¡pardiez!,
que voy allá, y en rueda
me he de meter también».

Pidió que le admitiesen,
y el mono, muy cortés,
se lo otorgó (sin duda
para hacer burla de él).

El topo a cada paso
daba veinte traspiés,
porque tiene los ojos
cubiertos de una piel.

Y a la primera vuelta,
como era de creer,
facilísimamente
pillan a su merced.

De ser gallina ciega
le tocaba la vez;
y ¿quién mejor podía
hacer este papel?

Pero él, con disimulo,
por el bien parecer,
dijo al mono: «¿Qué hacemos?
Vaya, ¿me venda usted?»

Si el que es ciego y lo sabe
aparenta que ve,
quien sabe que es idiota,
¿confesará que lo es?

Tomás de Iriarte
     (1750-1791)

sábado, 9 de diciembre de 2023

El perro y el cocodrilo

                                     Filé, Gustav Rockholtz (h. 1904)

Bebiendo un Perro en el Nilo,
al mismo tiempo corría.
–Bebe quieto, le decía
un taimado Cocodrilo.
Díjole el Perro prudente:
–Dañoso es beber y andar;
pero, ¿es sano el aguardar
a que me claves el diente?
¡Oh, qué docto Perro viejo!
Yo venero su sentir
en esto de no seguir
del enemigo el consejo.


Félix María de Samaniego
            (1745-1801)

domingo, 3 de diciembre de 2023

Que el verdadero sabio, donde quiera

              La lectora, Jean-Honoré Fragonard (h. 1769)

Que el verdadero sabio, donde quiera
que la verdad y la razón encuentre,
allí sabe tomarla, y la aprovecha
sin nimio detenerse en quién la ofrece.
Porque ignorar no puede, si es que sabe,
que el alma, como espíritu, carece de sexo.
Pues cada día, instantes y momentos,
vemos aventajarse las mujeres
en las artes y ciencias a los hombres,
si con aplicación su estudio emprenden.

Margarita Hickey
    (h. 1753-h. 1793)

miércoles, 29 de noviembre de 2023

Después que hubo gustado

Muchacha con paloma, Charles Joshua Chaplin (1825-1891)

Después que hubo gustado
de Filis la paloma
el regalado néctar
de sus labios de rosa,
la deja, y de un vuelito  
al hombro se me posa
y de allí lo destila
con su pico en mi boca.
Yo apurelo inocente;
pero ¡ay! ella traidora
me dio del Amor ciego
mezclada tal ponzoña
que el pecho se me abrasa
en ansias y zozobras,
después que hubo gustado
de Filis la paloma.


Juan Meléndez Valdés
         (1754-1817)

viernes, 24 de noviembre de 2023

Mi tierno amor a tu lealtad confío

                Amantes felices, Jean-Honoré Fragonard (h. 1760)

Mi tierno amor a tu lealtad confío
y solo en ti reposa mi cuidado.
Rigores abandona el pecho mío,
todo a tu dulce afecto dedicado.
En tu poder entrego mi albedrío,
ostento el mando que mi fe te ha dado,
mis caprichos se rinden a tu ruego,
ya en mí no hay voluntad, pues te la entrego.


María Gertrudis Hore
          (1742-1801)

viernes, 17 de noviembre de 2023

Eden

Un arroyo en el bosquePeder Mørk Mønsted (1907)

Maite
besteak baratze berde-gorrixketan
pausatzen direnean
guk paradisutik kanpoan ibiliz
oinak errauts gezez beteak baditugu,
zer axola?

Hemengo
hondar idorrean
harri gaziku
                     irats horixka
                                            belar motz
                                                               ur saminen artean
da gure baratzea.

Ogibihi ta palmondoak
debekatu bazauzku,
gureak
larre ubelak
sasi beltxaranak
basa igalien mami bixia!

Hemen gure ahoetan
basandere gozoa atxikiz
hondar latzean etzanak
maite
iturri freskoa
bilatuko dugu...

Maddi Pelot
(En Maiatz, 1982)


Edén

Cariño,
si mientras otros se
posan en verdes rojizos huertos
nosotras caminando fuera del paraíso
tenemos los pies rebosantes de dulces cenizas,
¿qué importa?

Aquí,
en la arena seca,
entre piedras saladas
            helechos amarillentos
                    hierbas cortas 
                                 aguas dulces

está nuestra huerta.

Se nos han prohibido
el trigo y las palmeras,
son los nuestros
prados magullados
zarzas negruzcas
¡viva carne de salvajes frutas!

Sosteniendo aquí
en nuestras bocas a la gozosa basandere
tumbándonos en áspera arena
cariño
rastrearemos
la fresca fuente...

[Este poema de Maddi Pelot fue publicado en la revista Maiazt en 1982. La traducción al castellano que reproducimos aquí es de Iratxe Retolaza.]

lunes, 13 de noviembre de 2023

La festa de la sal

                          Vista de Capri, Anónimo (siglo XIX)

Tu i jo som aire que estalona el foc.
Som aigua oberta que esmola la terra.
Som terra espessa que s’allera en l’aire.
Som foc que imanta amb arrels noves l’aigua.
Tu i jo, amor, avui som tot el món
congriat en la festa de la sal.

Han trobat el seu lloc el pa i la sal
i la por no ens allunya de cap foc.
Rebem, com a penyora, tot el món:
fora del nostre abast, ni un pam de terra,
ni un bri de verd, esgarriat en l’aire,
ni un bri de blau, dissolt al clar de l’aigua.

Ni un ram de nit, perdut pel fosc de l’aigua,
ni un glop de mar, colgat sota la sal.
L’urc del desig fa el ple al grat de l’aire
i torna lívides herbes i foc.
Amants, parem el jaç damunt la terra
i ens fan de cambra boscos d’aquest món.

Som d’aquest món, però encetem un món
que endevinem amb els sentits de l’aigua.
Ens creixen arbres com si fóssim terra
i se’ns arrapen vives flors de sal.
Cremem i alhora transformem el foc
en energia dolça i en bleix l’aire.

Veus de desig fan que es capgiri l’aire
i escampen tretze vents arreu del món.
Ens abracem amb les plomes del foc
i mesclem l’ona com si fóssim d’aigua.
Ens batega a la boca un cor de sal
que obre finestres noves a la terra.

Quan fem l’amor, se’ns assembla la terra.
S’espiguen, altes, les branques de l’aire.
Cristal·litza la pena de la sal
i una alegria d’heura pren el món.
No hi ha paranys en el sexe de l’aigua
ni tirania en la farga del foc:

som amb el foc al centre de la terra,
brollem amb l’aigua i alenem amb l’aire.
Fem rodar el món a l’era de la sal.

Maria Mercè Marçal
(La germana, l'estrangera, 1985)

La fiesta de la sal

Tú y yo somos aire que apuntala el fuego.
Somos agua abierta que afila la tierra.
Somos tierra espesa que se atreve en el aire.
Somos fuego que con raíces nuevas imanta el agua.
Tú y yo, amor, somos hoy todo el mundo
congregado en la fiesta de la sal.

Han encontrado su sitio el pan y la sal
y el miedo no nos aleja de ningún fuego.
Recibimos, como prenda, todo el mundo:
lejos de nuestro alcance, ni un palmo de tierra,
ni una brizna de verde, esparcida en el aire,
ni una brizna de azul, disuelta en lo claro del agua.

Ni un ramo de noche, perdido por lo oscuro del agua,
ni un trago de mar, enterrado bajo la sal.
Se colma la altivez del deseo al agrado del aire
y torna lívidas las hierbas y el fuego.
Amantes, nuestro lecho es la tierra
y nos hacen de alcoba los bosques de este mundo.

Somos de este mundo, pero iniciamos un mundo
que adivinamos con los sentidos del agua.
Nos crecen árboles como si fuéramos tierra
y nos ciñen vivas flores de sal.
Ardemos y al tiempo transformamos el fuego
en energía dulce y en aliento el aire.

Voces de deseo le dan la vuelta al aire
y propagan trece vientos por el mundo.
Nos abrazamos con las plumas del fuego
y la ola mezclamos como si fuéramos de agua.
En la boca nos late un corazón de sal
que abre ventanas nuevas a la tierra.

Cuando hacemos el amor, se nos parece la tierra.
Se espigan, altas, las ramas del aire.
Cristaliza la pena de la sal
y una alegría de hiedra toma el mundo.
No hay emboscadas en el sexo del agua
ni tiranía en la fragua del fuego:
estamos con el fuego en el centro de la tierra,
brotamos con el agua y alentamos con el aire.
Echamos a rodar el mundo en la era de la sal.

(La hermana, la extranjera, 1985)

[Traducción al castellano de Noèlia Díaz Vicedo, en Diré tu cuerpo, editorial Ultramarinos, 2020)

martes, 7 de noviembre de 2023

Illas Cíes

Vista de la costa junto al castillo de Kronborg, Carl Frederik Aagaard (1833-1895)

Nas Cíes descubrimos a pericia das aves

e a medida celeste onde reside a luz

Bañámonos nas ondas
a compartir sulagos con dóciles palmípedas
                                           e cunchiñas de nácara

Era o verán
Chegaban ventos fríos do primeiro cuadrante
                                            os ventos tersos do Nordés

Con labios exaltados bicábasme nas tempas
E querías que fora a raíña dos mares
ou deslizabas verbas secretas nos oídos

Nos xogos inocentes
debuxei no teu peito os signos da alegría
Despois grabei na area os símbolos da patria:
                            espirais
                                          caracolas
                                                        esvásticas solares

Cousas do paraíso...

Naquelas latitudes oceánicas azul
                                                           azul delirio
tracei como remate un labirinto tácito
para salvar o amor

Luz Pozo Garza
(Prometo a flor de loto, 1992)



Versión en castellano de Un poema cada día



Islas Cíes


En las Cíes descubrimos la pericia de las aves

y la medida celeste donde reside la luz


Nos bañamos en las olas

compartiendo inmersiones con dóciles palmípedas

                                                         y conchitas de nácar


Era verano

Llegaban vientos fríos del primer cuadrante

                                           los vientos tersos del Nordeste


Con labios exaltados me besabas en las sienes

Y querías que fuera la reina de los mares

o deslizabas palabras secretas en los oídos


En juegos inocentes

dibujé en tu pecho los signos de la alegría

Después grabé en la arena los símbolos de la patria:

                             espirales

                                           caracolas

                                                        esvásticas solares

Cosas del paraíso...


En aquellas latitudes oceánicas azul

                                                               azul delirio

tracé como remate un laberinto tácito

para salvar el amor


(Prometo la flor de loto, 1992)


viernes, 3 de noviembre de 2023

Me desordeno, amor, me desordeno

Retrato de una muchacha, Delphin Enjolras (1865-1945)

Me desordeno, amor, me desordeno
cuando voy en tu boca, demorada;
y casi sin por qué, casi por nada,
te toco con la punta de mi seno.

Te toco con la punta de mi seno
y con mi soledad desamparada;
y acaso sin estar enamorada;
me desordeno, amor, me desordeno.

Y mi suerte de fruta respetada
arde en tu mano lúbrica y turbada
como una mal promesa de veneno;

y aunque quiero besarte arrodillada,
cuando voy en tu boca, demorada,
me desordeno, amor, me desordeno.

Carilda Oliver Labra
(Memoria de la fiebre, 1958)

martes, 31 de octubre de 2023

Poema al No

                                 CorroJózsef Ferenczy (1866-1925)

No a la tristeza.
No al dolor.
No a la pereza.
No a la usura.
No a la envidia.
No a la incultura.
No a la violencia.
No a la injusticia.
No a la guerra.
Sí a la paz.
Sí a la alegría.
Sí a la amistad.

Gloria Fuertes
(La poesía no es un cuento, 1990)

sábado, 28 de octubre de 2023

Vida

                                 PrimaveraLeon Wyczółkowsk (1933)

Mis nervios están locos, en las venas
la sangre hierve, líquido de fuego
salta a mis labios donde finge luego
la alegría de todas las verbenas.

Tengo deseos de reír; las penas,
que de domar a voluntad no alego,
hoy conmigo no juegan y yo juego
con la tristeza azul de que están llenas.

El mundo late; toda su armonía
la siento tan vibrante que hago mía
cuanto escancio en su trova de hechicera.

¡Es que abrí la ventana hace un momento
y en las alas finísimas del viento
me ha traído su sol la primavera!

Alfonsina Storni
(La inquietud del rosal, 1916)

martes, 17 de octubre de 2023

La copa del amor

                 Joven desnuda reclinada, Delphin Enjolras (1865-1945)

¡Bebamos juntos en la copa egregia!
Raro licor se ofrenda a nuestras almas.
¡Abran mis rosas su frescura regia
A la sombra indeleble de tus palmas!

Tú despertaste mi alma adormecida
En la tumba silente de las horas;
A ti la primer sangre de mi vida
¡En los vasos de luz de mis auroras!

¡Ah! tu voz vino a recamar de oro
Mis lóbregos silencios; tú rompiste
El gran hilo de perlas de mi lloro,
Y al sol naciente mi horizonte abriste.

Por ti, en mi oriente nocturnal, la aurora
Tendió el temblor rosado de su tul;
Así en las sombras de la vida ahora,
¡Yo te abro el alma como un cielo azul!

                              ***

¡Ah, yo me siento abrir como una rosa!
Ven a beber mis mieles soberanas:
¡Yo soy la copa del amor pomposa
Que engarzará en tus manos sobrehumanas!

La copa erige su esplendor de llama…
¡Con qué hechizo en tus manos brillaría!
Su misteriosa exquisitez reclama
Dedos de ensueño y labios de armonía.

Tómala y bebe, que la gloria dora
El idilio de luz de nuestras almas;
¡Marchítense las rosas de mi aurora
A la sombra indeleble de tus palmas!

Delmira Agustini
(El libro blanco (Frágil), 1907)

domingo, 24 de septiembre de 2023

Vi la cierva que el bosque

                        Arroyo del bosquePeder Mørk Mønsted (1900)

Vi la cierva que el bosque
eligió para mí como encendida
quietud tras el ramaje.

No me atreví a moverme.

Mi corazón cosía sus pedazos
de piel entre las hojas.

Solo un perfil mostraba.
Era un ojo que mira
como un hueso de níspero
flotando en el estanque.

Habló mientras la nieve
                se cubría de pájaros.

Hay que vivirlo todo—.

Y en su hocico de musgo
temblaba un avispero.

Después,
suspendido ya el tiempo
atrapada en el ámbar del instante
levantó la cabeza
                       –su tronco moteado,
sus cuatro extremidades–.

Desde entonces
                             me digo la verdad.

Cada mañana vuelvo
a la senda vacante
por ver si ella me aguarda.

En las horas de insomnio
siento su lengua que me arde
como un alga en la cara.

Ya me vence el cansancio.

Pero si ella regresa,
si la cierva viniera de nuevo a mis oídos
yo les pondría fin
                                a estas palabras.

Rosana Acquaroni
(18 ciervas, 2023)

viernes, 18 de agosto de 2023

El poeta dice la verdad

Ribera del río Guadaira, Manuel García y Rodríguez (1914)

Quiero llorar mi pena y te lo digo
para que tú me quieras y me llores
en un anochecer de ruiseñores,
con un puñal, con besos y contigo.

Quiero matar al único testigo
para el asesinato de mis flores
y convertir mi llanto y mis sudores
en eterno montón de duro trigo.

Que no se acabe nunca la madeja
del te quiero me quieres, siempre ardida
con decrépito sol y luna vieja.

Que lo que no me des y no te pida
será para la muerte, que no deja
ni sombra por la carne estremecida.

Federico García Lorca
(Sonetos del amor oscuro, 1935-1936)

viernes, 4 de agosto de 2023

Mesa

                           La mesita, Henri Le Sidaner (1920)

Cuadrúpeda, centaura,
¿quién dice que no hablas?
A mí, sí: come, come,
que aproveche, ¿está bueno?
Qué señora, qué clase. Pero me gusta aún más
oírte crepitar, cantar viva la gente,
llamarme mi joquei, mi prenda, zanganote.
Te monto al pelo, te pinto color blanco,
te gualdrapo un mantel, te derramo un jarrón
para que te refresques.
Mira cómo ronrona tu madera,
cómo se arquea tu cuadril.
Galopa y corta el viento, mi yeguona,
vamos hasta la venta.
                                                    "Maritornes,
dale pienso a mi amiga Rocinanta."
Que aproveche, ¿está rico?
Ah, lo fino se pega. Dichosa urbanidad.

Luis Feria
(Obra poética y cuentos, 2000)

Este poema, inédito a la muerte del autor, fue publicado en el nº4 de la revista Cuadernos del Ateneo, en 1998. Ahí se indica su lugar de redacción: La Laguna (Tenerife).

lunes, 17 de julio de 2023

Renaciente maravilla

Salamanca desde la margen izquierda del Tormes, Edgar Thomas A. Wigram (1906)

¡Salamanca, Salamanca,
renaciente maravilla,
académica palanca
de mi visión de Castilla!

Oro en sillares de soto
de las riberas del Tormes,
de viejo saber remoto
guardas recuerdos conformes.

Hechizo salmanticense
de pedantesca dulzura;
gramática del Brocense,
florón de literatura.

¡Ay, mi Castilla latina
con raíz gramatical,
ay, tierra que se declina
por luz sobrenatural!

Miguel de Unamuno
(Poesías, 1907)

domingo, 9 de julio de 2023

La teva pell suau

      El Grossglockner con el Glaciar de Pasterze, Thomas Ender (h. 1830)

LA TEVA PELL SUAU
xoca contra la meva,
com les plaques tectòniques,
les glaceres, 
els dinosaures,
els meteorits,
els camions de carreres.

Irene Solà
(Bestia, 2022)

Versión en castellano

TU PIEL SUAVE
choca contra la mía,
como las placas tectónicas,
los glaciares,
los dinosaurios,
los meteoritos,
los camiones de carreras.

[Traducción al castellano de Unai Velasco]

miércoles, 5 de julio de 2023

Anuncios por palabras

                                    Autómata, Edward Hopper (1927)

CUALQUIERA que conozca el paradero
de la compasión (fantasía del alma)
-¡que avise!, ¡que avise!
Que lo cante a voz en grito
y baile como si perdiera la razón
jubiloso bajo el frágil sauce
eternamente a punto de romper en llanto.

ENSEÑO a callar
en todos los idiomas
según el método de contemplar
el cielo estrellado,
las quijadas del sinantropus,
el plancton,
el copo de nieve.

DEVUELVO el amor.
¡Atención! ¡Ganga!
En la hierba de antaño,
cuando, bañados de sol hasta el cuello
yacéis, mientras baila el viento
(maestro del baile de vuestros cabellos).
Ofertas a "Sueño".

SE BUSCA persona
para llorar
por los ancianos que en los asilos
mueren. Sírvanse
presentarse sin referencias
ni solicitudes por escrito.
Los papeles serán destruidos
sin acuse de recibo.

POR LAS PROMESAS de mi esposo
–que os engañaba con los colores
del populoso mundo, con su jaleo,
con una copla desde la ventana, con un perro
detrás de la pared–
de que nunca estaríais solos
en penumbra, en silencio y sin aliento
–responder no puedo.
La Noche, viuda del Día.

Wisława Szymborska
(El gran número. Fin y principio y otros poemas, 1997)

[Traducción de Elżbieta Bortkiewicz]

miércoles, 28 de junio de 2023

Ven aquí, amor

  Satsuki, Ikeda Shōen (h. 1913)

Ven aquí, amor,
y esta rica cortina de bambúes
córrela; ven,
que si llega mi madre
y me pregunta
le diré que fue el viento.

Anónimo
(Siglos VII-VIII)

Este delicioso poema de amor pertenece al libro La semilla y el corazón. Antología de poesía japonesa, Alba Editorial, 2022. Ha sido traducido del japonés por Teresa Herrero y su versión en castellano es de Juan F. Rivero.

sábado, 10 de junio de 2023

Al fondo del espejo

          Retrato de una joven, Christine Herter (h. 1921)

Si dejas de mirarte en ese espejo
en el que ahora te contemplas,
si sales de este cuarto y de esta casa
y tardas varias horas en volver,
yo,
con una ingenuidad que ni en las fábulas,
me asomaré al espejo
por si estás ahí adentro,
por si te has olvidado de llevarte contigo.

Amalia Bautista
(Azul el agua, 2022)

martes, 6 de junio de 2023

Bajo del cielo fiel Junio corría

                       Corriente en el bosquePeder Mørk Mønsted (1911)

Bajo del cielo fiel Junio corría
arrastrando en sus aguas dulces fechas,
ardientes horas en la luz deshechas,
frutos y labios que mi sed asía.

Sobre mi juventud Junio corría:
golpeaban mi ser sus aguas flechas,
despeñadas y obscuras en las brechas
que su avidez en ráfagas abría.

Ay, presuroso Junio nunca mío,
invisible entre puros resplandores,
mortales horas en terribles goces,

¡cómo alzabas mi ser, crecido río,
en júbilos sin voz, mudos clamores,
viva espada de luz entre dos voces!

Octavio Paz
(Bajo tu clara sombra, 1935-1944)

sábado, 20 de mayo de 2023

Aquel temblor del muslo

               Puerta del jardín en Vetheuil, Claude Monet (1881)

Aquel temblor del muslo
y el diminuto encaje
rozado por la yema de los dedos,
son el mejor recuerdo de unos días
conocidos sin prisa, sin hacerse notar,
igual que amigos tímidos.

Fue la tarde anterior a la tormenta,
con truenos en el cielo.
Tú apareciste en el jardín, secreta,
vestida de otro tiempo,
con una extravagante manera de quererme,
jugando a ser el viento de un armario,
la luz en seda negra
y medias de cristal,
tan abrazadas
a tus muslos con fuerza,
con esa oscura fuerza que tuvieron
sus dueños en la vida.

Bajo el color confuso de las flores salvajes,
inesperadamente me ofrecías
tu memoria de labios entreabiertos,
unas ropas difíciles, y el rayo
apenas vislumbrado de la carne,
como fuego lunático,
como llama de almendro donde puse
la mano sin dudarlo.
Por el jardín, el ruido de los últimos pájaros,
de las primeras gotas en los árboles.

Aquel temblor del muslo
y el diminuto encaje, de vello traspasado,
su resistencia elástica
vencida con el paso de los años,
vuelven a ser verdad, oleaje en el tacto,
arena humedecida entre las manos,
cuando otra vez, aquí, de pensamiento,
me abandono en la dura solución de tus ingles
y dejo de escribir
para llamarte.

Luis García Montero
(Diario cómplice, 1987)

viernes, 21 de abril de 2023

You

                             Isla de Calipso, Herbert James Draper (1897)

Tú apareces,
tú te desnudas,
tú entras en la luz,
tú despiertas los colores,
tú coronas las aguas,
tú comienzas a recorrer el tiempo como un licor,
tú rematas la más cegadora de las orillas,
tú predices si el mundo seguirá o va a caer,
tú conjuras la tierra para que acompase su ritmo a tu lentitud de lava,
tú reinas en el centro de esta conflagración
y del primero
al séptimo día
tu cuerpo es un arrogante
                                                    palacio
donde vive
                         el
                              temblor.

Rafael Cadenas
(Una isla, 1958)

martes, 4 de abril de 2023

Odiseo en Barcelona

        El viejo lobo de mar, Henry Scott Tuke (1888)

¡Si nunca hubiese vuelto...!
¡Cuánto mejor si nunca hubiese vuelto!

Navegaban conmigo
Nausicaas y Penélopes.
Las llevaba tatuadas en mis brazos
para tenerlas siempre ante mis ojos
y no olvidarlas nunca.
Pero la piel se me ha arrugado,
y las celestemente jóvenes
parecen ahora ancianas damas.
¡Si nunca hubiese vuelto!

Llegué con las orejas taponadas
para no ser esclavo del hechizo
del canto aquel que nunca llegué a oír.
Y hallé cipreses góticos,
piedras y seres que jamás soñé,
palabras diferentes.
Y no estaban mis islas,
o acaso fueron sólo un sueño mío.

¡Si nunca hubiese vuelto! Pero he vuelto,
y aquí estoy otra vez, acariciando
este puñado de humo.

José Hierro
(Agenda, 1991)

El 3 de abril de 2022 se cumplieron cien años del nacimiento de José Hierro. Durante este año se han sucedido  exposiciones y homenajes para recordar su vida y obra. El último, el documental emitido por RTVE el pasado domingo en su programa Imprescindibles José Hierro, poeta de los vencidos.

domingo, 26 de marzo de 2023

Φωνές

                                          Otoño, G.H. Saber (2005)

Ιδανικές φωνές κι αγαπημένες 
εκείνων που πέθαναν, ή εκείνων που είναι
για μας χαμένοι σαν τους πεθαμένους.
Κάποτε μες στα όνειρά μας ομιλούνε,
κάποτε μες στην σκέψι τες ακούει το μυαλό.
Και με τον ήχο των για μια στιγμή επιστρέφουν
ήχοι από την πρώτη ποίηση της ζωής μας -
σα μουσική, την νύχτα, μακρυνή, που σβύνει.

Konstatinos Kavafis
(Ποίηση, 1935)

Versión en castellano

Voces

Amadas voces ideales
de aquellos que han muerto, o de aquellos
perdidos como si hubiesen muerto.

Algunas veces en el sueño nos hablan;
algunas veces la imaginación las escucha.

Y con el suyo otros ecos regresan
desde la poesía primera de nuestra vida –
como una música nocturna perdida en la distancia.

Konstantino Kavafis

[La traducción de este poema al castellano fue realizada por José María Álvarez: Konstantino Kavafis, Poesías completas, Hiperión, 1976]

martes, 21 de marzo de 2023

Allegro ma non troppo

Lago de Como en una mañana de primavera, Peder Mørk Mønsted (1920)

Eres bella–le digo a la vida–,
imposible imaginarte más exhuberante,
ni más ranil, ni más ruiseñorial,
ni más hormiguera ni más semillera.

Intento ganarme su simpatía,
halagarla, mirarla a los ojos.
Soy siempre la primera en saludarla
con expresión de humildad en el rostro.

Le salgo al paso por la derecha,
le salgo al paso por la izquierda,
extasiada la pongo por las nubes,
y caigo de bruces, fascinada.

¡Qué montaraz el saltamontes,
qué mora la zarzamora!
Nunca creerlo pudiera
quien tal prodigio no viera.

No se me ocurre –digo a la vida–
con qué poder compararte.
Nadie ha hecho nunca otra piña
ni mejor ni peor apiñada.

Alabo tu generosidad e ingenio,
tu grandeza de miras y tu precisión,
¿y qué más?, ¿qué más alabo?,
tu taumaturgia y tu brujería.

Para no ultrajarla en exceso
y evitar sus iras y enojos
desde hace cien milenios
le doro la píldora sin sonrojo.

Me acerco y le doy un tirón de hoja:
¿se ha detenido?, ¿me ha hecho caso?
¿Por una vez, solo una,
olvida dar el siguiente paso?

Wisława Szymborska
(Acaso, 1972)

[Traducción de Ana María Moix y Jerzy Wojciech Slawomirski]

lunes, 6 de marzo de 2023

Canción de cuna para dormir a un preso

                 Puesta de sol en una costa del sur, Paul von Spaun (1911)

La gaviota sobre el pinar.
(La mar resuena).
Se acerca el sueño. Dormirás,
soñarás, aunque no lo quieras.
La gaviota sobre el pinar
goteado todo de estrellas.

Duerme. Ya tienes en tus manos
el azul de la noche inmensa.
No hay más que sombra. Arriba, luna.
Peter Pan por las alamedas.
Sobre ciervos de lomo verde
la niña ciega.
Ya ni eres hombre, ya te duermes,
mi amigo, ea…

Duerme, mi amigo. Vuela un cuervo
sobre la luna, y la degüella.
La mar está cerca de ti,
muerde tus piernas.
No es verdad que tú seas hombre;
eres un niño que no sueña.
No es verdad que tú hayas sufrido:
son cuentos tristes que te cuentan.
Duerme. La sombra toda es tuya,
mi amigo, ea…

Eres un niño que está serio.
Perdió la risa y no la encuentra.
Será que habrá caído al mar,
la habrá comido una ballena.
Duerme, mi amigo, que te acunen
campanillas y panderetas,
flautas de caña de son vago
amanecidas en la niebla.

No es verdad que te pese el alma.
El alma es aire y humo y seda.
La noche es vasta. Tiene espacios
para volar por donde quieras,
para llegar al alba y ver
las aguas frías que despiertan,
las rocas grises, como el casco
que tú llevabas a la guerra.
La noche es amplia, duerme, amigo,
mi amigo, ea…

La noche es bella, está desnuda,
no tiene límites ni rejas.
No es verdad que ni hayas sufrido,
son cuentos tristes que te cuentan.
Tú eres un niño que está triste,
eres un niño que no sueña.
Y la gaviota está esperando
para venir cuando te duermas.
Duerme, ya tienes en tus manos
el azul de la noche inmensa.
Duerme, mi amigo…
Ya se duerme
mi amigo, ea…

José Hierro
(Tierra sin nosotros, 1947)

miércoles, 1 de marzo de 2023

Salpicada de espuma, de salitre

       Vista de San Sebastián desde el Monte Igueldo, Tom Page (2010)

Salpicada de espuma, de salitre,
Desnuda, desde el mar,
Viene gritando:

¡La vida, sí, la vida misma!
¡Un delirio por los prados!

Desde mi ventana blanca,
Con los brazos extendidos,
La estoy llamando con voces
De un ardor desmelenado.

Salpicada de espuma, de salitre,
Desnuda, por los campos,
Va gritando:

¡La vida, sí, la vida misma!

Pálido y alto, callado,
La miro pasar llorando.

Gabriel Celaya
(Marea del silencio, 1935)

sábado, 14 de enero de 2023

Tintern Abbey

      Tintern Abbey con un pescador a orillas del río, John Dobbin (1876)

Five years have past; five summers, with the length
Of five long winters! and again I hear
These waters, rolling from their mountain-springs
With a soft inland murmur.—Once again
Do I behold these steep and lofty cliffs,
That on a wild secluded scene impress
Thoughts of more deep seclusion; and connect
The landscape with the quiet of the sky.
The day is come when I again repose
Here, under this dark sycamore, and view
These plots of cottage-ground, these orchard-tufts,
Which at this season, with their unripe fruits,
Are clad in one green hue, and lose themselves
'Mid groves and copses. Once again I see
These hedge-rows, hardly hedge-rows, little lines
Of sportive wood run wild: these pastoral farms,
Green to the very door; and wreaths of smoke
Sent up, in silence, from among the trees!
With some uncertain notice, as might seem
Of vagrant dwellers in the houseless woods,
Or of some Hermit's cave, where by his fire
The Hermit sits alone.
      These beauteous forms,
Through a long absence, have not been to me
As is a landscape to a blind man's eye:
But oft, in lonely rooms, and 'mid the din
Of towns and cities, I have owed to them,
In hours of weariness, sensations sweet,
Felt in the blood, and felt along the heart;
And passing even into my purer mind
With tranquil restoration:—feelings too
Of unremembered pleasure: such, perhaps,
As have no slight or trivial influence
On that best portion of a good man's life,
His little, nameless, unremembered, acts
Of kindness and of love. Nor less, I trust,
To them I may have owed another gift,
Of aspect more sublime; that blessed mood,
In which the burthen of the mystery,
In which the heavy and the weary weight
Of all this unintelligible world,
Is lightened:—that serene and blessed mood,
In which the affections gently lead us on,—
Until, the breath of this corporeal frame
And even the motion of our human blood
Almost suspended, we are laid asleep
In body, and become a living soul:
While with an eye made quiet by the power
Of harmony, and the deep power of joy,
We see into the life of things.
     If this
Be but a vain belief, yet, oh! how oft—
In darkness and amid the many shapes
Of joyless daylight; when the fretful stir
Unprofitable, and the fever of the world,
Have hung upon the beatings of my heart—
How oft, in spirit, have I turned to thee,
O sylvan Wye! thou wanderer thro' the woods,
How often has my spirit turned to thee!
And now, with gleams of half-extinguished thought,
With many recognitions dim and faint,
And somewhat of a sad perplexity,
The picture of the mind revives again:
While here I stand, not only with the sense
Of present pleasure, but with pleasing thoughts
That in this moment there is life and food
For future years. And so I dare to hope,
Though changed, no doubt, from what I was when first
I came among these hills; when like a roe
I bounded o'er the mountains, by the sides
Of the deep rivers, and the lonely streams,
Wherever nature led: more like a man
Flying from something that he dreads, than one
Who sought the thing he loved. For nature then
(The coarser pleasures of my boyish days
And their glad animal movements all gone by)
To me was all in all.—I cannot paint
What then I was. The sounding cataract
Haunted me like a passion: the tall rock,
The mountain, and the deep and gloomy wood,
Their colours and their forms, were then to me
An appetite; a feeling and a love,
That had no need of a remoter charm,
By thought supplied, nor any interest
Unborrowed from the eye.—That time is past,
And all its aching joys are now no more,
And all its dizzy raptures. Not for this
Faint I, nor mourn nor murmur; other gifts
Have followed; for such loss, I would believe,
Abundant recompense. For I have learned
To look on nature, not as in the hour
Of thoughtless youth; but hearing oftentimes
The still sad music of humanity,
Nor harsh nor grating, though of ample power
To chasten and subdue.—And I have felt
A presence that disturbs me with the joy
Of elevated thoughts; a sense sublime
Of something far more deeply interfused,
Whose dwelling is the light of setting suns,
And the round ocean and the living air,
And the blue sky, and in the mind of man:
A motion and a spirit, that impels
All thinking things, all objects of all thought,
And rolls through all things. Therefore am I still
A lover of the meadows and the woods
And mountains; and of all that we behold
From this green earth; of all the mighty world
Of eye, and ear,—both what they half create,
And what perceive; well pleased to recognise
In nature and the language of the sense
The anchor of my purest thoughts, the nurse,
The guide, the guardian of my heart, and soul
Of all my moral being.
     Nor perchance,
If I were not thus taught, should I the more
Suffer my genial spirits to decay:
For thou art with me here upon the banks
Of this fair river; thou my dearest Friend,
My dear, dear Friend; and in thy voice I catch
The language of my former heart, and read
My former pleasures in the shooting lights
Of thy wild eyes. Oh! yet a little while
May I behold in thee what I was once,
My dear, dear Sister! and this prayer I make,
Knowing that Nature never did betray
The heart that loved her; 'tis her privilege,
Through all the years of this our life, to lead
From joy to joy: for she can so inform
The mind that is within us, so impress
With quietness and beauty, and so feed
With lofty thoughts, that neither evil tongues,
Rash judgments, nor the sneers of selfish men,
Nor greetings where no kindness is, nor all
The dreary intercourse of daily life,
Shall e'er prevail against us, or disturb
Our cheerful faith, that all which we behold
Is full of blessings. Therefore let the moon
Shine on thee in thy solitary walk;
And let the misty mountain-winds be free
To blow against thee: and, in after years,
When these wild ecstasies shall be matured
Into a sober pleasure; when thy mind
Shall be a mansion for all lovely forms,
Thy memory be as a dwelling-place
For all sweet sounds and harmonies; oh! then,
If solitude, or fear, or pain, or grief,
Should be thy portion, with what healing thoughts
Of tender joy wilt thou remember me,
And these my exhortations! Nor, perchance—
If I should be where I no more can hear
Thy voice, nor catch from thy wild eyes these gleams
Of past existence—wilt thou then forget
That on the banks of this delightful stream
We stood together; and that I, so long
A worshipper of Nature, hither came
Unwearied in that service: rather say
With warmer love—oh! with far deeper zeal
Of holier love. Nor wilt thou then forget,
That after many wanderings, many years
Of absence, these steep woods and lofty cliffs,
And this green pastoral landscape, were to me
More dear, both for themselves and for thy sake!

William Wordsworth
(Lyrical Ballads, With a Few Others Poems, 1798)


Versión en castellano

¡Cinco años ya, cinco veranos largos
como largos inviernos! De nuevo oigo
estas aguas rodar desde su fuente
con un suave murmullo. Otra vez veo
estos riscos abruptos y empinados,
que en un lugar salvaje y solitario
sugieren el retiro más profundo
y conectan el cielo y el paisaje.
Llega el día y reposo aquí de nuevo
bajo este oscuro sicomoro y miro
estas manchas de chozas y de huertos
que, en la estación, sin madurar sus frutos,
se visten de un matiz verde, y se pierden
entre sotos y bosques. ¡Veo de nuevo
estos setos, más bien breves hileras
de bosque juguetón hecho silvestre;
granjas, hasta la misma puerta, verdes,
y espirales de humo entre los árboles,
que se elevan en silencio! Con dudosa
vigilancia, según puede esperarse
de errantes moradores de los bosques
o de algún ermitaño que, en su cueva,
se sienta solitario junto al fuego.
    Estas formas, 
en una larga ausencia, no han sido para mí 
como un paisaje a los ojos de un ciego; 
con frecuencia en espacios aislados y entre el ruido
de pueblos y ciudades, me han traído
en horas lasas sensaciones dulces,
sentidas en la sangre y aun pasadas
del corazón hasta la misma mente,
con un tranquilo alivio; sentimientos
de placer olvidado, quizá tales
como tener influjo no liviano
en la vida mejor de un hombre bueno,
sus pequeños, sin nombre, y olvidados
actos de amor y de bondad. No menos
a ellas debo otro don aun más sublime;
ese bendito humor en el que el peso
del misterio, la carga áspera y dura
de este ininteligible mundo todo,
se ilumina; ese humor bueno y sereno
en el que los afectos nos conducen
casi a la suspensión de nuestro aliento
e incluso del fluir de nuestra sangre,
nos echamos dormidos en el cuerpo
y somos un espíritu viviente,
mientras, con ojos hechos a la calma
por el poder de la armonía y el gozo,
escrutamos la vida de las cosas.
      Si esto 
es vana creencia, sin embargo,
a oscuras o a la triste luz del día
en sus múltiples formas, cuántas veces,
cuando la inútil y molesta brega,
y la fiebre del mundo están pendientes
del palpitar del corazón, mi mente
ha vuelto a ti, silvestre Wye, que vagas
a través de los bosques, cuántas veces
he vuelto a ti en espíritu.
Y ahora, con chispas de muy tenues pensamientos,
con recuerdos borrosos y apagados,
y una perplejidad un poco triste,
la imagen de la mente resucita,
mientras estoy aquí de pie, sintiendo
no solo el gran placer presente, sino
que en este instante hay vida y alimento
para futuros años. Y así espero,
aunque distinto del que fui, sin duda,
cuando llegué primero a estas colinas;
cuando saltaba, corzo, en las montañas,
junto a ríos profundos, junto a arroyos,
con la naturaleza como guía;
más como hombre que escapa a lo que teme
que el que busca las cosas que él amaba.
Pues la naturaleza entonces era
(idos todos los ásperos placeres
de la niñez y sus alegres brincos)
para mí todo en todo. Yo no puedo
pintar lo que era entonces. Me atraía
la rugiente cascada. La alta roca,
la montaña y el hondo, oscuro bosque,
sus colores y formas me incitaban
un deseo, un amor y un sentimiento
que no necesitaba de otro encanto
del pensamiento, ni interés alguno
salvo el de la visión. Pasó ese tiempo,
y ya no están sus goces dolorosos
y sus éxtasis locos. No por esto
me duelo, ni murmuro, que otros dones
han seguido a esa pérdida; los creo
recompensa abundante. He aprendido
a ver el mundo, no como en la hora
de alegre juventud, sino escuchando
la suave y triste música del hombre,
sin asperezas, aunque con poderes
de castigar y someter. Y siento
una presencia que me mueve al goce
de nobles pensamientos, un sentido
de algo que está unido fuertemente,
cuyo albergue es la luz de los ocasos,
y el arqueado mar, y el aire vivo,
y el cielo azul, y la razón del hombre;
una moción y espíritu que impulsa
a los seres pensantes y pensados
y que rueda a través de toda cosa.
Por tanto soy amante todavía
de praderas, y bosques, y montañas;
y de todo cuanto hay que conozcamos
en esta tierra verde; del gran mundo
del oído y la vista, que crean ambos
lo percibido. Reconozco a gusto
en la naturaleza y los sentidos
el ancla de mis más puras ideas,
la guía y el guardián de mis afectos,
y el alma de mi ser moral entero.
    Ni por azar, 
aun no aprendido esto, 
decaería mi talante afable,
porque tú estás conmigo en las orillas
de este río, mi más querida amiga,
querida amiga, y en tu voz percibo
el resonar de mi pasión antigua;
leo en la luz de tu mirar salvaje
mis placeres antiguos. ¡Aún un poco
pueda yo ver en ti lo que yo fuera,
querida hermana! Y hago esta plegaria
sabiendo ya que la naturaleza
nunca traiciona el corazón que la ama;
es privilegio suyo conducirnos
de goce en goce en toda nuestra vida;
pues puede así inspirar la mente nuestra,
así inculcar tranquilidad, belleza,
y alimentar los altos pensamientos,
de modo tal que ni las malas lenguas,
ni juicios imprudentes, ni sarcasmos
egoístas, ni hipócritas saludos,
ni el triste curso de la vida diaria
prevalezca jamás contra nosotros
o nuestra alegre lealtad perturbe,
que todo aquello que miramos lleno
está de bendiciones. ¡Que la luna
te alumbre en tu paseo solitario;
que los brumosos vientos de montaña
te soplen en el rostro, y otros años,
cuando estos locos éxtasis maduren
en un sobrio placer, cuando tu mente
sea mansión de toda forma amable,
tu memoria será como un albergue
para todos los sones y armonías!
¡Si el miedo, o el dolor, o el estar sola
reclaman su porción, con qué alegría
te acordarás de mí y de mis consejos!
¡Y si estuviera donde ya no pueda
oír tu voz ni ver en tu mirada
reflejos de mi ayer, recuerda entonces
que a orillas de esta plácida corriente
hemos estados juntos, que, devoto
de la naturaleza, aquí me vine
tenaz en su servicio; mejor dices
con un ardiente amor, con hondo celo
del más sagrado amor. Recuerda entonces
que, tras mucho vagar y mucha ausencia,
estos abruptos bosques y altos riscos
y este paisaje pastoral los amo
también por la presencia tuya en ellos!

William Wordsworth
(Baladas líricas y otros poemas, 1798)

[Traducción al castellano de Antonio Abellán]
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