miércoles, 25 de marzo de 2015

Strangers in the night

                 Interior, Vilhelm Hammershøi (1890)

Cuando en la noche surge tu ventana,
el oro, taladrando los visillos,
introduce en mi alcoba tu presencia.
Me levanto e intento sorprenderte,
asistir al momento en que tu torso cruce
los cristales y la tibia camisa
sea a la silla lanzada.
Mi pupila se engarza en el encaje

y mis pies ya no atienden, de las losas, el frío.

Ana Rossetti
(Yesterday, 1988)

sábado, 21 de marzo de 2015

No te lo creas tanto

                  Calle de Madrid, Jósef Pankiewicz (1916-1918)

Y a ver si te crees
que ya no cojo el metro,
ni como lentejas
ni recorto noticias.
Amarte no es pararme
como el mármol.
Y a ver si te crees
que ya no hay vida.
(Debería estar prohibido
querer solo).
Soy feliz con las cosas
más sencillas.
Ducharme cantando,
ir al mercado,
pasear por tu calle,
darme crema en la tripa.
Y a ver si te crees
todos los negros.
Y a ver si te crees
esas cosillas...
Que dicen los libros
los poemas,
el cine, la noche,
y los vaivenes
donde se mece tu psicología.
No tires la toalla
que ni siquiera te has mojado.
No te lo creas tanto
que es mentira.
Mentira es una amiga de hace años,
que me enseñó a cruzar
los lagos de la vida.
Es una especialista del buceo,
cuando casi me ahogo
va, y lo evita.
Y a ver si te crees
que esto es amarte.
A mí lo que me parece
ahora que emerjo...
Me parece mentira.

Belén Reyes
(Atrévete a olvidarme, 2007)

martes, 17 de marzo de 2015

No lectura

                    Homenaje a Blériot, Robert Delaunay (1914)

A las obras de Proust
no les añaden en la librería un mando a distancia,
no podemos cambiar
a un partido de fútbol
o a un concurso donde ganar un volvo.
 

Vivimos más,
pero menos precisos
y con frases cortas.
 

Viajamos más rápido, más a menudo, más lejos,
aunque en lugar de recuerdos volvemos con fotos.
Aquí yo con un tío.
Aquel creo que es mi ex.
Aquí todos en pelotas,
así que seguramente es un playa.
 

Siete tomos: piedad.
¿No se podría resumir, abreviar,
o mejor mostrar en imágenes todo eso?
Una vez pasaron una serie que se titulaba La muñeca
pero mi cuñada dice que era de otro que también empezaba por P.
 

Además, seamos sinceros, quién es ese.
Al parecer escribió en la cama un montón de años.
Página tras página,
a una velocidad limitada.
Y nosotros con la quinta puesta
y —toquemos madera— saludables.


Wislawa Szymborska
(Aquí, 2009)

[Traducción de Gerardo Beltrán y Abel A. Murcia Soriano]

miércoles, 11 de marzo de 2015

La carencia

                       Vista del Lago Winnipiseogee, Thomas Cole (1828)

Yo no sé de pájaros,
no conozco la historia del fuego.
Pero creo que mi soledad debería tener alas.

Alejandra Pizarnik
(Las aventuras perdidas, 1958)

domingo, 8 de marzo de 2015

Si te sientes como una bayeta

                     La travesía, Kay Sage (1956)

Si te sientes como una bayeta
como una colilla
como una cáscara,
no riegues tu tristeza,
no existe tu fracaso
        (¡El fracaso es el suyo!)
el del que te usó para limpiarse
y te tiró como bayeta vieja,
el que aspiró tu energía,
te disfrutó y pisó, como a colilla usada;
el que mordió tu fruto
y tiró lo que quedó de ti
la monda y lironda cáscara de terciopelo.

Si eres bayeta,
                   colilla
                           o cáscara
¡siémbrate en ti!
Y vuelve a florecer en un cuadro,
en un poema,
o si cáscara,
en el manjar de un niño hambriento.
     (Así hice yo)


Gloria Fuertes
(Historia de Gloria, 1980)

jueves, 5 de marzo de 2015

Al oído...

       Costa de Crimea a la luz de la luna, Ivan Aivazovsky (1853)

Si quieres besarme... besa,
–yo comparto tus antojos–
mas no hagas mi boca presa,
¡bésame quedo en los ojos!

No me hables de los hechizos
de tus besos en el cuello...
Están celosos mis rizos,
¡Acaríciame el cabello!

Para tu mimo oportuno,
si tus ojos son palabras,
me darán, uno por uno,
los pensamientos que labras.

Pon tu mano entre las mías,
temblarán como un canario
y oiremos las sinfonías
de algún amor milenario.

Esta es una noche muerta
bajo la techumbre astral.
Está callada la huerta
como en un sueño letal.

Tiene un matiz de alabastro
y un misterio de pagoda.
¡Mira la luz de aquel astro!
¡La tengo en el alma toda!

Silencio...silencio...¡Calla!
Hasta el agua corre apena,
bajo su verde pantalla
se aquieta cabe la arena.

¡Oh! ¡Qué perfume tan fino!
¡No beses mis labios rojos!
En la noche de platino
bésame quedo en los ojos...

Alfonsina Storni
(La inquietud del rosal, 1916)

martes, 3 de marzo de 2015

¿Sueño?

                           El beso, Vsevolod Maximovich (1913)

     ¡Beso que ha mordido mi carne y mi boca
Con su mordedura que hasta el alma toca!
¡Beso que me sorbe lentamente vida
Como una incurable y ardorosa herida!
 

     ¡Fuego que me quema sin mostrar la llama
Y que a todas horas por más fuego clama!
¿Fue una boca bruja o un labio hechizado
El que con su beso mi alma ha llagado?
 

     ¿Fue en sueño o vigilia que hasta mí llegó
El que entre sus labios mi alma estrujó?
Calzaré sandalias de bronce e iré
 

     A donde esté el mago que cura me dé.
¡Secadme esta llaga, vendadme esta herida
Que por ella en fuga se me va la vida!


Juana de Ibarbourou
(Las lenguas de diamante, 1919)

viernes, 27 de febrero de 2015

Cerré mi puerta al mundo

             Cascada de La Hiruela, Enrique Simonet (1866-1927)

Cerré mi puerta al mundo;
se me perdió la carne por el sueño...
Me quedé, interno, mágico, invisible,
desnudo como un ciego.

Lleno hasta el mismo borde de los ojos,
me iluminé por dentro.

Trémulo, transparente,
me quedé sobre el viento,
igual que un vaso limpio
de agua pura,
como un ángel de vidrio
en un espejo. 


Emilio Prados
(Cuerpo perseguido, 1927-28, publicado en 1946)

viernes, 20 de febrero de 2015

Unos cuerpos son como flores

                   Cuando viene el otoño, Robert Le Madec (1899)

Unos cuerpos son como flores,
Otros como puñales,
Otros como cintas de agua;
Pero todos, temprano o tarde,
Serán quemaduras que en otro cuerpo se agranden,
Convirtiendo por virtud del fuego a una piedra en un hombre.

Pero el hombre se agita en todas direcciones,
Sueña con libertades, compite con el viento,
Hasta que un día la quemadura se borra,
Volviendo a ser piedra en el camino de nadie.

Yo, que no soy piedra, sino camino
Que cruzan al pasar los pies desnudos,
Muero de amor por todos ellos;
Les doy mi cuerpo para que lo pisen,
Aunque les lleve a una ambición o a una nube,
Sin que ninguno comprenda
Que ambiciones o nubes
No valen un amor que se entrega.


Luis Cernuda
(Los placeres prohibidos, 1931)

miércoles, 18 de febrero de 2015

La aurora

                   Puente de Brooklyn, Joseph Stella (1919-1920)

La aurora de Nueva York tiene
cuatro columnas de cieno
y un huracán de negras palomas
que chapotean las aguas podridas.

La aurora de Nueva York gime
por las inmensas escaleras
buscando entre las aristas
nardos de angustia dibujada.

La aurora llega y nadie la recibe en su boca
porque allí no hay mañana ni esperanza posible.
A veces las monedas en enjambres furiosos
taladran y devoran abandonados niños.

Los primeros que salen comprenden con sus huesos
que no habrá paraíso ni amores deshojados;
saben que van al cieno de números y leyes,
a los juegos sin arte, a sudores sin fruto.

La luz es sepultada por cadenas y ruidos
en impúdico reto de ciencia sin raíces.
Por los barrios hay gentes que vacilan insomnes
como recién salidas de un naufragio de sangre.


Federico García Lorca
(Poeta en Nueva York, 1929-1930)

lunes, 16 de febrero de 2015

Buster Keaton busca por el bosque a su novia, que es una verdadera vaca


          Fragmento de Go West, película interpretada y dirigida por Buster Keaton (1925)

1, 2, 3 y 4.
En estas cuatro huellas no caben mis zapatos.
Si en estas cuatro huellas no caben mis zapatos,
¿de quién son estas cuatro huellas?
¿De un tiburón,
de un elefante recién nacido o de un pato?
¿De una pulga o de una codorniz?

(Pi, pi, pi.)

¡Georginaaaaaaaaaaaaa!
¿Dónde estás?
¡Que no te oigo, Georgina!
¿Qué pensarán de mí los bigotes de tu papá?
 

(Paapááááááá.)
¡Georginaaaaaaaaaa!
¿Estás o no estás?
Abeto, ¿dónde está?
Aliso, ¿dónde está?
Pinsapo, ¿dónde está?
¿Georgina pasó por aquí?

(Pi, pi, pi, pi.)

Ha pasado a la una comiendo yerbas.
Cucú,
el cuervo la iba engañando con una flor de reseda.
Cuacuá,
la lechuza, con una rata muerta.

¡Señores, perdonadme, pero me urge llorar!
(Guá, guá, guá)

¡Georgina!
Ahora que te faltaba un solo cuerno
para doctorarte en la verdaderamente útil carrera de ciclista

y adquirir una gorra de cartero.

(Cri, cri, cri, cri.)

Hasta los grillos se apiadan de mí
y me acompaña en mi dolor la garrapata.
Compadécete del smoking que te busca y te llora entre aguaceros

y del sombrero hongo que tiernamente
te presiente de mata en mata.

¡Georginaaaaaaaaaaaaaaa!
 

(Maaaaaaa).

¿Eres una dulce niña o eres una verdadera vaca?
 

Mi corazón siempre me dijo que eras una verdadera vaca.
Tu papá, que eras una dulce niña.
Mi corazón, que eras una verdadera vaca.
Una dulce niña.
Una verdadera vaca.
Una niña.
Una vaca.
¿Una niña o una vaca?
O ¿una niña y una vaca?
Yo nunca supe nada.

                                      Adiós, Georgina.
                                                                     (¡Pum!)


Rafael Alberti
(Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos, 1929)

sábado, 14 de febrero de 2015

Far West

 Imagen de Águila Blanca, película del oeste dirigida por Fred Jackman y W. S. Van Dyke en 1922

¡Qué viento a ocho mil kilómetros!
¿No ves cómo vuela todo?
¿No ves los cabellos sueltos
de Mabel, la caballista
que entorna los ojos limpios
ella, viento, contra viento?
¿No ves
la cortina estremecida,
ese papel revolado
y la soledad frustrada
entre ella y tú por el viento?

Sí, lo veo.
Y nada más que lo veo.
Ese viento
está al otro lado, está
en una tarde distante
de tierras que no pisé.
Agitando está unos ramos
sin dónde,
está besando unos labios
sin quién.
No es ya viento, es el retrato
de un viento que se murió
sin que yo le conociera,
y está enterrado en el ancho
cementerio de los aires
viejos, de los aires muertos.

Sí le veo, sin sentirle.
Está allí, en el mundo suyo,
viento de cine, ese viento.


Pedro Salinas
(Seguro azar, 1929)

miércoles, 11 de febrero de 2015

Evasión

                            El arcoíris, Robert Delaunay (1913)

Acabo de desorbitar
al cíclope solar

Filo en el vellón

de una nube de algodón
a lo rebelde a lo rumoroso
a lo luminoso y ultratenebroso

Los vientos contrarios sacuden las velas
de mis carabelas

¿Te quedas atrás Peer Gynt?


Las cuerdas de mi violín
se entrelazan como una cabellera
entre los dedos del viento norte

Se ha ahogado la primavera

mi belleza consorte

Finis terre la

soledad del abismo

Aún más allá

Aún tengo que huir de mí mismo


Juan Larrea
(Versión celeste, 1919-1931)

domingo, 8 de febrero de 2015

El Chato de las Vistillas

 La Plaza Mayor de Madrid en Pascua de Navidad, Francisco Ortego Vereda (1860)

El Chato de las Vistillas
le decía al de Pozuelo:
–No hay quien conozca cual yo
el gran mundo madrileño.
Tengo buenas relaciones
y buenos conocimientos
desde la Bombi hasta el Rastro
y desde el Rastro al Estrecho.
Conozco a los maleantes
que van al Pardo al ojeo
y a los que cazan con liga
en el Cerro del Pimiento.
Tengo amigos en las tascas,
tabernas y merenderos
que se extienden desde el Puente
hasta el Pico del Pañuelo.
Soy parroquiano efectivo
del bodegón del Infierno,
de la tasca de la Blasa
y el café de Naranjeros.
Ni la Ronda de Segovia,
ni la Ronda de Toledo
tienen para mí tapujos
que no conozca de lleno.
El juego de las tres cartas
y otros juegos de embeleco
son para mí el abecé
del arte de los enredos.
El centro de los Madriles
ese también es mi centro;
y la calle de la Aduana
y la calle de Tudescos
las conozco palmo a palmo
y las tengo así en los dedos.
Supongo que alguna vez
habrá que ir a la Modelo;
pero allí tengo también
amigos de pelo en pecho
y personas muy decentes,
que son unos caballeros.

Pío Baroja
(Canciones del suburbio, 1944)

jueves, 5 de febrero de 2015

Castilla

                   Ávila, Aureliano de Beruete y Moret (1909)

     Tú me levantas, tierra de Castilla,
en la rugosa palma de tu mano,
al cielo que te enciende y te refresca,
                 al cielo, tu amo.
     Tierra nervuda, enjuta, despejada,
madre de corazones y de brazos,
toma el presente en ti viejos colores
                  del noble antaño. 

     Con la pradera cóncava del cielo
lindan en torno tus desnudos campos,
tiene en ti cuna el sol y en ti sepulcro
                 y en ti santuario.

     Es todo cima tu extensión redonda
y en ti me siento al cielo levantado,
aire de cumbre es el que se respira
                aquí, en tus páramos.

     ¡Ara gigante, tierra castellana,
a ese tu aire soltaré mis cantos,
si te son dignos bajarán al mundo
                desde lo alto!


Miguel de Unamuno
(Poesías, 1907)

lunes, 2 de febrero de 2015

A lo lejos

                         La sonata, Childe Hassam (1911)

A lo lejos resonaban las cadencias de un piano
que jemía las nostalgias de una májica canción,
y extasiado en la amargura de aquel éxtasis lejano,
derramaba triste llanto mi doliente corazón.

Yo soñaba en la ternura suave y lenta de la mano
que arrancaba del piano tan amarga vibración,
y mis besos se perdían en la bruma del arcano
que absorbía con su sombra la dulcísima aflicción.

¡Ay, quién sabe si aquel alma era hermana de la mía
y soñando con mi alma mitigaba su pesar!
La agonía de sus quejas era igual a mi agonía,

su sollozo melancólico me obligaba a sollozar...
¡Oh, las almas que se adoran de una tarde en la harmonía
y consuelan sus martirios sin poderse nunca amar!


Juan Ramón Jiménez
(Rimas, 1902)

sábado, 31 de enero de 2015

XV

           Carrera del Darro, Darío de Regoyos (1857-1913) 

     La calle en sombra. Ocultan los altos caserones
el sol que muere; hay ecos de luz en los balcones.
      ¿No ves, en el encanto del mirador florido,
el óvalo rosado de un rostro conocido?
      La imagen, tras el vidrio de equívoco reflejo,
surge o se apaga como daguerrotipo viejo.
      Suena en la calle solo el ruido de tu paso;
se extinguen lentamente los ecos del ocaso.
      ¡Oh, angustia! Pesa y duele el corazón... ¿Es ella?
No puede ser... Camina... En el azul la estrella.


Antonio Machado
(Soledades, galerías y otros poemas, 1907)

sábado, 24 de enero de 2015

Cantares

 
                          Alegrías, Julio Romero de Torres (1917)

     Vino, sentimiento, guitarra y poesía
hacen los cantares de la patria mía.
Cantares...
Quien dice cantares dice Andalucía.

      A la sombra fresca de la vieja parra,
un mozo moreno rasguea la guitarra...
Cantares...
Algo que acaricia y algo que desgarra.

      La prima que canta y el bordón que llora...
Y el tiempo callado se va hora tras hora.
Cantares...
Son dejos fatales de la raza mora.

      No importa la vida, que ya está perdida,
y, después de todo, ¿qué es eso, la vida?...
Cantares...
Cantando la pena, la pena se olvida.

      Madre, pena, suerte, pena, madre, muerte,
ojos negros, negros, y negra la suerte...
Cantares...
En ellos el alma del alma se vierte.

      Cantares. Cantares de la patria mía,
quien dice cantares dice Andalucía.
Cantares...
No tiene más notas la guitarra mía.


Manuel Machado
(Alma, 1902)

domingo, 18 de enero de 2015

Canción de otoño en primavera

Ninfa en el bosque, Charles-Amable Lenoir (1860-1926)

    Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer.
    Plural ha sido la celeste
historia de mi corazón.
Era una dulce niña, en este
mundo de duelo y aflicción.

    Miraba como el alba pura;
sonreía como una flor.
Era su cabellera obscura
hecha de noche y de dolor.

    Yo era tímido como un niño.
Ella, naturalmente fue,
para mi amor hecho de armiño,
Herodías y Salomé... 

    Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver...!
Cuando quiero llorar, no lloro,
y a veces lloro sin querer...
    La otra fue más sensitiva,
y más consoladora y más
halagadora y expresiva,

cual no pensé encontrar jamás. 
    Pues a su continua ternura
una pasión violenta unía.
En un peplo de gasa pura
una bacante se envolvía... 

    En sus brazos tomó mi ensueño
y lo arrulló como a un bebé...
Y le mató, triste y pequeño,
falto de luz, falto de fe... 

    Juventud, divino tesoro,
¡te fuiste para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro,
y a veces lloro sin querer... 

    Otra juzgó que era mi boca
el estuche de su pasión
y que me roería, loca,
con sus dientes el corazón
    poniendo en un amor de exceso
la mira de su voluntad,
mientras eran abrazo y beso
síntesis de la eternidad:

    y de nuestra carne ligera
imaginar siempre un Edén,
sin pensar que la Primavera
y la carne acaban también... 

    Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro,
¡y a veces lloro sin querer! 

    ¡Y las demás!, en tantos climas,
en tantas tierras, siempre son,
si no pretextos de mis rimas,
fantasmas de mi corazón. 

    En vano busqué a la princesa
que estaba triste de esperar.
La vida es dura. Amarga y pesa.
¡Ya no hay princesa que cantar! 

    Mas a pesar del tiempo terco,
mi sed de amor no tiene fin;
con el cabello gris me acerco
a los rosales del jardín... 

    Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!...
Cuando quiero llorar, no lloro,
y a veces lloro sin querer...
    ¡Mas es mía el Alba de oro!


Rubén Darío
(Cantos de vida y esperanza, 1905)

domingo, 11 de enero de 2015

Les coquillages

 
Pequeñas gaviotas a orillas del mar en Belle-Isle, Octave Penguilly L'Haridon (1858)

Chaque coquillage incrusté
Dans la grotte où nous nous aimâmes
A sa particularité.

L'un a la pourpre de nos âmes
Dérobée au sang de nos coeurs
Quand je brûle et que tu t'enflammes;

Cet autre affecte tes langueurs
Et tes pâleurs alors que, lasse,
Tu m'en veux de mes yeux moqueurs;

Celui-ci contrefait la grâce
De ton oreille, et celui-là
Ta nuque rose, courte et grasse;

Mais un, entre autres, me troubla.


Paul Verlaine
(Fêtes galantes, 1869) 

Versión al castellano de Un poema cada día

Las caracolas

Cada caracola incrustada
En la gruta donde nos amamos
Tiene su particularidad.

Una, la púrpura de nuestras almas
Hurtada a la sangre de nuestros corazones
Cuando yo me abraso y tú te inflamas;

Esta otra finge tu languidez
Y tu palidez cuando, fatigada,
Me culpas por mis ojos burlones;

Esta imita la gracia
de tu oreja, y aquella
tu nuca rosa, corta y lustrosa;

Pero solo una, entre todas, me trastornó.

(Fiestas galantes, 1869)
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