martes, 2 de enero de 2024

Cenicientas las aguas, los desnudos

                 Lluvia en Mont Plaisant, Albert Marquet (1944)

Cenicientas las aguas, los desnudos
árboles y los montes cenicientos;
parda la bruma que los vela y pardas
las nubes que atraviesan por el cielo;
triste, en la tierra, el color gris domina,
            ¡el color de los viejos!

De cuando en cuando de la lluvia el sordo
           rumor suena, y el viento
           al pasar por el bosque
           silba o finge lamentos
tan extraños, tan hondos y dolientes
que parece que llaman por los muertos.

Seguido del mastín, que helado tiembla,
          el labrador, envuelto
en su capa de juncos, cruza el monte;
          el campo está desierto,
y tan solo en los charcos que negrean
del ancho prado entre el verdor intenso
posa el vuelo la blanca gaviota,
          mientras graznan los cuervos.

          Yo desde mi ventana,
que azotan los airados elementos,
regocijada y pensativa escucho
          el discorde concierto
          simpático a mi alma...
          ¡Oh, mi amigo el invierno!,
mil y mil veces bien venido seas,
mi sombrío y adusto compañero.
¿No eres acaso el precursor dichoso
del tibio mayo y del abril risueño?

¡Ah, si el invierno triste de la vida,
como tú de las flores y los céfiros,
también precursor fuera de la hermosa
y eterna primavera de mis sueños...!

Rosalía De Castro
(En las orillas del Sar, 1884)

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