Siento tu cuerpo entero bajo el mío.
Tu carne
............... es
....................como un ascua,
fresca e imprescindible,
que está fluyendo hacia
mi cuerpo, por un puente
de miel lenta y silábica.
Hay un solo momento en que se junta
el cuerpo con el alma,
y se sienten recíprocos,
.........................................y viven
su trasfiguración,
..............................y se adelantan
el uno al otro en una misma entrega
desde su mismo origen deseada.
Siento tus labios en mis labios, siento
tu piel desnuda y ávida,
y siento,
...............¡al fin!
..........................esa frescura súbita
como una llamarada
de eternidad, en que la carne deja
de serlo y se desata,
se dispersa en el vuelo,
........................................y va cayendo
en la tierra sonámbula
de tu cuerpo que cede interminable
mente cediendo,
.............................hasta
que el vuelo acaba y ya la carne queda
quieta, milagreada,
y me devuelve el cuerpo,
............................................y todo ha sido
un pasmo, un rebrillar y luego nada.
Luis Rosales
(Rimas, 1951)
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