Amado: dame aromas
para aromar un sueño
que ya tengo un arrullo
de tórtola en el pecho
y un despertar de rosas
en los labios abiertos.
Amado: dame aromas
para aromar un sueño.
Luciérnagas y estrellas
para enjoyar mi pelo
que no puedo trenzarlo
y lo tengo deshecho
porque un temblor de almíbar
me recorre los dedos.
Dame joyas, amado,
para adornar mi pelo.
Y luego, por la tarde,
al volver del espliego
vendimiemos cerezas
en la paz de mi huerto
que caigan en mi falda
enredadas en besos.
¡Por la tarde, amor mío,
al volver del espliego!
Alfonsa De la Torre
(Plazuelas de las obediencias, 1969)
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