El Parque Monceau, Gustave Caillebotte (1877) 
No sabía qué hacer aquella tarde.
 Tú estabas enfadado y no querías
 salir. Me fui al Parque del Oeste
 y estuve paseando mucho rato
 sin encontrar un alma. En el invierno
 casi nadie pasea por los parques.
 No pensé nada. Me senté en un banco
 y encendí un cigarrillo. De repente
 un hombre joven se sentó a mi lado.
 Le miré y vi que había un solo ojo
 en mitad de su frente, un ojo oscuro,
 tristísimo y brillante. Me miraba
 como pidiendo ayuda, suplicando.
 Ninguno de los dos dijimos nada.
 Él miraba mis ojos y yo el suyo.
 En silencio empezó a llorar despacio,
 se avergonzó y se fue. Yo no hice nada
 por detenerle. Tú no te creíste
 ni una palabra de esta historia, pero
 yo me lleno de angustia y de tristeza,
 aunque quiera evitarlo, si recuerdo
al cíclope del Parque del Oeste.
Amalia Bautista
(Cárcel de amor, 1988) 

 
 
Fue un poema triste
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