sábado, 29 de junio de 2024

Los molinos de velas

                              El Zaan en Zaandam, Claude Monet (1871)

Ellos, siempre tres, son tus ángeles costeros. 
Los tres grandes molinos que te vuelan,
se arrebatan de sol, giran ebrios de azul,
salobres velas
en las manos del viento que te baña. 

Molinos que en el campo son navíos
y que aquí, ya veleros anclados, te aureolan.
¡Cuánto barco en tu pueblo de oleajes,
derramándose el campo en blancos lienzos! 

Agua dulce en la tierra de sembrados,
agua y sol en tus límites extremos.
Ellos giran y giran; remos, jarcias,
sin timón –que eres tú–, sobre los cielos.

Carmen Conde
(Los poemas del Mar Menor, 1962)

lunes, 24 de junio de 2024

Qué altos

             Balcón en París, Gustave Caillebotte (1881)

¡Qué altos
los balcones de mi casa!
Pero no se ve la mar.
¡Qué bajos!

Sube, sube, balcón mío,
trepa el aire, sin parar:
sé terraza de la mar,
sé torreón de navío.

–¿De quién será la bandera
de esa torre de vigía?

–¡Marineros, es la mía!

Rafael Alberti
(Marinero en tierra, 1925)

jueves, 20 de junio de 2024

Qué más da

               El Puente Nuevo al amanecer, Gustave Camille Cariot (1905)

Qué más da el sol que se pone o el sol que se levanta,
La luna que nace o la luna que muere.

Mucho tiempo, toda mi vida, esperé verte surgir entre las nieblas monótonas.
Luz inextinguible, prodigio rubio como la llama;
Ahora que te he visto sufro, porque igual que aquellos
No has sido para mí menos brillante,
Menos efímero o menos inaccesible que el sol y la luna alternados.

Mas yo sé lo que digo si a ellos te comparo,
Porque aun siendo brillante, efímero, inaccesible,
Tu recuerdo, como el de ambos astros,
Basta para iluminar, tú ausente, toda esta niebla que me envuelve.

Luis Cernuda
(Los placeres prohibidos, 1931)

domingo, 16 de junio de 2024

Poeta soy

                 La carta de amor, George Lawrence Bulleid (1911)

Dolor del mundo entero que en mi dolor estalla,
hambre y sed de justicia que se vuelven locura;
ansia de un bien mayor que el esfuerzo apresura,
voluntad que me obliga a ganar la batalla.

Sueño de toda mente que mi mente avasalla,
miel de amor que en el pecho es río de dulzura;
verso de toda lengua que mi verso murmura,
miseria de la vida que mi vergüenza calla.

Poeta soy… y vengo, por Dios mismo escogida,
a soltar en el viento mi canto de belleza,
a vivir con más alto sentido de nobleza,

a buscar en la sombra la verdad escondida.
¡Y las fuerzas eternas que rigen el destino
han de volverme polvo si equivoco el camino!

Claudia Lars
(Estrellas en el Pozo, 1934)

miércoles, 12 de junio de 2024

Madrigal de las once

   Vista de la bahía de Nápoles, Carl Frederik Aagaard (h. 1871)

Desnudas han caído
las once campanadas.

Picotean la sombra de los árboles
las gallinas pintadas
y un enjambre de abejas
va rezumbando encima.

                                           La mañana
ha roto su collar desde la torre.

En los troncos, se rascan las cigarras.

Por detrás de la verja del jardín,
resbala,
               quieta,
                           tu sombrilla blanca.

Dámaso Alonso
(Poemas puros. Poemillas de la ciudad, 1921)

domingo, 9 de junio de 2024

El viajero

             Sauces junto al Escalda, Guillaume Van Strydonck (1861-1937)

...Y, de pronto, el viajero
surgió. Sobre el sendero
sus pies dejaban pálido,
fosforente reguero.

Vio mi mano en oferta,
y dijo: –¿Es para mí?–
(Yo no sé si despierta
o en ensueños le oí).

...Extasiado, mirándole
los ojos, se lo di...
¡Poder no pensar,
poderse abandonar,
como el pétalo al viento,
como al fuego el sarmiento,
como la astilla al mar!

Caminito escondido
Caminito escondido
que te embozas en sombra
y con grama te alfombras,
y al silencio haces nido:

Caminito escondido:
eres humilde y breve,
y tu surco es muy leve
entre el bosque tupido.

Medio sol de mañana,
un poquito de luna,
un hilo de fontana,
son toda tu fortuna...

¡Poco tienes, sendero
enflecado de sauces,
mas tú sabes, camino,
que breve, pobre, austero,
en sombra, eres el cauce
de un designio divino.

También yo sé, camino
que, aunque corto y umbroso,
te vio el dolor celoso
y el amor adivino;

que alguna vez, acaso,
pudo encontrarte al paso
el hada de la suerte,

y que, en noche sombría
o en el claror del día,
te sabrá hallar la muerte!

Josefina Plá
(El precio de los sueños, 1934)

miércoles, 5 de junio de 2024

Adelina de paseo

              El parasol verde, Guy Rose (1911)

La mar no tiene naranjas, 
ni Sevilla tiene amor.
Morena, qué luz de fuego.
Préstame tu quitasol.

Me pondrá la cara verde,
–zumo de lima y limón–,
tus palabras –pececillos–
nadarán alrededor.

La mar no tiene naranjas.
Ay, amor.
¡Ni Sevilla tiene amor!

Federico García Lorca
(Canciones, 1921-1924)
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