sábado, 22 de abril de 2017

Conjura

           Lesbia, John Reinhard Weguelin (1878)

Tu espalda
zarpa de gato blanco.

Tus muslos
antorchas encendidas.

Tu vientre
teja de leche dura.

Tu boca
runa de luz.

Tu pelo 
chorro de lava quieta.

Tus manos
incendios de cristal.

Tus pechos
corazones de punta.

Tu sexo
flecha de sombra.

Ven esta noche,
ven esta noche,
ven esta noche.

Álvaro Tato
(Vuelavoz, 2017)

martes, 18 de abril de 2017

Conversación

                  Melancolía, Edvard Munch (1894)

Cada vez que te hablo, otras palabras
escapan de mi boca, otras palabras.
No son mías. Proceden de otro sitio.
Me muerden en la lengua. Me hacen daño.
Tienen, como las lanzas de los héroes,
doble filo, y los labios se me rompen
a su contacto, y cada vez que surgen
de dentro –o de muy lejos, o de nunca–,
me fluye de la boca un hilo tibio
de sangre que resbala por mi cuerpo.
Cada vez que te hablo, otras palabras
hablan por mí, como si ya no hubiese
nada mío en el mundo, nada mío
en el agotamiento interminable
de amarte y de sentirme desamado.


Luis Alberto de Cuenca
(La caja de plata, 1985)

viernes, 31 de marzo de 2017

Más recomendaciones para Julias

Muchacha con sombrero, Galina Alexeevna Rumiantseva (1960)

No caigas nunca en el amor por lo trágico,
en ese concurrido amor por lo terrible
que linda tu carroza, en esos aires
negros de tuba atroz, tres veces dicho,
no es fácil, y no llores
al volver
pero tampoco
al ir, no llores
y punto, vive
como si  fuera un verbo que tuviera
sentido,
enciende
rápido
esa
vela,
no le quites al libre su limosna,
no quedes en las plazas,
no hagas ruido.
Llama siempre que ames, ama aunque
te digan que te arañará (no es raro), y
te nieguen el oasis en la frente,
pero no seas
nunca
sólo
azar,
sal
de tu vida como quien entra a solas en un supermercado
y no duda en cambiar su sempiterna marca de refrescos azules de momento,
di
no
al revés
y no te trices nunca,
y pase lo que pese
sigue, sigue
como si no
fuera contigo,
como si
te acompañaras, lámpara
de una luz nueva, de una nueva
máquina
más.

Sé que no eres mi hija (sé que no eres
hija de nadie, y yo no tengo trazos
desiguales que darte),  pero
no temas más y no maceres este tiempo tuyo
que te repite así su tic-tac mágico:
no mires el reloj, detente, date
y descubre las cosas del alma de las cosas
del alma. No me importa
si recuerdas o no quién te lo dijo,
pero jamás des tus gemidos a esos
crueles pequeños que aún creen en lecciones
de leche. Olvídame, camina,
busca a dios
donde quieras,
resúmete en cualquier contrasentido
y elige tu color. Sin miedo
ni esperanza, conócete a ti misma,
duda del nihil novus y esas viejas valijas
y, preclaro platón, pliego de plácemes,
dale oído a ese adagio luminoso
que aconseja primero no dañar, primum non nocere,
ojalá todo esté en  los libros,
tengo que irme, siempre estamos marchándonos,
reclama, no te manches,
no temas, 
salta, 
date
más
hoy,
es
toy,

fir
me,
ven,
adiós.

Gonzalo Escarpa
(Fatiga de materiales, 2006)

sábado, 25 de marzo de 2017

La ciudad de las casas azules

                               Puerto de Saint-Cast, Paul Signac (1890)

Te inventaré una ciudad de casas azules donde siempre serás nombrada
con el nombre que inventé para ti.
¡Estás tan linda cuando luces el nombre que inventé para ti!
Enterraremos ese otro –azaroso y furtivo- que ahora te viste, en un lugar que se parezca
a todos los lugares que conocemos
para que cuando nos dé alcance su nostalgia,
no recordemos dónde fenece.

Te inventaré un oficio que ocupe tus días en la ciudad de las casas azules:
algo así como desordenar las caracolas de la playa
o apuntalar castillos de arena.
Algo importante que entretenga tus manos para que no pierdas el tiempo
abrazada a los árboles,
regalando el don de tus caricias a aquellos que nunca te arroparán. 

(A esos estúpidos ásperos a los que entregas tu cuerpo).

Te inventaré una ciudad de casas azules donde todos te conocerán
por el nombre que inventé para ti y tus manos, hacendosas,
desordenarán las caracolas de la playa
o cuidarán de los castillos de arena
para que los árboles no te susurren jamás

que echan de menos tu piel.

Vega Cerezo
(Yo soy un país, 2013)

martes, 21 de marzo de 2017

En mi poesía no hay sitios


                         Hélice, Robert Delaunay (1923)

En mi poesía no hay sitios
No hay malavez nombres ni 
años añoranzas tiempos 
pasados pisados puentes 
ni acueductos ni calles
En mi poesía no hay anales 
tampoco tramas o temas 
ni banderas ni oficinas 
En mi poesía no hay público 
ni sermones ni discursos 
ni ruedan trenes y no hay 
luna en mi poesía ni países 
En mi poesía no hay fines 
para entretener o sonar 
con palabras cadavéricas 
En mi poesía hay fulgor

Carlos Edmundo de Ory
(Energeia, 1978)

viernes, 17 de marzo de 2017

Cabra sola

Cubierta de la magnífica antología sobre la vida y obra de Gloria Fuertes
preparada por Jorge de Cascante en Blackie Books

Hay quien dice que soy como una cabra;
lo dicen lo repiten, ya lo creo;
pero soy una cabra muy extraña
que lleva una medalla y siete cuernos.
¡Cabra! En vez de mala leche yo doy llanto.
¡Cabra! Por lo más peligroso me paseo.
¡Cabra! Me llevo bien con alimañas todas.
¡Cabra! Y escribo en los tebeos.
Vivo sola, cabra sola,
–que no quise cabrito en compañía–
cuando subo a lo alto de este valle
siempre encuentro un lirio de alegría.
Y vivo por mi cuenta, cabra sola;
que yo a ningún rebaño pertenezco.
Si sufrir es estar como una cabra,
entonces sí lo estoy, no dudar de ello. 

Gloria Fuertes
(Poeta de guardia, 1968)

martes, 14 de marzo de 2017

Cabras solas que os dejáis los cuernos

                                                               A Gloria Fuertes, in memoriam

Cabras solas que os dejáis los cuernos
que os tragáis la leche
qué leche estar muerto....
 

Cabras solas que os echáis al monte
lleno de alimañas y demás sujetos...
 

Adjetivos, pronombres, artículos,
¡uníos , tejedme una alfombra de versos!
 

Que este pasto de luz donde vivo
cabras solas
también sea vuestro.


Belén Reyes
(Ponerle un bozal al corazón, 2002)

lunes, 6 de marzo de 2017

Galatea

                           El Parque Monceau, Gustave Caillebotte (1877)

No sabía qué hacer aquella tarde.
Tú estabas enfadado y no querías
salir. Me fui al Parque del Oeste
y estuve paseando mucho rato
sin encontrar un alma. En el invierno
casi nadie pasea por los parques.
No pensé nada. Me senté en un banco
y encendí un cigarrillo. De repente
un hombre joven se sentó a mi lado.
Le miré y vi que había un solo ojo
en mitad de su frente, un ojo oscuro,
tristísimo y brillante. Me miraba
como pidiendo ayuda, suplicando.
Ninguno de los dos dijimos nada.
Él miraba mis ojos y yo el suyo.
En silencio empezó a llorar despacio,
se avergonzó y se fue. Yo no hice nada
por detenerle. Tú no te creíste
ni una palabra de esta historia, pero
yo me lleno de angustia y de tristeza,
aunque quiera evitarlo, si recuerdo

al cíclope del Parque del Oeste.

Amalia Bautista
(Cárcel de amor, 1988)

martes, 28 de febrero de 2017

Muerte en el olvido

                 Amantes, Pierre-Auguste Renoir (1875)

Yo sé que existo
porque tú me imaginas.
Soy alto porque tú me crees
alto, y limpio porque tú me miras
con buenos ojos,
con mirada limpia.
Tu pensamiento me hace
inteligente, y en tu sencilla
ternura, yo soy también sencillo
y bondadoso.
                         Pero si tú me olvidas
quedaré muerto sin que nadie
lo sepa. Verán viva
mi carne, pero será otro hombre
–oscuro, torpe, malo– el que la habita...


Ángel González
(Áspero mundo, 1956)

sábado, 25 de febrero de 2017

No vale gritar

             Mirando por la ventana, Georg Schrimpf (1932)

Hay días que el camino se hace difícil,
se estrecha por el sitio de los precipicios
y si llegas al valle te sueltan los toros.
Si estás en casa,
se te cae el techo encima y el alma a los pies.

No vale gritar.
Aquí no hay quien te eche una mano,
y si te descuidas te hacen leña.
No desmayes en el dolor,
que te pisarán al pasar.
Aviva los sentidos,
agudiza la vista,
porque estás rodeado de cazadores.
Quieren cazar el "puesto" que tienes,
el amor, o tan solo la paz.
Amigo, ponte en guardia,
que esto de vivir es peligroso,
que puede venir alguien a pegarte,
y si te dejas...
eres un elegido,
a ti no se te pueden dar consejos!


Gloria Fuertes
(Todo asusta, 1958)

martes, 21 de febrero de 2017

Lágrima

                  Marina II, Guillermo Gómez Gil (1862-1942)

No veían la lágrima.

Inmóvil
en el centro de la visión, brillando,
demasiado pesada para rodar por mejilla de hombre,
inmensa,
decían que una nube, pretendían, querían
no verla
sobre la tierra oscurecida,
brillar sobre la tierra oscurecida.

Ved en cambio a los hombres que sonríen,
los hombres que aconsejan la sonrisa.
Vedlos
presurosos, que acuden.
Frente a la sorda realidad
peroran, recomiendan, imponen confianza.
Solícitos, ofrecen sus servicios. Y sonríen,
sonríen.
              Son los viles
propagandistas diplomados
de la sonrisa sin dolor, los curanderos
sin honra.

La lágrima refleja
solo un brillo furtivo
que apenas espejea.
La descubre la sed,
apenas, de los ojos
sobre los doloridos
utensilios humanos
–igual como descubre
el río que, invisible,
espejea en las hojas
movidas–, pero a veces
en cambio, levantada,
manifiesta, terrible,
es un mar encendido
que hace daño a los ojos,
y su brillo feroz
y dura transparencia
se ensaña en la sonrisa
barata de esos hombres
ciegos, que aún sonríen
como ventanas rotas.

He ahora el dolor
de los otros, de muchos,
dolor de muchos otros, dolor de tantos hombres,
océanos de hombres que los siglos arrastran
por los siglos, sumiéndose en la historia.
Dolor de tantos seres injuriados,
rechazados, retrocedidos al último escalón,
pobres bestias
que avanzan derrengándose por un camino hostil,
sin saber dónde van o quién les manda,
sintiendo a cada paso detrás suyo ese ahogado resuello
y en la nuca ese vaho caliente que es el vértigo
del instinto, el miedo a la estampida,
animal adelante, hacia adelante, levántándose
para caer aún, para rendirse
al fin, de bruces, y entregar
el alma porque ya
no pueden más con ella.
Así es el mundo
y así los hombres. Ved
nuestra historia, ese mar,
ese inmenso depósito de sufrimiento anónimo,
ved cómo se recoge
todo en él: injusticias
calladamente devoradas, humillaciones, puños
a escondidas crispados
y llantos, conmovedores llantos inaudibles
de los que nada esperan ya de nadie...
Todo, todo aquí se recoge, se atesora, se suma
bajo el silencio oscuramente,
germina
para brotar adelgazado en lágrima,
lágrima transparente igual que un símbolo,
pero reconcentrada, dura, diminuta
como gota explosiva, como estrella
libre, terrible por los aires, fulgurante, fija,
único pensamiento de los que la contemplan
desde la tierra oscurecida,
desde esta tierra todavía oscurecida.

Jaime Gil de Biedma
(Compañeros de viaje, 1959)

martes, 14 de febrero de 2017

Canto a España

       Portalón del Monasterio de Piedra, Jaime Morera y Galicia (1854-1927)

Oh España, qué vieja y qué seca te veo.
Aún brilla tu entraña como una moneda de plata cubierta de polvo.
Clavel encendido de sueños de fuego.
He visto brillar tus estrellas, quebrarse tu luna en las aguas,
andar a tus hombres descalzos, hiriendo sus pies con tus piedras ardientes.

¿En dónde buscar tu latido: en tus ríos
que se llevan al mar, en sus aguas, murallas y torres de muertas ciudades?
¿En tus playas, con nieblas o sol, circundando de luz tu cintura?
¿En tus gentes errantes que pudren sus vidas por darles dulzor a tus frutos?

Oh España, qué vieja y qué seca te veo.
Quisiera talar con mis manos tus bosques, sembrar de ceniza tus tierras resecas,
arrojar a una hoguera tus viejas hazañas,
dormir con tu sueño y erguirme después, con la aurora,
ya libre del peso que pone en mi espalda la sombra fatal de tu ruina.

Oh España, qué vieja y qué seca te veo.
Quisiera asistir a tu sueño completo,
mirarte sin pena, lo mismo que a luna remota,
hachazo de luz que no hiende los troncos ni pone la llaga en la piedra.

Qué tristes he visto a tus hombres.
Los veo pasar a mi lado, mamar en tu pecho la leche,
comer de tus manos el pan, y sentarse después a soñar bajo un álamo,
dorar con el fuego que abrasa sus vidas, tu dura corteza.
Les pides que pongan sus almas de fiesta.
No sabes que visten de duelo, que llevan a cuestas el peso de tu acabamiento,
que ven impasibles llegar a la muerte tocando sus graves guitarras.

Oh España, qué triste pareces.
Quisiera asistir a tu muerte total, a tu sueño completo,
saber que te hundías de pronto en las aguas, igual que un navío maldito.

Y sobre la noche marina, borrada tu estela,
España, ni en ti pensarías. Ni en mí. Ya extranjero de tierras y días.
Ya libre y feliz, como viento que no halla ni rosa, ni mar, ni molino.
Sin memoria, ni historia, ni edad, ni recuerdos, ni pena...

...en vez de mirarte, oh España, clavel encendido de sueños de llama,
cobre de dura corteza que guarda en su entraña caliente
la vieja moneda de plata, cubierta de olvido, de polvo y cansancio...


José Hierro
(Quinta del 42, 1952)

domingo, 12 de febrero de 2017

Fidelidad

 Amanecer en el Castillo de Norham , Joseph Mallord William Turner (1845)

Creo en el hombre. He visto
espaldas astilladas a trallazos,
almas cegadas avanzando a brincos
(españas a caballo
del dolor y del hambre). Y he creído.
 

Creo en la paz. He visto
altas estrellas, llameantes ámbitos
amanecientes, incendiando ríos
hondos, caudal humano
hacia otra luz: he visto y he creído.
 

Creo en ti, patria. Digo
lo que he visto: relámpagos
de rabia, amor en frío, y un cuchillo
chillando, haciéndose pedazos
de pan: aunque hoy hay solo sombra, he visto 

y he creído.

Blas de Otero
(Pido la paz y la palabra, 1955)

sábado, 4 de febrero de 2017

Aceituneros

                     Olivar, Vicent van Gogh (1889)

Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
decidme en el alma: ¿quién,
quién levantó los olivos?

No los levantó la nada,
ni el dinero, ni el señor,
sino la tierra callada,
el trabajo y el sudor.

Unidos al agua pura
y a los planetas unidos,
los tres dieron la hermosura
de los troncos retorcidos.

Levántate, olivo cano,
dijeron al pie del viento.
Y el olivo alzó una mano
poderosa de cimiento.

Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
decidme en el alma: ¿quién
amamantó los olivos?

Vuestra sangre, vuestra vida,
no la del explotador
que se enriqueció en la herida
generosa del sudor.

No la del terrateniente
que os sepultó en la pobreza,
que os pisoteó la frente,
que os redujo la cabeza.

Árboles que vuestro afán
consagró al centro del día
eran principio de un pan
que solo el otro comía.

¡Cuántos siglos de aceituna,
los pies y las manos presos,
sol a sol y luna a luna,
pesan sobre vuestros huesos!

Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
pregunta mi alma: ¿de quién,
de quién son estos olivos?

Jaén, levántate brava
sobre tus piedras lunares,
no vayas a ser esclava
con todos tus olivares.

Dentro de la claridad
del aceite y sus aromas,
indican tu libertad
la libertad de tus lomas.


Miguel Hernández
(Viento del pueblo, 1937)

jueves, 2 de febrero de 2017

Tras de un amoroso lance

                                 Lago King, Albert Bierstadt (h. 1870-1875)

Tras de un amoroso lance,
y no de esperanza falto,
volé tan alto, tan alto
que le di a la caza alcance.

Para que yo alcance diese
a aqueste lance divino,
tanto volar me convino
que de vista me perdiese;
y con todo en este trance
en el vuelo quedé falto,
mas el amor fue tan alto
que le di a la caza alcance.

Cuando más alto subía,
deslumbróseme la vista,
y la más fuerte conquista
en oscuro se hacía;
mas por ser de amor el lance,
di un ciego y oscuro salto,
y fui tan alto, tan alto,
que le di a la caza alcance.

Cuanto más alto llegaba
de este lance tan subido,
tanto más bajo y rendido
y abatido me hallaba.
Dije: "No habrá quien alcance".
Abatime tanto, tanto
que fui tan alto, tan alto
que le di a la caza alcance.

Por una extraña manera
mil vuelos pasé de un vuelo
porque esperanza del cielo
tanto alcanza cuanto espera;
esperé solo este lance
y en esperar no fui falto
pues fui tan alto, tan alto,
que le di a la caza alcance.


San Juan de la Cruz
(1542-1591)

domingo, 29 de enero de 2017

En vano el mar fatiga

            Tántalo, Gioacchino Assereto (h. 1630-1640)

    En vano el mar fatiga
la vela portuguesa, que ni el seno
de Persia ni la amiga
Maluca da árbol bueno,
que pueda hacer un ánimo sereno.

    No da reposo al pecho,
Felipe, ni la India, ni la rara
esmeralda provecho;
que más tuerce la cara
cuanto posee más el alma avara.

    Al capitán romano
la vida, y no la sed, quitó el bebido
tesoro persïano;
y Tántalo, metido
en medio de las aguas, afligido

    de sed está; y más dura
la suerte es del mezquino, que sin tasa
se cansa ansí, y endura
el oro, y la mar pasa
osado, y no osa abrir la mano escasa.

    ¿Qué vale el no tocado
tesoro, si corrompe el dulce sueño,
si estrecha el ñudo dado,
si más enturbia el ceño,
y deja en la riqueza pobre al dueño?


Fray Luis de León
(1527-1591) 

*El capitán romano: Mario Licino Craso.
  Endura: guarda, atesora.

viernes, 27 de enero de 2017

Si a vuestra voluntad yo soy de cera

    Retrato de la condesa de Grignan, Pierre Mignard (1612-1695)
 
    Si a vuestra voluntad yo soy de cera,
¿cómo se compadece que a la mía
vengáis a ser de piedra dura y fría?
De tal desigualdad, ¿qué bien se espera?

    Ley es de amor querer a quien os quiera,
y aborrecerle, ley de tiranía:
mísera fue, señora, la osadía
que os hizo establecer ley tan severa.

    Vuestros tengo riquísimos despojos,
a fuerza de mis brazos granjeados,
que vos nunca rendírmelos quisisteis;

    y pues Amor y esos divinos ojos
han sido en el delito los culpados,
romped la injusta ley que establecisteis.
 
Baltasar del Alcázar
(1530-1606)

jueves, 19 de enero de 2017

Clara Luna, que altiva y arrogante

           Diana y Endimión, Benedetto Gennari el Joven (1633-1715)

Clara Luna, que altiva y arrogante
vas haciendo reseña por el cielo
de tu hermosura que el nevado yelo
de tus cuernos la torna rutilante:

si en la memoria de tu dulce amante
no se ha muerto la gloria y el consuelo
que recibiste amando, y el recelo
con que le adormeciste en un instante,

vuelve a mirar de la miseria mía
la sinrazón; si acaso graves males
hallan blandura en tus serenos ojos.

Que ya –culpa del cielo– los veo tales,
que apartarán la amarga compañía
de estos tristes y míseros despojos.

Francisco de la Torre
(h. 1534-h. 1594)

sábado, 14 de enero de 2017

Égloga III (fragmento)

        La muerte de Adonis, Giovanni Battista Gaulli (1625)

    Climene, llena de destreza y maña,
el oro y las colores matizando,
iba de hayas una gran montaña,
de robles y de peñas varïando;
un puerco entre ellas, de braveza extraña,
estaba los colmillos aguzando
contra un mozo no menos animoso,
con su venablo en mano, que hermoso.


    Tras esto, el puerco allí se vía herido
de aquel mancebo, por su mal valiente,
y el mozo en tierra estaba ya tendido,
abierto el pecho del rabioso diente,
con el cabello de oro desparcido
barriendo el suelo miserablemente;
las rosas blancas por allí sembradas
tornaban con su sangre coloradas.


    Adonis este se mostraba que era,
según se muestra Venus dolorida,
que viendo la herida abierta y fiera,
sobre él estaba casi amortecida;
boca con boca coge la postrera
parte del aire que solia dar vida
al cuerpo por quien ella en este suelo
aborrecido tuvo al alto cielo.


Garcilaso de la Vega
(h. 1501-1536)

martes, 10 de enero de 2017

Quand'io mi volgo indietro a mirar gli anni


          Primavera (detalle), Sandro Botticelli (h. 1482)

Quand’io mi volgo indietro a mirar gli anni
ch’ànno fuggendo i miei penseri sparsi,
et spento ’l foco ove agghiacciando io arsi,
et finito il riposo pien d’affanni,

rotta la fe’ degli amorosi inganni,
et sol due parti d’ogni mio ben farsi,
l’una nel cielo et l’altra in terra starsi,
et perduto il guadagno de’ miei damni,

i’ mi riscuoto, et trovomi sí nudo,
ch’i’ porto invidia ad ogni extrema sorte:
tal cordoglio et paura ò di me stesso.

O mia stella, o Fortuna, o Fato, o Morte,
o per me sempre dolce giorno et crudo,
come m’avete in basso stato messo!


Francesco Petrarca
(Canzoniere, siglo XIV)


Cuando me paro a contemplar los años,
y veo mis pensamientos esparcidos,
y el fuego en que ardí helándome apagado,
y acabada la paz de mis afanes,

rota la fe de engaños amorosos,
dividido en dos partes mi bien todo,
una en el cielo y otra aquí en la tierra,
y perdido el provecho de mis males,

en mí vuelvo, y me encuentro tan desnudo
que envidia siento por cualquier destino:
tanto dolor y miedo de mí tengo.

¡Oh mi estrella, oh Fortuna, oh Muerte, o Hado,
oh siempre para mí dulce cruel día,
cómo en tan bajo estado me habéis puesto!

[Traducción de Jacobo Cortines]

sábado, 31 de diciembre de 2016

Sueño con encontrar

 Muelle de Inverary por la mañana, Joseph Mallord William Turner (h. 1845)

Sueño con encontrar, como si fuera
posible de algún modo, un nuevo signo,
un espacio entre el ruido y el silencio,
un lugar en la ruina del paisaje
donde nunca será la misma luz:
                                                                               un horizonte
igual de acogedor que una campana,
la máquina de hacer maquinaciones,
el hombre en carne y hueso, del jardín
la arquitectura exacta, los sepulcros
donde poner a descansar el nombre
de las cosas. La voz, el nombre de la voz, un campo inmenso,
y no ser más lo que
nunca he querido ser, y reinventarme:
salir, como si fuera
posible de algún modo,
de la sonoridad hueca del mundo
de las palabras. No más nombres. Dicha.


Gonzalo Escarpa
(Fatiga de materiales, 2006)

lunes, 26 de diciembre de 2016

Soneto IV

                              Paisaje de montaña, Michael Lueger (1883)

    Un rato se levanta mi esperanza,
mas cansada de haberse levantado,
torna a caer, que deja, a mal mi grado,
libre el lugar a la desconfianza.

    ¿Quién sufrirá tan áspera mudanza
del bien al mal? ¡Oh corazón cansado,
esfuerza en la miseria de tu estado,
que tras fortuna suele haber bonanza!

    Yo mismo emprenderé a fuerza de brazos
romper un monte que otro no rompiera,
de mil inconvenientes muy espeso;

    muerte, prisión no pueden, ni embarazos,
quitarme de ir a veros como quiera,
desnudo espirtu u hombre en carne y hueso.


Garcilaso de la Vega
(h.1501-1536)

jueves, 22 de diciembre de 2016

Nadie es quien dice ser



En lo alto de tu Torre de Babel 
puedes contemplar el mundo a tus pies.
Ya lo has hecho realidad, 
ya lo has conseguido todo. 
Ya no te queda rival, 
ya estás solo. 

Como el rey de una tragedia en su escenario 
nos impones tu papel imaginario. 
Desde Río a Nueva York, 
desde Shanghái hasta Roma 
todo el mundo se abandona en tu honor. 

Dime por qué a tu alrededor
todos sonríen a tu paso.
Brillas tanto como el sol... 

Pero antes de irte, 
quiero que sepas 
que nada es más triste 
que el rey de una fiesta 
donde nadie es quien dice ser. 

Imposible ser el rey sin ser vasallo. 
Reducido a un simple actor encasillado 
interpretas tu papel como un títere asustado 
mientras ves tu imperio desaparecer 
como arena entre tus manos. 

Dime qué ves a tu alrededor.
Todos celebran tu fracaso. 
¡Abran paso al perdedor! 
Nadie es quien dice ser.

Antes de irte, 
quiero que sepas 
que nada es más triste 
que el rey de una fiesta 
donde nadie es quien dice ser. 
 
Hay mercaderes disfrazados de políticos 
vendiendo hasta la última vela del barco. 
Hay diplomáticos con la única misión 
de no meter jamás los pies en ningún charco.
Hay un consejo de ministros comunistas 
presidido por el director de un banco.
Hay violadores enseñando la palabra de Dios 
financiados por un estado laico.

Nadie es quien dice ser.

Marcos Cao
(Océano Caos, 2016)

Nuestro amigo Marcos Cao, antiguo integrante de La sonrisa de Julia, acaba de sacar su primer disco en solitario Océano Caos, al que pertenecen esta canción y el videoclip oficial. Le deseamos mucha suerte en esta nueva aventura.

martes, 20 de diciembre de 2016

Garcilaso, que al bien siempre aspiraste

 Supuesto retrato de Garcilaso de la Vega, Jacopo Carucci Pontormo (1494-1557)

    Garcilaso, que al bien siempre aspiraste,
y siempre con tal fuerza le seguiste,
que a pocos pasos que tras él corriste,
en todo enteramente le alcanzaste;


    dime: ¿por qué tras ti no me llevaste,
cuando de esta mortal tierra partiste?
¿Por qué al subir a lo alto que subiste,
acá en esta bajeza me dejaste?

    Bien pienso yo que si poder tuvieras
de mudar algo lo que está ordenado,
en tal caso de mí no te olvidaras.


    Que, o quisieras honrarme con tu lado,
o, a lo menos, de mí te despidieras,
o si esto no, después por mí tornaras.


Juan Boscán
(1490-1542)

domingo, 18 de diciembre de 2016

Garcilaso y Boscán, siendo llegados

                                  Seis poetas toscanos, Giorgio Vasari (1544)

    Garcilaso y Boscán, siendo llegados
al lugar donde están los trovadores
que en esta nuestra lengua y sus primores
fueron en este siglo señalados,

    los unos a los otros alterados
se miran, con mudanza de colores,
temiéndose que fuesen corredores
espías o enemigos desmandados;

    y juzgando primero por el traje,
pareciéronles ser, como debía,
gentiles españoles caballeros;


    y oyéndoles hablar nuevo lenguaje
mezclado de extranjera poesía,
con los ojos los miraban de extranjeros.


Cristóbal de Castillejo
(1490-1550)

lunes, 12 de diciembre de 2016

Romance de don Tristán de Leonís y de la reina Iseo

                                 Tristán e Isolda, Edmund Leighton (1902)

Herido está don Tristán
de una muy mala lanzada,
diérasela el rey su tío
por celos que de él cataba;
diósela desde una torre,
con una lanza herbolada:

el hierro tiene en el cuerpo,
de fuera le tiembla el asta.
Mal se queja don Tristán,
que la muerte le aquejaba;
preguntando por Iseo,
muy tristemente lloraba:
"¿Qué es de ti, la mi señora?

Mala sea tu tardanza,
que si mis ojos te viesen,
sanaría esta mi llaga."

Llegó allí la reina Iseo,
la su linda enamorada,
cubierta de paños negros,
sin del rey dársele nada:
"¡Quien vos hirió, don Tristán,
heridas tenga de rabia,
y que no halle maestro
que supiese de sanallas!"
Júntanse boca con boca,
juntos quieren dar el alma;

llora el uno, llora el otro,
la tierra toda se baña;
allí donde los entierran
nace una azucena blanca.


Anónimo
(Siglo XV)

viernes, 9 de diciembre de 2016

Romance de la jura de Santa Gadea

                 Jura de Santa Gadea, Armando Menocal (1889)

En Santa Gadea de Burgos
do juran los hijosdalgo,
allí toma juramento
el Cid al rey castellano,
sobre un cerrojo de hierro
y una ballesta de palo.
Las juras eran tan recias
que al buen rey ponen espanto.

—Villanos te maten, rey,
villanos, que no hidalgos;
abarcas traigan calzadas,
que no zapatos con lazo;
traigan capas aguaderas,
no capuces ni tabardos;
con camisones de estopa,
no de holanda ni labrados;
cabalguen en sendas burras,
que no en mulas ni en caballos,
las riendas traigan de cuerda,
no de cueros fogueados;
mátente por las aradas,
no en camino ni en poblado;
con cuchillos cachicuernos,
no con puñales dorados;
sáquente el corazón vivo,
por el derecho costado,
si no dices la verdad
de lo que te es preguntado:
si tú fuiste o consentiste
en la muerte de tu hermano.

Las juras eran tan fuertes
que el rey no las ha otorgado.
Allí habló un caballero
de los suyos más privado:
—Haced la jura, buen rey,
no tengáis de eso cuidado,
que nunca fue rey traidor,
ni Papa descomulgado.
Jura entonces el buen rey
que en tal nunca se ha hallado.
Después habla contra el Cid
malamente y enojado:
—Mucho me aprietas, Rodrigo,
Cid, muy mal me has conjurado,
mas si hoy me tomas la jura,
después besarás mi mano.
—Aqueso será, buen rey,
como fuer galardonado,
porque allá en cualquier tierra
dan sueldo a los hijosdalgo.
—¡Vete de mis tierras, Cid,
mal caballero probado,
y no me entres más en ellas,
desde este día en un año!
—Que me place —dijo el Cid—,
que me place de buen grado,
por ser la primera cosa
que mandas en tu reinado.
Tú me destierras por uno,
yo me destierro por cuatro.

Ya se partía el buen Cid
sin al rey besar la mano;
ya se parte de sus tierras,
de Vivar y sus palacios:
las puertas deja cerradas,
los alamudes echados,
las cadenas deja llenas
de podencos y de galgos;
solo lleva sus halcones,
los pollos y los mudados.
Con él iban los trescientos
caballeros hijosdalgo;
los unos iban a mula
y los otros a caballo;
todos llevan lanza en puño,
con el hierro acicalado,
y llevan sendas adargas
con borlas de colorado.
Por una ribera arriba
al Cid van acompañando;
acompañándolo iban
mientras él iba cazando.


Anónimo
(Siglo XV)

martes, 6 de diciembre de 2016

Coplas por la muerte de su padre (fragmento)


     Danza macabra, grabado de Gerhard Altzenbach (1673)

                     XIV
 
Esos reyes poderosos
que vemos por escrituras
ya pasadas
con casos tristes, llorosos,
fueron sus buenas venturas
trastornadas;
así, que no hay cosa fuerte,
que a papas y emperadores
y prelados,
así los trata la muerte
como a los pobres pastores
de ganados.                    [...]

                XVI
 
¿Qué se hizo el rey don Juan?
Los infantes de Aragón
¿qué se hicieron?
¿Qué fue de tanto galán,
qué de tanta invención
como trajeron?
Las justas y los torneos,
paramentos, bordaduras
y cimeras,
¿fueron sino devaneos?
¿Qué fueron sino verduras
de las eras?

                XVII
 
¿Qué se hicieron las damas,
sus tocados, sus vestidos,
sus olores?
¿Qué se hicieron las llamas
de los fuegos encendidos
de amadores?
¿Qué se hizo aquel trovar,
las músicas acordadas
que tañían?
¿Qué se hizo aquel danzar,
aquellas ropas chapadas
que traían?                   [...]

                 XXIII

Tantos duques excelentes,
tantos marqueses y condes
y varones
como vimos tan potentes,
di, muerte, ¿dó los escondes,
y traspones?
Y las sus claras hazañas
que hicieron en las guerras
y en las paces,
cuando tú, cruda, te ensañas,
con tu fuerza, las aterras
y deshaces.
 
Jorge Manrique
(h. 1440-1479)

lunes, 5 de diciembre de 2016

Tus casos falaces, Fortuna, cantamos

 Códice del Carmina Burana con la rueda de la diosa Fortuna, anónimo (h. 1230)

    Tus casos falaces, Fortuna, cantamos,
estados de gentes que giras y trocas;
tus grandes discordias, tus firmezas pocas,
y los que en tu rueda quejosos hallamos.
Hasta que al tiempo de ahora vengamos
de hechos pasados codicia mi pluma
y de los presentes hacer breve suma,
y dé fin Apolo, pues nos comenzamos. [...]

    ¿Pues cómo, Fortuna, regir todas cosas
con ley absoluta, sin orden te place?
¿Tú no harías lo que el cielo hace,
y hacen los tiempos, las plantas y rosas?
O muestra tus obras ser siempre dañosas,
o prósperas, buenas, durables, eternas;
no nos fatigues con veces alternas,
alegres ahora y ahora enojosas.

     Mas bien acatando tu varia mudanza,
por ley te gobiernas, aunque discrepante,
porque tu firmeza es no ser constante,
tu temperamento es destemperanza,
tu más cierta orden es desordenanza,
es la tu regla ser muy enorme,
tu conformidad es no ser conforme,
tú desesperas a toda esperanza.
 

Juan de Mena
(Laberinto de Fortuna, Siglo XV)

sábado, 3 de diciembre de 2016

Fortuna Imperatrix Mundi


           O Fortuna, fragmento del Carmina Burana, cantata compuesta por Carl Orff entre 1935 y 1936

O Fortuna,
velut Luna
statu variabilis,
semper crescis
aut decrescis;
vita detestabilis
nunc obdurat
et tunc curat
ludo mentis aciem,
egestatem,
potestatem
dissolvit ut glaciem.


Sors immanis
et inanis,
rota tu volubilis,
status malus,
vana salus
semper dissolubilis,
obumbrata
et velata
michi quoque niteris;
nunc per ludum
dorsum nudum
fero tui sceleris.


Sors salutis
et virtutis
michi nunc contraria,
est affectus
et defectus
semper in angaria.
Hac in hora
sine mora
corde pulsum tangite;
quod per sortem
sternit fortem,
mecum omnes plangite!


Anónimo
(Siglo XIII)

Fortuna, Emperatriz del Mundo

¡Oh, Fortuna,
como la luna,

de condición variable,
siempre creces
o decreces!
La detestable vida
primero embota
y después estimula,
como juego,

la agudeza de la mente.
La pobreza
y el poder
los disuelve como al hielo.


Suerte cruel
e inútil,
tú eres una rueda voluble
de mala condición;
vana salud,
siempre disoluble,
cubierta de sombras
y velada
 
brillas también para mí;
ahora, por el juego
de tu maldad,
llevo la espalda desnuda.


La suerte de la salud
y de la virtud
ahora me es contraria;
los afectos
y las carencias
vienen siempre como cosa impuesta.
En esta hora,
sin demora,
impulsad los latidos del corazón,
el cual, por azar
hace caer al fuerte;
¡llorad todos conmigo!
 

[Traducción al castellano de José García Illa, en La justa entonación.]

Este poema, perteneciente al Carmina Burana, fue creado entre los años 1100 y 1200 y escrito en el latín medieval de las Vagantenlieder, poesías de los vagabundos goliardos. Gracias a la versión realizada por Carl Orff en 1936, ha alcanzado fama mundial.


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