I
Thou foster-child of silence and slow time,
Sylvan historian, who canst thus express
A flowery tale more sweetly than our rhyme:
What leaf-fring'd legend haunts about thy shape
Of deities or mortals, or of both,
In Tempe or the dales of Arcady?
What men or gods are these? What maidens loth?
What mad pursuit? What struggle to escape?
What pipes and timbrels? What wild ecstasy?
II
Heard melodies are sweet, but those unheard
Are sweeter; therefore, ye soft pipes, play on;
Not to the sensual ear, but, more endear'd,
Pipe to the spirit ditties of no tone:
Fair youth, beneath the trees, thou canst not leave
Thy song, nor ever can those trees be bare;
Bold Lover, never, never canst thou kiss,
Though winning near the goal yet, do not grieve;
She cannot fade, though thou hast not thy bliss,
For ever wilt thou love, and she be fair!
III
Are sweeter; therefore, ye soft pipes, play on;
Not to the sensual ear, but, more endear'd,
Pipe to the spirit ditties of no tone:
Fair youth, beneath the trees, thou canst not leave
Thy song, nor ever can those trees be bare;
Bold Lover, never, never canst thou kiss,
Though winning near the goal yet, do not grieve;
She cannot fade, though thou hast not thy bliss,
For ever wilt thou love, and she be fair!
III
Ah, happy, happy boughs! that cannot shed
Your leaves, nor ever bid the Spring adieu;
And, happy melodist, unwearied,
For ever piping songs for ever new;
More happy love! more happy, happy love!
For ever warm and still to be enjoy'd,
For ever panting, and for ever young;
All breathing human passion far above,
That leaves a heart high-sorrowful and cloy'd,
A burning forehead, and a parching tongue.
IV
Your leaves, nor ever bid the Spring adieu;
And, happy melodist, unwearied,
For ever piping songs for ever new;
More happy love! more happy, happy love!
For ever warm and still to be enjoy'd,
For ever panting, and for ever young;
All breathing human passion far above,
That leaves a heart high-sorrowful and cloy'd,
A burning forehead, and a parching tongue.
IV
Who are these coming to the sacrifice?
To what green altar, O mysterious priest,
Lead'st thou that heifer lowing at the skies,
And all her silken flanks with garlands drest?
What little town by river or sea shore,
Or mountain-built with peaceful citadel,
Is emptied of this folk, this pious morn?
And, little town, thy streets for evermore
Will silent be; and not a soul to tell
Why thou art desolate, can e'er return.
V
O Attic shape! Fair attitude! with brede
Of marble men and maidens overwrought,
With forest branches and the trodden weed;
Thou, silent form, dost tease us out of thought
As doth eternity: Cold Pastoral!
When old age shall this generation waste,
Thou shalt remain, in midst of other woe
Than ours, a friend to man, to whom thou say'st,
"Beauty is truth, truth beauty,—that is all
Ye know on earth, and all ye need to know."
Of marble men and maidens overwrought,
With forest branches and the trodden weed;
Thou, silent form, dost tease us out of thought
As doth eternity: Cold Pastoral!
When old age shall this generation waste,
Thou shalt remain, in midst of other woe
Than ours, a friend to man, to whom thou say'st,
"Beauty is truth, truth beauty,—that is all
Ye know on earth, and all ye need to know."
John Keats
(Ode on a Grecian Urn, 1819)
Versión en castellano
I
Tú, todavía intacta novia de la quietud,
ahijada del silencio y las lentas edades,
narradora del bosque que así puedes contar
una historia florida mejor que nuestros versos,
¿qué frondosa leyenda envuelve tu figura
con dioses o mortales, o con ambos,
en el Tempe o en los valles de la Arcadia?
¿Qué hombres son, o qué dioses? ¿Qué indómitas doncellas?
¿Qué acoso delirante? ¿Qué afán por escapar?
¿Qué flautas y tambores? ¿Qué arrebato salvaje?
II
Las músicas oídas son dulces; sin embargo,
más lo son las no oídas; tocad, pues, suaves flautas,
no para los sentidos, sino, más deseadas,
tocad para el espíritu canciones silenciosas:
bello muchacho, bajo los árboles no puedes
dejar tu canto, ni ellos se quedarán desnudos;
audaz amante, nunca, nunca podrás besarla,
aunque ya estás muy cerca. Pero no desesperes;
nunca podrá alejarse, y aunque no seas dichoso,
tú serás siempre amante, y ella por siempre hermosa.
III
Ah ramaje feliz de hojas nunca perdidas,
jamás la primavera podrá escuchar tu adiós;
ah músico feliz, infatigable,
que tocas para siempre canciones siempre nuevas;
y más feliz amor, y más feliz,
siempre cálido, aún a la espera del gozo,
siempre anhelante y para siempre joven,
más allá del aliento de la pasión humana
que deja el corazón abatido y hastiado,
abrasada la boca y la lengua reseca.
IV
¿Quiénes son esas gentes que van al sacrificio?
¿Hasta qué verde altar, misterioso oficiante,
llevas esa vaquilla que muge hacia los cielos
y cuyos suaves lomos se visten de guirnaldas?
¿Qué pequeña ciudad a la orilla de un río,
o de un mar, o con quieta ciudadela en un monte,
se ha quedado sin nadie esta sacra mañana?
Ciudad pequeña, habrán de seguir silenciosas
tus calles para siempre, y ni un alma vendrá
para decir por qué te has quedado desierta.
V
¡Ática forma! Hermosa figura, cincelada
en encaje de mármol con hombres y muchachas,
con ramajes silvestres y pisada maleza;
tú, forma silenciosa, nuestra razón excedes
como lo hace lo eterno. ¡Pastoral impasible!
Cuando el tiempo destruya a esta generación,
tú permanecerás en medio de otras penas,
no las nuestras, diciendo, amiga de los hombres:
«La belleza es verdad, y la verdad belleza. En la tierra,
eso solo sabéis, y es cuanto os hace falta».
I
Tú, todavía intacta novia de la quietud,
ahijada del silencio y las lentas edades,
narradora del bosque que así puedes contar
una historia florida mejor que nuestros versos,
¿qué frondosa leyenda envuelve tu figura
con dioses o mortales, o con ambos,
en el Tempe o en los valles de la Arcadia?
¿Qué hombres son, o qué dioses? ¿Qué indómitas doncellas?
¿Qué acoso delirante? ¿Qué afán por escapar?
¿Qué flautas y tambores? ¿Qué arrebato salvaje?
II
Las músicas oídas son dulces; sin embargo,
más lo son las no oídas; tocad, pues, suaves flautas,
no para los sentidos, sino, más deseadas,
tocad para el espíritu canciones silenciosas:
bello muchacho, bajo los árboles no puedes
dejar tu canto, ni ellos se quedarán desnudos;
audaz amante, nunca, nunca podrás besarla,
aunque ya estás muy cerca. Pero no desesperes;
nunca podrá alejarse, y aunque no seas dichoso,
tú serás siempre amante, y ella por siempre hermosa.
III
Ah ramaje feliz de hojas nunca perdidas,
jamás la primavera podrá escuchar tu adiós;
ah músico feliz, infatigable,
que tocas para siempre canciones siempre nuevas;
y más feliz amor, y más feliz,
siempre cálido, aún a la espera del gozo,
siempre anhelante y para siempre joven,
más allá del aliento de la pasión humana
que deja el corazón abatido y hastiado,
abrasada la boca y la lengua reseca.
IV
¿Quiénes son esas gentes que van al sacrificio?
¿Hasta qué verde altar, misterioso oficiante,
llevas esa vaquilla que muge hacia los cielos
y cuyos suaves lomos se visten de guirnaldas?
¿Qué pequeña ciudad a la orilla de un río,
o de un mar, o con quieta ciudadela en un monte,
se ha quedado sin nadie esta sacra mañana?
Ciudad pequeña, habrán de seguir silenciosas
tus calles para siempre, y ni un alma vendrá
para decir por qué te has quedado desierta.
V
¡Ática forma! Hermosa figura, cincelada
en encaje de mármol con hombres y muchachas,
con ramajes silvestres y pisada maleza;
tú, forma silenciosa, nuestra razón excedes
como lo hace lo eterno. ¡Pastoral impasible!
Cuando el tiempo destruya a esta generación,
tú permanecerás en medio de otras penas,
no las nuestras, diciendo, amiga de los hombres:
«La belleza es verdad, y la verdad belleza. En la tierra,
eso solo sabéis, y es cuanto os hace falta».
John Keats
(Oda a una urna griega, 1819)
[Traducción al castellano de Lorenzo Oliván]