Días felices, Karl Witkowski (1909)
Rey de un trigal, de un río, de una viña:
así habrá de soñarse. Y libre. Dueño
de sí, hoguera perpetua en que arda el leño
de la verdad. Y que el amor lo ciña.
Querrá subir hasta que el cielo tiña
de claridad el bronce de su sueño.
Pero no hay alas. Se herirá en su empeño,
y llorará sobre su frente niña.
Y sabrá la verdad. Morirá el canto
en su garganta, roja del espanto
que oye y que mira y gusta y toca y huele.
Y estrenará su corazón rasgado
de hombre acosado, de hombre acorralado,
de ejecutado en cuanto se rebele.
José Hierro
(Cuanto sé de mí, 1957)
Maravilloso
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