Jura de Santa Gadea, Armando Menocal (1889)
En Santa Gadea de Burgos 
do juran los hijosdalgo, 
allí toma juramento 
el Cid al rey castellano, 
sobre un cerrojo de hierro 
y una ballesta de palo. 
Las juras eran tan recias 
que al buen rey ponen espanto.
—Villanos te maten, rey, 
villanos, que no hidalgos; 
abarcas traigan calzadas, 
que no zapatos con lazo; 
traigan capas aguaderas, 
no capuces ni tabardos; 
con camisones de estopa, 
no de holanda ni labrados; 
cabalguen en sendas burras, 
que no en mulas ni en caballos, 
las riendas traigan de cuerda, 
no de cueros fogueados; 
mátente por las aradas, 
no en camino ni en poblado; 
con cuchillos cachicuernos, 
no con puñales dorados; 
sáquente el corazón vivo, 
por el derecho costado, 
si no dices la verdad 
de lo que te es preguntado: 
si tú fuiste o consentiste 
en la muerte de tu hermano.
Las juras eran tan fuertes 
que el rey no las ha otorgado. 
Allí habló un caballero 
de los suyos más privado: 
—Haced la jura, buen rey, 
no tengáis de eso cuidado, 
que nunca fue rey traidor, 
ni Papa descomulgado. 
Jura entonces el buen rey 
que en tal nunca se ha hallado. 
Después habla contra el Cid 
malamente y enojado: 
—Mucho me aprietas, Rodrigo, 
Cid, muy mal me has conjurado, 
mas si hoy me tomas la jura, 
después besarás mi mano. 
—Aqueso será, buen rey, 
como fuer galardonado, 
porque allá en cualquier tierra 
dan sueldo a los hijosdalgo. 
—¡Vete de mis tierras, Cid, 
mal caballero probado, 
y no me entres más en ellas, 
desde este día en un año! 
—Que me place —dijo el Cid—, 
que me place de buen grado, 
por ser la primera cosa 
que mandas en tu reinado. 
Tú me destierras por uno, 
yo me destierro por cuatro.
Ya se partía el buen Cid 
sin al rey besar la mano; 
ya se parte de sus tierras, 
de Vivar y sus palacios: 
las puertas deja cerradas, 
los alamudes echados, 
las cadenas deja llenas 
de podencos y de galgos; 
solo lleva sus halcones, 
los pollos y los mudados. 
Con él iban los trescientos 
caballeros hijosdalgo; 
los unos iban a mula 
y los otros a caballo; 
todos llevan lanza en puño, 
con el hierro acicalado, 
y llevan sendas adargas 
con borlas de colorado. 
Por una ribera arriba 
al Cid van acompañando; 
acompañándolo iban 
mientras él iba cazando.
Anónimo
(Siglo XV) 
 
 
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