Tocando el arpa, Thérèse Schwartze (1851-1918)
Del salón en el ángulo oscuro,
de su dueña tal vez olvidada,
silenciosa y cubierta de polvo
veíase el arpa.
¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas,
como el pájaro duerme en las ramas,
esperando la mano de nieve
que sabe arrancarlas!
¡Ay!, pensé; ¡cuántas veces el genio
así duerme en el fondo del alma,
y una voz, como Lázaro, espera
que le diga: «Levántate y anda»!
Gustavo Adolfo Bécquer
(Rimas, 1871)
Ya no es lo mismo que en la adolescencia (aquel libro de las tapas verdes), pero todavía sigue siendo él. Todavía es la magia de Bécquer.
ResponderEliminarBuen poema
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