imposible imaginarte más exhuberante,
ni más ranil, ni más ruiseñorial,
ni más hormiguera ni más semillera.
Intento ganarme su simpatía,
halagarla, mirarla a los ojos.
Soy siempre la primera en saludarla
con expresión de humildad en el rostro.
Le salgo al paso por la derecha,
le salgo al paso por la izquierda,
extasiada la pongo por las nubes,
y caigo de bruces, fascinada.
¡Qué montaraz el saltamontes,
qué mora la zarzamora!
Nunca creerlo pudiera
quien tal prodigio no viera.
No se me ocurre –digo a la vida–
con qué poder compararte.
Nadie ha hecho nunca otra piña
ni mejor ni peor apiñada.
Alabo tu generosidad e ingenio,
tu grandeza de miras y tu precisión,
¿y qué más?, ¿qué más alabo?,
tu taumaturgia y tu brujería.
Para no ultrajarla en exceso
y evitar sus iras y enojos
desde hace cien milenios
le doro la píldora sin sonrojo.
Me acerco y le doy un tirón de hoja:
¿se ha detenido?, ¿me ha hecho caso?
¿Por una vez, solo una,
olvida dar el siguiente paso?
(Acaso, 1972)
[Traducción de Ana María Moix y Jerzy Wojciech Slawomirski]
Feliz otoño
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