Vino ella a besarme, cuando
una alondra mañanera
subió del surco, cantando:
«¡Mañana de primavera!»
Le hablé de una mariposa
blanca que vi en el sendero;
y ella, dándome una rosa,
me dijo: «¡Cuánto te quiero!
¡No sabes lo que te quiero!»
¡Guardaba en sus labios rojos
tantos besos para mí!
Yo le besaba los ojos...
"¡Mis ojos son para ti;
tú, para mis labios rojos!"
El cielo de primavera
era azul de paz y olvido...
Una alondra mañanera
cantó en el huerto aún dormido.
Luz y cristal su voz era
en el surco removido...
¡Mañana de primavera!
Juan Ramón Jiménez
(Jardines lejanos, 1904)
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