La Rueda de la Fortuna [miniatura del Hortus Deliciarum, Herrada de Landsberg (S. XII)]
IX
Decidme: La hermosura,
la gentil frescura y tez
de la cara,
la color y la blancura,
cuando viene la vejez,
¿cuál se para?
Las mañas y ligereza
y la fuerza corporal
de juventud,
todo se torna graveza
cuando llega el arrabal
de senectud.
X
Pues la sangre de los godos,
y el linaje y la nobleza
tan crecida,
¡por cuántas vías y modos
se pierde su gran alteza
en esta vida!
Unos, por poco valer,
por cuán bajos y abatidos
que los tienen;
otros que, por no tener,
con oficios no debidos
se mantienen.
XI
Los estados y riqueza,
que nos dejan a deshora
¿quién lo duda?,
no les pidamos firmeza,
pues que son de una señora
que se muda;
que bienes son de Fortuna
que revuelven con su rueda
presurosa,
la cual no puede ser una
ni estar estable ni queda
en una cosa.
Jorge Manrique
(h. 1440-1479)
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